Fracaso del pragmatismo en la gestión del gobierno
Antonio Margariti
Asesor Económico de la Bolsa de Comercio de Rosario y autor
del libro “Impuestos y pobreza. Un cambio copernicano en el sistema impositivo
para que todos podamos vivir dignamente”, editado por la Fundación Libertad de
Rosario.
Desde 1946 al 2018, los argentinos venimos padeciendo una
prolongada, inmerecida y triste decadencia
económica y cultural.
Quizás no percibamos claramente este declive, puesto
que -de vez en cuando- vemos enormes progresos y mejoras, aislados y parciales. Pero como el conjunto de
la nación sigue estancado, la mayor
opulencia en algunos sectores necesariamente
se balancea con la mayor pobreza en los demás. Y ésa
es la razón final de las dramáticas cifras de pobreza e indigencia que
revelan las estadísticas del Observatorio de la Deuda Social de la UCA.
Tanto sea por el pésimo funcionamiento de las
instituciones, como por la apatía y dejadez de quienes las
integran; o por nuestra reciente historia
de crímenes terroristas y represión ilegal,
como por la inconsistencia de los principios
jurídicos que inficionan nuestras leyes; y, sobre todo, por la triste evidencia mostrada en las investigaciones económicas con estadísticas
confiables, tenemos que admitir -mal que nos pese- que Argentina marcha a contramano de los
países civilizados. En lugar de avanzar, retrocedemos, en lugar de expandir, declinamos, y en lugar
de civilizar, nos embrutecemos.
Somos un pésimo
ejemplo. De una nación que ocupaba el 1° lugar del mundo en ingresos per
cápita, entre 1895 y 1896, nos estabilizamos en el 5° sitio
entre 1910 y 1945, pero después caímos a la posición 77° de país
emergente entre 2002 y 2012 y terminamos como estado fronterizo entre
2013 y 2016: aislados, fallidos y nada confiables.
Teniéndolo todo, no somos nada, pero fingimos nuestro
poder y nos auto engañamos.
Como dijera José Ortega y Gasset en su formidable
ensayo La pampa….una promesa, los argentinos ocupan un enorme territorio donde cada uno vive sus ilusiones como si
ellas fuesen una realidad, pero al final
… son meras promesas que se desvanecen.
Lo triste es que ello no es literatura. Se desprende de la consulta al Angus Madison historical statistics que
es el más formidable esfuerzo científico de base de datos económicos comparativos
para 163 países entre 1870 a 2016 inclusive.
El Madison
Statistical Abstract es una obra que
se sigue actualizando gracias al trabajo del GGDC (Centro de Crecimiento y Desarrollo de la Universidad
de Groningen) fundado en 1992 en la
ciudad homónima que fuera territorio libre hanseático, luego perteneciente al
reino español de los países bajos y actualmente incorporada a Holanda.
El GGDC
brinda información única y actualizada sobre tendencias comparadas fiables en
la economía mundial en forma de conjuntos de datos de muy fácil acceso por
Internet.
Desde 1946 a 2018, han transcurrido 72 años de gobiernos democráticos o
autocráticos, respetuosos o groseros, legalistas o de facto, de izquierda o de derecha, conservadores o progresistas,
austeros o corruptos, inteligentes o necios. Todo ha dado igual, nada ha sido mejor, ninguno ha sabido recuperar las glorias
pasadas, ni siquiera supieron intentarlo.
Actualmente estamos inmersos en una gestión
pragmática, a cargo de múltiples operadores, cada uno de los cuales con su
librito y estilo: cansino o diligente. La mayoría se desempeña con el método de
casos, típico de la universidad de Harvard para la gestión de negocios. Pero
ninguno ha demostrado hacer el esfuerzo intelectual de presentar una visión
integral, global y coordinada del país, con
su historial económico , sus irresueltos problemas y su futuro deseable, tal como lo
hacen las doctrinas o teorías económicas exitosas que permiten la gobernanza en el mundo actual.
Poseer y comprender una teoría, doctrina o escuela de
pensamiento común, es el único medio que dispone cualquier grupo humano
dispuesto a gobernar un país para coordinarse entre sí, obrar de manera coherente
y adoptar decisiones lógicas y consistentes en distintos campos de la acción de gobierno.
Siempre y en todos los casos prácticos, la teoría se
debe plasmar en un Plan global o Plan
de estabilización o Plan de saneamiento y ello no tiene nada que ver con el
relato artero, taimado y falsario del anterior gobierno que nos precipitó en el
actual caos social.
Este proceso se
llama GOBERNANZA, un
término creado por las doctrinas económicas libertarias, especialmente desarrollado por la Escuela
Ordo del Walter Eucken Institut, Freiburg
dirigido por el prestigioso economista Prof. Dr. Viktor Vanberg. La gobernanza se define como aquellas interacciones y acuerdos entre gobernantes y ciudadanos, con
el fin de crear oportunidades a la
iniciativa individual, solucionar
problemas reales de la gente y construir instituciones sólidas con normas claras,
sencillas y eficaces para generar esos
cambios.
La eficacia que brinda la gobernanza es el fundamento de la
legitimidad de un gobierno, que por ese
instrumento llega a constituirse en una
nueva forma de gobernar para
arbitrar en el conflicto hoy existente
entre la globalización (a partir de la caída del muro de Berlín) y la autarquía económica (escondida en los pliegues del proteccionismo de las grandes potencias).
No queda mucho más tiempo para las dudas, vacilaciones
y contramarchas. Hay que actuar de inmediato y decidir bien. Como decía Séneca,
tutor de emperadores romanos, no
son las cosas difíciles las que entorpecen tu acción, es tu falta de acción lo
que las vuelve difíciles.
Por el camino que
elijamos, no hay dudas que Argentina
marcha a contramano del mundo, eludiendo la sensatez y la prudencia y tales actitudes se aprecian en la persistencia en el error en estos
específicos campos, que están saturados de crisis, errores y retrocesos, y en los cuales el gobierno debe
obrar con celeridad y sabiduría:
- El sistema escolar de la instrucción primaria y secundaria centralizada y uniforme.
- Los retorcidos procedimientos para contratar trabajadores, acordar salarios y resolver litigios laborales, incluyendo los despidos.
- La absurda multiplicación de regulaciones, registros innecesarios y trámites sin sentido.
- La obsesión de los gobernantes por degradar el valor de la moneda y manipular las divisas que provee el sector privado.
- La pretensión rentística del Estado por vivir a costa de quienes trabajan honradamente exprimiéndolos con una picadora tributaria de 96 impuestos.
- La complicidad de legisladores por arrebatar tajadas en los ingresos de los trabajadores, desviándolas a los punteros políticos y caciques sindicales.
- La indecente frivolidad con que muchos funcionarios despilfarran el dinero público.
- El oportunismo y la ignorancia oficial para establecer bases actuariales científicas en el sistema jubilatorio para la vejez.
- La onerosa complicidad de letrados, jueces y peritos, al incrementar honorarios en litigios judiciales interminables, sin recurrir a arbitrajes simples, efectivos y sumarios.
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