¡Al abortaje! …grita el posmodernismo
Rogelio López Guillemain
Autor del libro "La rebelión de los mansos", entre otras obras. Médico Cirujano. Especialista en Cirugía Plástica. Especialista
en Cirugía General. Jefe del servicio de Quirófano del Hospital Domingo Funes,
Córdoba. Director del Centro de Formación de Cirugía del Domingo Funes
(reconocido por CONEAU). Productor y conductor de "Sucesos de nuestra
historia" por radio sucesos, Córdoba.
Comienza en breve, en
el Congreso de nuestro país, el debate que procura la legalización del aborto;
desde ya llueven las opiniones, las hipocresías y las correcciones políticas,
mientras escasea la reflexión, la prudencia y la madurez.
Hace 30 años, hubiese
sido inimaginable que se considerara la posibilidad de legalizar esta práctica;
la pregunta es ¿eso quiere decir que
evolucionamos o que involucionamos? Veamos.
Quienes defienden el
aborto no punible, esgrimen un sinnúmero de razones, todas del lado de la
madre. La mortalidad devenida por la
práctica ilegal, el derecho de la mujer a disponer de su cuerpo, el embarazo no
deseado o la preñez fruto de una violación.
Quienes están en contra
del mismo esgrimen básicamente una razón y que es del lado del feto, el derecho
a la vida por parte del hijo.
Lo primero que debemos
definir es qué quiere decir aborto.
Según la RAE aborto es la “interrupción del embarazo” e interrupción
significa “cortar la continuidad”. O
sea, el aborto es la cesación irreversible y definitiva del embarazo. Esto desemboca en la pregunta ¿es el aborto
un homicidio?
Homicidio, según la
RAE, es la “muerte causada a una persona por otra”; bien, ahora sigue definir
si el feto es una persona y si está vivo.
Más allá de que en nuestra legislación se considera una persona
susceptible de derecho (a heredar por ejemplo) al niño por nacer desde la
concepción (Constitución Nacional art. 75, Código Civil art. 63 y 70 y ley
23849); la pregunta debería ser respondida desde la biología.
Es un hecho
indiscutible que desde el momento de la concepción, se mezclan los cromosomas
de la madre y del padre, generando un nuevo ADN, el que comienza a “trabajar”
desde ese momento. El punto de inflexión
biológico siguiente es el momento de la
implantación, el cual es determinante para la viabilidad del feto y por último
está el tiempo mínimo de gestación necesario para que el neonato sobreviva al
nacimiento.
Quienes están en contra
del aborto suelen debatir acerca del momento en el que se considera efectivo el
embarazo, la concepción o la implantación; descartando de lleno del análisis el
tiempo de viabilidad del neonato.
Esta diferencia, que es
de apenas días, es trascendental, pues, métodos “anticonceptivos” como el DIU y
la pastilla del día después pasan a ser considerados abortivos o no según esta
determinación.
A su vez, desde el
punto de vista médico, el aborto está “justificado” cuando la vida de la madre
se encuentra en riesgo y cuando el feto es inviable por problemas en su
desarrollo (por ejemplo por falta de riñones).
Los principales
promotores de la legitimación del aborto son los grupos feministas y
posmodernistas, quienes paradójicamente critican la posición de poder del
hombre caucásico heterosexual (patriarcado) y no reparan que en el embarazo no
deseado, hay dos partes interesadas en “conflicto”, madre e hijo y que la
primera se encuentra en una situación de “poder” absoluto sobre la otra, un
desequilibrio de poder y de sometimiento infinitamente más evidente que el del
“macho” y la mujer que tanto denostan.
Incluso no acuerdan
entre los defensores del aborto la fecha límite para su realización, van desde
las 12 a las 14 semanas, según las diferentes legislaciones de aquellos países
donde ha sido validado.
Lo cierto, es que creo
que al dilema del aborto lo estamos analizando tarde. LA PREVENCIÓN ES LA VERDADERA SOLUCIÓN.
Se prescinde del aborto
evitando los embarazos no deseados y esto se logra por medio de la educación en
salud reproductiva y en planificación familiar (idea en la que creo que todos
coincidimos), pero más aún se logra con la transmisión de valores y con la
generación del pensamiento crítico.
En lo referido al
planeamiento familiar, es contradictoria la postura del gobierno, el cual “le
paga” a quienes tienen más y más hijos; en lugar de incentivar la
responsabilidad en aquellos padres y madres que no poseen los recursos
suficientes para criar a los hijos que ya tienen, para que tomen las medidas
necesarias para evitar nuevos embarazos.
El promover la
planificación familiar evitaría el hacinamiento en habitaciones minúsculas, los
niños abandonados, desnutridos, sin escolarizar, pidiendo limosna en las
esquinas o bien consumidos por el paco.
Ser padres no es sólo cuestión de desearlo y de engendrarlos, también
implica la responsabilidad de alimentar, vestir y educar a los hijos y esa
responsabilidad ES DE LOS PADRES, NO ES DEL ESTADO NI DE LOS CONTRIBUYENTES.
Con respecto a la
formación en valores, vaya de muestra la encuesta llevada adelante por la
Fundación UADE y la consultora Voices.
La misma exhibe, por parte del encuestado, una muy baja consideración a
los valores del deber, de la responsabilidad y del respeto, tanto en lo
personal como en la percepción de los argentinos en general; mientras que esa
ponderación sube con respecto a la familia y sube aún mucho más en lo referido
a la solidaridad. Claramente los valores
individuales de un “modelo de persona correcta” han sido arrasados por los
valores impersonales y colectivos. Los
valores éticos caen ante la voracidad social.
Otro aspecto
interesante que vemos en este gráfico, es la persistente “exigencia” de la
imagen políticamente correcta del hombre masa.
En lo personal, somos menos solidarios de lo que “deberíamos ser”, según
el modelo de empatía social (34 a 45%); mientras que cuando nos referimos a
valores individuales, nuestra percepción personal crece por sobre el valor
colectivo (respeto, responsabilidad y deber).
No sólo valoramos menos
los valores individuales que los colectivos, sino que creemos que “los
argentinos” son aún peores que nosotros mismos.
Estos valores tan ninguneados (respeto, responsabilidad y deber), son
los que establecen un vínculo de confianza imprescindible en toda relación
humana, fomentando la armonía y la convivencia pacífica.
Por último está el
gráfico 2 el que analiza la percepción del cambio de valores de hace 20 años
atrás a un imaginario 2038.
Podemos apreciar como
el valor colectivo de la solidaridad se mantiene, mientras que, en forma
alarmante, decaen los valores de respeto, familia y responsabilidad.
La educación, la
formación de jóvenes con valores éticos, con conciencia, responsables,
respetuosos y pensamiento crítico es el único camino que pondrá fin al Imperio
de la Decadencia Argentina.
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