Ponerle fin a etapas de atraso
Guillermo Lascano Quintana
Abogado.
Se va notando, en estos
tiempos, la tendencia, en quienes dicen ser receptores y orientadores de la
opinión pública, principalmente los medios masivos de difusión (radio,
televisión, internet en sus diferentes variantes) de criticar, a veces
severamente, al gobierno nacional, pero también a los gobiernos afines a
Cambiemos.
Eso está muy bien, por
diversas razones. En primer lugar, porque es el ejercicio de un derecho
constitucional propio de la democracia republicana. En segundo lugar, pues los
gobernantes muchas veces se equivocan y cometen errores que no sólo pueden sino
que deben ser criticados.
Sin embargo, hay que
ser cuidadoso y prudente cuando los pocos que opinan, critican, con la
pretensión de influir en el público generalmente poco informado, torciendo su
pensamiento y hasta su voluntad, generando un clima hostil al gobierno.
Es prudente recordar
que la voluntad popular ha sido, muchas veces, orientada por especuladores,
inmorales o simples embusteros, alumbrando movimientos de masas o de forajidos
capaces de torcer y hasta derrotar gobiernos legítimos o sembrando el terror.
También, debe decirse,
que la voluntad popular debe ser esclarecida, el pueblo educado, las verdades
dichas sin tapujos, para que se oriente hacia la paz y el progreso.
En 2015, se diga o no
se diga, se especule con el silencio o con la exageración, la República
Argentina estaba económicamente quebrada, socialmente empobrecida, militarmente
indefensa, su seguridad colapsada y su destino era similar al de algunas
naciones fallidas de libertades cercenadas, aliadas a proyectos extraños a
nuestra historia e intereses.
El pueblo entendió ese
estado y reaccionó votando por quienes se ofrecían como propiciadores de un
cambio copernicano.
El nuevo gobierno, sin
embargo, no hizo un balance de la situación heredada, tal vez porque le pareció
imprudente sembrar de pesimismo la nueva administración o quizás suponiendo que
la voluntad popular comprendería los sacrificios que sobrevendrían.
Y comenzó a administrar
el caos heredado, poniendo orden en algunas cosas y enfrentando otras más
complejas o difíciles de abordar. Contó, para ello, con la colaboración de las
fuerzas políticas opositoras.
Y créase o no, la
Argentina comenzó a funcionar como una república, sin las taras del gobierno
anterior, cambiando nuestra inserción en el concierto de las naciones, sin el
monopolio del espacio radial y televisivo por los embates de los gobernantes de
turno. Con alguna lentitud –porque se respetan las normas legales- se juzgaron
y se siguen juzgando los atropellos de la anterior administración y sus
secuaces.
El caos heredado era
mayúsculo, todos lo sabían, especialmente quienes gobernaron hasta diciembre de
2015 y algunas de las consecuencias de poner orden son las que generan las
dificultades presentes (persistencia de la inflación, ajustes tarifarios).
La opinión pública,
orientada por los pronosticadores de catástrofes, que solo venden sus noticias
sin son violentas, auguran derrotas deportivas o políticas y celebran los
conflictos, parece haberse “enojado” porque los ciudadanos debemos
pagar lo que cuesta la electricidad, el agua y el gas.
No voy a refutar esa
tontería canallesca para centrarme en la reacción de quienes hasta hace pocos
meses colaboraban con el gobierno en la sanción de leyes necesarias para
corregir los entuertos de los que también fueron cómplices. Me refiero a la
oposición justicialista.
Los justicialistas (neé
peronistas) están especulando con que el humor social supuestamente negativo
para el gobierno, los catapulte milagrosamente a triunfar en las elecciones de
2019.
Desde hace ya muchos
años y en varias ocasiones, los justicialistas, en sus distintas variantes y
vertientes, se han equivocado no solo en las desastrosas políticas que
impulsaron; también en la apreciación de la voluntad popular y en la selección
de personas para representar sus renacimientos.
Creer que “ordenando”
el partido va a renacer como opción en las elecciones de 2019, es una expresión
de deseos.
Pero también se
equivocan ahora pues los argentinos recordarán los desaguisados cometidos por
todos los gobiernos “peronistas” y sus nefastas consecuencias. Las jóvenes
generaciones, sobre todo, valoran el orden, la educación, la justicia y los
viejos pretendemos dejar un país mejor.
Pero, además, la
realidad económica es bien distinta de la que trasmiten los opositores y sus
secuaces. La obra pública florece como nunca, generando trabajo y actividad,
que además se refleja en mejoras tangibles para la gente. El producto bruto ha
crecido como no sucedía desde hace cerca de un lustro. Las compraventas de
inmuebles reflejan, al menos dos cosas, a saber: que la gente gana dinero
suficiente para tomar hipotecas o que decide invertir sus ahorros en ello. La
actividad comercial de bienes durables también ha crecido, tanto como el
turismo local. La construcción, con sus efectos sobre el empleo y el comercio
también ha crecido y sigue creciendo a tasas sorprendentes.
Con todas las
dificultades de una situación heredada y muchas décadas de errores, violencia,
demagogia y mentiras, tal vez haya llegado el momento de ponerle fin a etapas
de atraso para lo que es imprescindible conocer y difundir la realidad y
no las invenciones o especulaciones tendientes a desinformar e intentar
tergiversar la realidad.
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