¿Por qué no? Impuestos con límite legal, seguro y gratuito como el aborto
Antonio Margariti
Asesor Económico de la Bolsa de Comercio de Rosario y autor
del libro “Impuestos y pobreza. Un cambio copernicano en el sistema impositivo
para que todos podamos vivir dignamente”, editado por la Fundación Libertad de
Rosario.
Los que claman por
despenalizar el aborto, aún de buena fe, generalmente están involucrados en lo
que los españoles denominan “un follón” es decir una situación de engaño,
desorden y confusión.
1. Engaño, porque
gracias a los extraordinarios avances tecnológicos ya no tenemos dudas. Está
científicamente demostrado que hay una vida humana real e independiente de la
madre, inmediatamente después de la fecundización. Esto no es una cuestión de
gustos, de opiniones o de dogmas: es una dura, tenaz e inflexible condición
puesta por la Naturaleza.
2. Desorden, porque si
es moralmente correcta la defensa de los derechos humanos violentados por la
tortura y la desaparición forzosa por parte de organizaciones terroristas o el
Estado ¿cuál es la razón por la cual la tortura de un ser inocente antes de 14
semanas o su desaparición forzosa mediante maniobras de trituración y
aspiración no lo sean?
3. Confusión, porque el
derecho a la vida no se circunscribe sólo a la mujer o el feto. Es un derecho
esencial compartido, tanto por la madre que no desea el embarazo como por el
niño inocente que habita en su seno hasta que el parto natural o la operación
cesárea permitan el nacimiento.
El gobierno nacional
por medio de su presidente, acaba de declarar oficialmente que “Defiende el
derecho a la vida del feto materno, pero que nunca obstaculizará el debate
respetuoso y razonado sobre la despenalización del aborto”. De la misma manera
y con idénticas razones obran aquellos que dicen “Defendemos el derecho a la
vida de la mujer con un embarazo indeseado, exigiendo sancionar la ley que
garantice el aborto legal, seguro y gratuito”.
Si ambas posiciones
fuesen sinceras y no falsas, es decir que no fingen sus sentimientos, ni ideas
o propósitos contrarios a lo que dicen defender, entonces podemos sospechar que
existe una hipocresía implícita si no hacen lo mismo en otras materias menos
dramáticas que el aborto, como: los impuestos; la reforma laboral; la
reestructuración del sistema jubilatorio; los seguros de salud en manos
sindicales.
En el caso específico
de los impuestos, hay una profunda grieta entre los habitantes que trabajan
duramente pagando impuestos y los otros que viven parasitariamente a su costa
sin sentirse obligados a ninguna contraprestación.
Los ciudadanos honestos
son aquellos que cumplen con las leyes, aún las que contengan normas absurdas,
injustas u opresivas; aquellos que respetan el proyecto de vida honesta de su
prójimo; aquellos que son leales a las autoridades legítimamente elegidas;
aquellos que cumplen con la promesa de su palabra empeñada; aquellos que
respetan la propiedad pacífica de los bienes ajenos; y aquellos que realizan
intercambios cotidianos sin fraudes, engaños ni prepotencias.
Pues bien, esos
ciudadanos honestos -que son la inmensa mayoría no bulliciosa- también tienen
el derecho humano elemental de pedir un amplio debate sobre el sistema
impositivo, exigiendo que la multitud de 96 impuestos vigentes sea
drásticamente reducida a sólo tres o cuatro impuestos con la condición de que
exista un límite claro y preciso sobre la presión fiscal individual, sobre la
razonabilidad de cada impuesto y sobre la contraprestación eficiente a que el
Gobierno se obligue por cobrar esos impuestos.
Entonces correspondería
solicitar, con todo respeto, que el presidente Mauricio Macri asuma respecto de
los impuestos el mismo compromiso que tomó frente al aborto, diciendo: “Soy
partidario de pocos y razonables impuestos para todos y con alícuotas bajas,
por eso me comprometo a abrir el debate de una profunda reforma impositiva en todos
los niveles nacional, provincial y municipal para que el pueblo argentino tenga
una vida digna de ser vivida y pueda alcanzar el máximo desarrollo de sus
potencialidades, en orden y libertad”.
Esperamos ansiosos este
nuevo compromiso. No sólo será justicia. También permitirá recuperar la
confianza en nuestros gobernantes porque Dios y la Patria así lo demandan.
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