Empatía, narrativas y política en América latina
César Yegres Guarache
Economista. MSc en Finanzas. Profesor universitario. Director Ejecutivo
de la Cámara de Comercio de Cumaná. Mención especial, Concurso Internacional de
Ensayos: Juan Bautista Alberdi: Ideas en Acción. A 200 Años de su Nacimiento
(1810-2010), organizado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.
@YegresGuarache / cyegres@udo.edu.ve
Una clase media en ascenso, superando
paulatinamente los elevados niveles de pobreza de otrora. Un entorno
macroeconómico sumamente estable -distante de brotes de inflación, endeudamiento
y déficits fiscales- que trata de conseguir la ruta del crecimiento sostenido,
basado en la diversificación productiva y la agregación de valor. En la esfera política, una insatisfacción
acentuada y creciente con la democracia y sus líderes.
A grandes rasgos, es el perfil medio del país
latinoamericano típico en la actualidad, con algunas excepciones claras, y
otras no tanto. Esto es lo que encontraría la recordada Mafalda, del
caricaturista argentino Quino, si en uno de sus ejercicios reflexivos frente al
globo terráqueo cerrara los ojos y escogiera con su dedo alguna nación de esa
región.
Lo más probable es que en dicha nación acabara
de realizarse o estuviera en la agenda cercana algún tipo de proceso comicial;
en efecto, el calendario electoral de 2017 a 2018 muestra 10 elecciones
presidenciales, 10 legislativas y 8 de mandatarios regionales en 13 países de
la región (Latinobarometro, 2017). No obstante, tantos ejercicios del voto no
son sinónimos directos de una democracia robusta. Muy al contrario, en una
tendencia sumamente preocupante, el votante latinoamericano común está
convencido que sus líderes políticos son unos mentirosos, corruptos e incapaces
(y, esto es cierto en no pocos casos), lo cual conduce a dos caminos: por un
lado, resignarse bajo la premisa que reza “esto no tiene solución”
absteniéndose de votar o participar en cualquier actividad política y, por el
otro, a creer en políticos emergentes, que se “venden” como algo novedoso, que
critican al status quo, prometen cambios radicales y apelan a los más
primitivos reflejos de nacionalismo. Ambas actitudes son terribles y atentan
contra la solidez institucional y el consecuente progreso de las naciones.
Parece un retroceso de 30 años, cuando se puso de moda la “antipolítica” en
esta parte del mundo.
El líder político que pretenda ser exitoso en
la América latina actual debe ser capaz de ponerse en los zapatos del
ciudadano, comprender su realidad cercana y construir una narrativa clara y
coherente del país posible, sin atajos fáciles ni alternativas diferentes a la
del trabajo, el ahorro y la inversión. Cualquier otra cosa, puede atentar
peligrosamente contra los avances que los latinoamericanos hemos logrado desde
la década de 1980´s.
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