Culpas compartidas
Enrique G. Avogadro
Abogado.
"Le hizo pensar que contemplaba el mundo a través de la transparente
pátina del tiempo".
Leonardo Padura
Pensaba escribir mis impresiones sobre lo que sucedió
esta semana en la economía, pero ya han corrido ríos de tinta sobre ello,
producidos por quienes saben tanto más que yo, que me parece que sería impropio
y hasta atrevido.
En cambio, insistiré en mi frontal crítica a los
oportunistas de la política, calificativo que merecen tanto todas las
camaleónicas tribus peronistas, cuanto algunos desaprensivos integrantes del
propio oficialismo, que insisten en retrotraer a alguna época pasada los
precios de la energía en un país que carece de ella.
Tengo claro que, dados los anticipos salidos de la
Casa Rosada en cuanto a qué sucedería si el Congreso lograra consensuar algún
disparate por el estilo, lo que buscan es sólo hacerle pagar a Mauricio Macri
el costo político que el veto a una ley conlleva.
Pero el nuevo daño a la imagen del país estará
infligido, de cara a las recientes licitaciones en materia de energías
renovables, cuyos contratos se verían en peligro de alteración, y a la búsqueda
de nuevos inversores interesados en compartir proyectos de infraestructura con
participación público-privada. Argentina lleva dos años y medio intentando
reconstruir confianza a partir del desastre que, como en tantas otras materias,
dejó la década verdaderamente infame que terminó -¡vaya uno a saber por cuánto
tiempo!- en diciembre de 2015. Si nuestros representantes siguen jugando con
fuego dentro del polvorín, ¿qué insano vendrá a poner su dinero aquí, en
especial cuando las tasas en Estados Unidos se vuelven mensualmente más
atractivas?
Atar los precios de la energía al solo efecto de la
inflación, como propone ahora Sergio Massa, (o volver a los cuadros tarifarios
vigentes en la época de Cristina Elisabet Fernández, una propuesta de su Unión
Ciudadana y de la izquierda) significa dejar de acomodarlos a la realidad,
representada por los costos de explorar nuevos yacimientos, de extraer petróleo
y gas y refinarlos, de producir electricidad, de transportarlos y de
distribuirlos. Y sin esa justa recompensa, como sucedió cuando el kirchnerismo
decidió robarse YPF, las compañías desaparecerán de nuestra geografía y
retornará la escasez, traducida en cortes de suministro. ¿Eso queremos?
Porque -¡por Dios, seamos conscientes!- el mundo está
lleno de oportunidades para esta industria de enormes riesgos, incluso en
escenarios de graves conflictos, donde es más seguro invertir que aquí, donde
recaeremos en esa absoluta falta de seguridad jurídica que ha convertido a
Venezuela, que flota literalmente sobre un mar de petróleo, en el país más
miserable de América del Sur.
Pero la culpa no es exclusiva de quienes miran el
futuro con la vista puesta sólo en el limitado horizonte de las elecciones del
año próximo y vociferan propuestas populistas que les resultará imposible
cumplir sin caer en un nuevo default y en una hiperinflación por la vía de
emitir dinero sin respaldo alguno. La comparte un buen sector del Gobierno.
Aún el gradualismo que, correctamente, viene aplicando
desde que asumió, a costa de incrementar la dependencia de créditos de un
exterior que se está secando, golpea en los bolsillos de todos, acostumbrados
como estamos a creer que el santo padre Estado debe regalarnos todo para que
podamos seguir despilfarrando lo que no tenemos; el populismo consiguió
convencer a los argentinos que todo es gratis, aunque lo paguemos con la
presión impositiva más alta del mundo.
Pero, desde el Poder Ejecutivo se ha optado por no
comunicar y no informar adecuadamente el por qué de cada medida impopular que
se ve forzado a adoptar. Aunque parezca absurdo, y en su afán de no atosigar
como lo hacía la anterior inquilina de la Casa Rosada con sus cadenas
nacionales, olvidó que ella misma anunció, con total desparpajo, que vetaba la
ley que obligaba al Estado a ajustar las jubilaciones al 82% de los salarios de
la actividad; cuando la realidad impuso al Gobierno la necesidad de una modestísima
reforma previsional, como nadie lo explicó con total claridad, estalló la calle
movilizada por ese kirchnerismo desvergonzado y por la sempiterna izquierda
insurreccional.
Por eso me pregunto por qué, con racionalidad y
oportunidad, no se dan a conocer los verdaderos logros de esta gestión. Como
detalló Guillermo Oliveto recientemente, en el primer trimestre crecieron la
construcción (14,3% y, sólo en marzo, 8,3%), la producción de acero (20,6% en
ese mes), las ventas de pisos y revestimientos (17%), el cemento (13%), las
placas de yeso (12%), los sanitarios (8%), el asfalto vial (38%). Y no se trata
sólo de la enorme importancia de la obra pública, ya que el índice Construya,
que mide la evolución de los insumos para la construcción, creció 14% impulsada
por los créditos hipotecarios, una forma de financiar la compra de viviendas
que había desaparecido hace muchos años la Argentina; en la ciudad de Buenos
Aires, las ventas de inmuebles crecieron más del 30% en ese mismo período, y
35% en todo el país.
En materia de empleo, el sector de la construcción
generó un 11% más de puestos de trabajo, alcanzando los 450.000 registrados, y
superando por mucho al comercio (2,3%) y a los servicios financieros (1,6%). Y
qué decir de las numerosas obras públicas, reales y palpables, que la población
ha comenzado ya a disfrutar, sobre todo en lugares donde el asfalto, el agua
corriente y las cloacas siempre han sido vistos como inalcanzables.
Pero el Gobierno, inexplicablemente, calla. Y ese
enorme espacio de silencio lo ocupan, sobre todo a través de las redes sociales
a las cuales es tan afecto, los eternos miembros del "club del
helicóptero", que desparraman malas noticias o, lisa y llanamente, las
falsean. Esta misma semana, al menos hasta la fuerte reacción del viernes, se
cometió el mismo error de falta de comunicación y de información, que tanto
inquietó a los mercados.
Para concluir, quiero contribuir a defender la
libertad de prensa, cuyo día internacional se conmemoró precisamente el jueves,
ofreciéndole la posibilidad de ver el documental "Será Venganza",
cuya proyección estaba programada para ese mismo día en la Feria Internacional
del Libro, actividad que fue levantada por los directivos de ese gigantesco
mercado, aplicando la censura previa. Bastará con que pinche este link (https://tinyurl.com/y9trdb73), y lo difunda en la
medida de sus posibilidades; será la forma de evitar que el fascismo
kirchnerista que profesan los organizadores de la Feria tenga un nuevo éxito,
como cuando, hace algunos años, se impidió hablar a Mario Vargas Llosa o, la
semana anterior, a los ministros de Cultura de la Nación y de la Ciudad de Buenos
Aires.
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