Los dos tipos de gobierno
Eloy Soneyra

Doctor en Psicología de la Universidad de Belgrano especializado en Calidad y Factor Humano. Es autor y editor de libros como: “Gerencia y Excelencia, Calidad de la A a la Z” (el primer diccionario enciclopédico de la calidad y la gerencia en el Mundo), “Autodiagnóstico de la Gestión empresaria” (primer sistema cuantificado con las Bases del Premio Nacional a la Calidad). Director Ejecutivo del Estudio Soneyra, organismo destinado a la Psicología Aplicada a la Clínica y a asesorar a personas de empresas sobre Calidad y Factor Humano. Mención especial, Concurso Internacional de Ensayos: Juan Bautista Alberdi: Ideas en Acción. A 200 Años de su Nacimiento (1810-2010).



En las primeras sociedades los hombres se unían bajo el deber de respetarse entre si los derechos a la propiedad, a la vida, la libertad y la búsqueda de la Felicidad, bajo la tutela de un líder pacífico que como árbitro ante las disputas,  por un determinado bien, se expedía salomónicamente en la designación del dueño.
 
En esos tiempos tempranamente aparecieron grupos que deseando  de una tribu cercana, sus bienes y sus gentes, a garrotazos los invadían liderados por un líder guerrero,  que al vencerlos determinaba la muerte de muchos  hombres, la esclavitud de otros, ser mancebas las mujeres, la negación de la libertad y de la propiedad de bienes y animales, en otras palabras privaba a los vencidos de los derechos inalienables que conservaban para si y los suyos, por eso Fidel Castro murió con una fortuna de 500 millones de dólares, mientras unos pocos de esos billetes les permitía a sus ciudadanos, mientras que sus adláteres, lo seguían enriqueciéndose con  cuanto el tirano les permitía.
 
En síntesis desde antiguo hubo dos formas de estado, el primitivo de derechos inalienables para todos, con límites al mandamás que  podía tomar para si sólo lo que le dejaban lo hombres de la comunidad, y el gobierno de los vencedores por guerra o autoritarismo, que fijaban para si y los suyos los derechos que se le negaban a los perdedores,  así el general galo Breno, vencedor de los romanos al ver y escuchar a los romanos que las pesas que median el oro como tributo a la libertad, puso su espada en el plato de las pesas justificándolo con la frase ¡Ay de los vencidos!. Que tantos autoritarios de ayer y hoy imponen a sus sometidos, anulando la calidad de vida de sus conciudadanos.
 
Un  ejemplo de la aplicación de la pérdida de los derechos inalienables fijados en la Constitución, entre 1916 y el presente  lo da nuestro país, donde se reemplazó un estado de esplendor participante del 3,8% del comercio exterior a un magro 0,3, acompañado con la desaparición de mucho papel moneda por la incorporación de 13 ceros por la inflación. La pérdida  de   un esplendor en la calidad de vida ciudadana con la creación de riqueza, pues hasta 1916 se crearon millones de puestos de trabajo, el tendido de 50.000 Km de ferrocarriles, docenas de puertos, la apertura de decenas de frigoríficos, en un país cuyo PBI era superior a Alemania, Austria, Suecia, Italia, Irlanda, España y Noruega. A cambio de tanta perdidas, el partidismo empezó con los supernumerarios del gobierno de Yrigoyen, y se hiso pleno con la incorporación por los gobiernos K de un millón ochocientos mil subsidiados por concurrir a puestos que no sirven más que como engranajes de la máquina de impedir, Y hoy muestra para la futura elección, la dispersión de candidatos, incapaces de cumplir con la idea de liderar para que la gente haga las grandes cosas que el país necesita, a la par que  operan desde el Estado para mejorar su estado, olvidando    legislar favoreciendo la libertad de trabajar, por lo que  optan por consignas vacías que nada dicen por ejemplo sobre  eliminar el impuesto a los réditos que debió caducar en 1937, o el impuesto al IVA a la canasta familiar o reducir drásticamente el 42% que tienen de impuestos a los alimentos en los supermercados. Hasta 1946 resultaba innecesaria la asignación universal por hijo, para que los padres dieran de comer y educación a los hijos. Todo por aquello ¡Ay de los vencidos! y ¡Vamos por todo!.


 

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