El laberinto de la democracia fallida
Ariel Corbat
Abogado (UBA), republicano, unitario y liberal. Coautor de "Uso y abuso de las corbatas" y "Teoría romántica del derecho argentino" (El Himno Nacional como expresión de la Norma Hipotética Fundamental). Brindó servicios en la Secretaría de Inteligencia desde 1988 hasta su renuncia en 2012. Escribe en el blog La Pluma de la Derecha".
Rechazo de plano
cualquier propuesta de reformar la Constitución Nacional, porque antes de
proponer modificarla o cambiarla hay que proponer cumplirla. Y cumplirla.
Imagino lo que podría
salir de una Asamblea Constituyente con esta casta política que mantiene a la
Argentina en la senda de la decadencia, y se me eriza la piel recordándome lo
que tengo de gorila. De estos personeros de la democracia fallida no puede
resultar nada bueno. Sería todavía peor que la desgraciada reforma del 94,
pactada por los intereses espurios de Ménem y Alfonsín.
Desde luego quisiera un
texto constitucional depurado de esa reforma horrible y revitalizar el
espíritu de los constituyentes de 1853.
Pero ¿qué sentido tendría ir a una reforma constitucional si la sociedad no
demuestra interés en cumplir su Constitución? No es el texto constitucional lo
que impide que Argentina sea un país serio, somos los argentinos. Es nuestra
conducta social, que se ha ido despojando de sus valores y principios rectores,
lo que debemos modificar. Nos quedó muy alto ser un país civilizado y somos
esto que se vive todos los días: un reino absurdo de liliputienses anárquico
dirigistas.
Nuestra Constitución,
vapuleada durante el régimen kirchnerista, sigue siendo entendida como una mera
referencia y no como la ley suprema de la Nación Argentina. Cualquier promesa
de empezar a cumplir la Constitución una vez que se reforme es fomentar otro autoengaño
colectivo, no muy distinta de la promesa del borracho que dice que beberá la
botella que ya está abierta pero no las otras.
Sin cumplir esta
Constitución tal como está, incluyendo esa imbecilidad de dar rango
constitucional a los tratados internacionales, no será posible que se cumpla
ninguna otra que total o parcialmente surja de llamar a convención
constituyente. Y mucho menos cuando el llamado lo hacen los enemigos de la
Libertad.
Obsérvese en la larga
acefalía del Defensor del Pueblo de la Nación, en la práctica de crear
ministerios por decreto o en los términos voluntaristas del debate sobre el
aborto, por no abundar en más ejemplos, la demostración cabal de no existir
conciencia social sobre la importancia de cumplir con la Constitución Nacional.
Y no cumplir con la
Constitución explica nuestra realidad, porque de ese envilecimiento moral
deviene la democracia berreta y de viciada representatividad política con la
que declina la Patria que debiera ser República y no lo es.
El futuro que proyecta
Argentina no es alentador. El país está bajo el dominio de una dirigencia
política incapaz de romper la espiral descendente de su círculo vicioso. El 20
de Abril se ha inaugurado una estatua del Presidente Raúl Alfonsín, al que se
pretende consagrar como "padre de la democracia". No considero justo
adosar esa pesada etiqueta a la memoria de Alfonsín, porque esta democracia mal
entendida y de baja intensidad que supimos conseguir es obra de todos y de
nadie. Claro que si uno considera a la
democracia como cementerio de ilusiones, incompleta y fallida, podría pasar por
hecha a imagen y semejanza de la Presidencia de Raúl Alfonsín.
De hecho, es curiosa la
foto inaugural del monumento. La
tristeza del homenajeado contrasta con la alegría del conjunto de figuretis.
Pareciera que Raúl Alfonsín se aleja cabizbajo, casi como queriéndose
distanciar de toda esa gente que mira a cámara; incluyendo a Ricardito, el que
falto de grandeza nunca llegará a Ricardo. Sería muy triste que nuestra
democracia fuera la hermanita de Ricardito, con el mismo e insalvable ADN de
mediocridad. Y al mismo tiempo sería, otra vez, un artilugio más para que
pongamos en algún chivo expiatorio aquello de lo que todos debemos hacernos
cargo.
Es de suponer que para
completar el cuadro, el día después de la muerte del riojano se encargará la
estatua de Ménem para que sigan juntos a la eternidad los dos prohombres de la
casta política.
Ahí estarán el que
recitaba el Preámbulo de la Constitución Nacional pero que ofreció cajas PAN
porque: "con la democracia se come, se cura y se educa", y su sucesor
con el que acordaron manosear la Constitución en búsqueda de reelección para
uno y un bloque de senadores para el otro. En ese pacto se fundió el molde de
la actual dirigencia política argentina que antepone al bien común privilegiar
sus intereses de facción y personales.
La base del
clientelismo político y social que el kirchnerismo llevó al paroxismo, tuvo su
origen en Alfonsín y Ménem, pero el mayor logro de casta es haber excluido de
la participación política al hombre común y conformarlo con placebos de
participación.
El aporte de CAMBIEMOS
a la casta política se hace evidente en la práctica del timbreo, que reduce la
política a un momento donde el dedo providencial toca timbre en tu casa para
darte la oportunidad de convidar un mate, sacarte una foto o tener una charla
no más trascendente que la de hablar con la mascota del vecino... y te lo
dicen. Te lo dicen sin ningún asomo de vergüenza.
Lo perverso del timbreo
es que políticos que mantienen sus partidos cerrados a la participación y voto
de los afiliados, vayan a tu casa para asegurarse que te quedes ahí y dejes la
política en sus manos.
El factor inesperado en
este panorama que presenta el escenario actual de la política argentina, podría
surgir -como tantas otras veces- del peronismo y a partir de la designación de
Luis Barrionuevo como interventor del Partido Justicialista, tarea en la que lo
secundan Carlos Campolongo y Julio Bárbaro. Es cierto que se trata de un
triunvirato de gerontes y que algunas de las ideas que representan son
arcaicas, pero (siempre hay un "pero" desde que Juan José Passo tomó
la palabra en los días de Mayo) parecen haber entendido el sentido de
normalizar al PJ a través de algo que aborrece la casta política: la decisión
de los afiliados expresada a través de elecciones internas en Abril del 2019.
Hay quienes miran con
desconfianza a Luis Barrionuevo y otros que subestiman su capacidad política,
sin embargo uno de los cuadros más interesantes que guarda el peronismo, Analía
González, hizo una quirúrgica descripción del perfil del normalizador: "Barrionuevo es tan cuestionable como
lúcido e irreverente".
Si Luis Barrionuevo
logra normalizar el PJ llamando a los afilados para que voten en internas, aún
sabiendo que es abrir la caja de Pandora, el escenario político argentino
cambiaría sustancialmente. La democratización del PJ le daría la posibilidad de
sanear la representatividad de la dirigencia peronista, con un inevitable
efecto legitimidad que sería un problema para el resto de los partidos y en
especial el PRO, que nunca tuvo una interna de afiliados; cosa que, además, no
contempla ni siquiera como una remota posibilidad.
Si llegara a darse
jugada tan audaz, el efecto dominó de las internas peronistas podría provocar
internas de afiliados en todos los partidos, es decir sanear la base de la
representatividad política nacional, con lo que Luis Barrionuevo en otro giro
del destino ganaría lugar como un auténtico prócer de la democracia.
Mientras tanto
Argentina sigue padeciendo el peso de un "Estado ausente", que lejos
de ser tal es un Estado sobredimensionado que ha sido orientado por distintos
gobiernos a ocuparse de lo que no debe en perjuicio de la sociedad que lo
sustenta. No es ausencia, sino ineficacia planificada. A los adoctrinados
durante el régimen K y a los asustados por el "no se puede" de
Cambiemos, les cuesta entender a los liberales que de Vieytes en adelante
bregamos por un Estado limitado frente a la autonomía del individuo.
Los liberales seguimos
desperdigados, entre otras razones porque muchos prefieren quedarse encerrados
en su propios caprichos, con la comodidad que confiere ser un inmaculado
observador desde alguna torre de cristal. Y lo mismo aplica para nacionalistas,
conservadores y republicanos.
Tenemos que salir del
laberinto de la democracia fallida. Para cambiar la realidad y acercarla a
nuestro pensamiento, hay un frente en activa formación en el que somos bien
recibidos y que bien puede ser otro actor inesperado por la casta política en
el 2019 .
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