La selección de fútbol representa a la Argentina del presente
Humberto Bonanata

Director de Notiar. Premio a la Libertad 2012, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.



 
Siempre menguante, dependiente de extraños, sin equipo ni propuestas propias, confusa y diletante, fuera del mundo competitivo, parte del azar como señal de futuro, con su mayor ídolo condenado por evasión fiscal, no existe similitud tan exacta entre la selección argentina de futbol con el pasado que Macri y el gobierno de Cambiemos desean superar.
 
La verdadera depresión de Messi es su futuro jurídico merced a su padre, su hermano y su Fundación. Un arrepentido podría delatar el manejo de los fondos de la O.N.G. de Lionel Messi manejados por su padre.
“Si la Audiencia Nacional española hace prosperar la denuncia, tanto el mito depresor de la selección argentina como su padre podrían ir a prisión”, conforme expuso el abogado Miguel Ángel Pierri en el canal de noticias “América 24”. La suma evadida sería de 150 millones de euros según el abogado denunciante.
Con casi sesenta años vividos recuerdo el “fuego sagrado” de equipos nacionales con hambre de victoria. Eran jugadores de equipos argentinos que trataban de “mostrase” al mundo para potenciar sus carreras deportivas pero –domingo a domingo- vivían y sentían la Argentina como nosotros.
Vestir la “celeste y blanca” era un honor que valía la pena. Los capitales árabes y la mafia rusa aún no lavaban sus dineros comprando sociedades anónimas europeas disfrazadas de clubes de futbol.
Si bien no era un mundo globalizado por las comunicaciones como el actual existían otras motivaciones como la de representar a sus países sin buscar sólo en ell dinero un fin en sí mismo.
Nuestros seleccionados de 1978, 1986 y 1990 son fiel ejemplo de ello.
El principio de autoridad –al margen de las críticas intestinas- era basal y se obedecía a los técnicos con valoración del respeto mutuo como pilar de la convivencia civilizada.
La degradación socio-cultural que nos legó el kirchnerato en sus 4581 malhabidos días de desgobierno puede evidenciarnos la base del principio de disgregación social que aún marca nuestras vidas, día a día.
Tomemos con ejemplo a la ciudad de Buenos Aires. La violación del principio constitucional de circular libremente se ha convertido en un sustento abrogatorio del derecho común. La “desuetudo” (costumbre que deroga leyes) es la norma que rige en una sociedad que viola sus propios derechos humanos al invadir y menoscabar la privacidad de terceros.Lamentablemente el temor al “fantasma peronista” es fiel reflejo en la ciudad, donde lo único acordado con los manifestantes de turno es evitar que corten el “Metrobus”. De allí en más todo está deshauciado al creer que un pseudo-progresismo permisivo del libertinaje de manifestar es superior a la libre circulación de una sociedad exhausta por la falta de protección coercitiva del Estado.
Imaginar que la recalificación de país fronterizo a emergente por parte del M.S.C.I. y el otorgamiento del mayor crédito concedido por el F.M.I. desde su creación en Bretton Woods (1944) fomentado in- péctore por Cristine Lagarde por el esfuerzo personal que reconoce en Mauricio Macri como piloto de tormentas, no puede hacernos olvidar que otra vez una macro devaluación del 57% desde mediados de diciembre hasta la fecha posibilitó licuar U$S 25.000 millones de nuestro déficit al margen de la caída estrepitosa del salario real de todos nosotros en sólo seis meses de 2018.
Recién comenzamos el invierno climatológico y económico.
Carecemos de un plan económico sustentable y más aún de una comunicación social por parte del gobierno que sepa explicar al ciudadano común las causas del sacrificio que debe afrontar.
No saben, ni quieren, ni pueden explicar que no tenemos moneda nacional y que sólo la liberación del dólar junto al peso como moneda de curso legal para todo tipo de transacciones permitiría lograr un éxito similar a Perú y un “efecto shock” al liberarse voluntariamente las divisas guardadas por argentinos en sus cajas de seguridad en nuestro país -estimadas en U$S 100.000 millones- e insertarlos al sistema financiero como sustento para motorizar la reactivación del crédito hipotecario, prendario, para PYMES, personal y empresario, a tasas razonables a efectos de inyectar al mercado divisas que hoy sólo sirven para el atesoramiento en defensa propia.
Perú en estos seis meses de revaluación mundial del dólar sólo devaluó un 2,3% y la inflación en 2017 alcanzó el 3,2%.
Para muestras en la economía latinoamericana basta “un Perú”.
Negarlo y continuar batallando en el gatopardismo constante de gran parte de nuestras últimas siete décadas como país sólo nos garantizará un nuevo fracaso.
Aún estamos a tiempo.
 

Últimos 5 Artículos del Autor
[Ver mas artículos del autor]