Nuestra desconocida y manipulada historia
Narciso Guaramato Parra
Economista venezolano. Fue Presidente del Núcleo de Economistas del Banco Central de Venezuela.
El pasado es tan desconocido como el futuro. Nuestro pasado conocido es relativamente corto, hasta que el hombre no pudo inventar un sistema de almacenamiento de información que permitiera la masificación del conocimiento, nuestra historia sólo era del conocimiento de una élite erudita, quienes, por venir de una fuente oral o por provecho propio, la manipulaban a su conveniencia “La Historia la Escriben los Vencedores” dice la conseja popular.
Un claro ejemplo de lo anterior lo tenemos en el supuesto analfabetismo del Gral. Juan Vicente Gómez. El relato, más o menos, es el siguiente: una vez, encontraron al Gral. Gómez leyendo un periódico al revés, cuando se lo advirtieron, el dictador sentenció: El que sabe leer, lo hace al derecho y al revés. Esta leyenda, totalmente falsa, tiene muchas probabilidades de haber nacido de la pluma del Novelista, ensayista, periodista y diplomático venezolano, José Rafael Pocaterra, autor de: “Memorias de un venezolano de la decadencia”, quien fuera acérrimo enemigo del Presidente venezolano. En referencia al tema, Jorge Olavarría señala: “… Sabemos que Gómez leía lo suficiente para entender un documento y escribía lo necesario para firmarlo…” (Olavarría. 2007. Gómez. Un enigma histórico. Fundación Olavarría).
Otro dicho popular nos indica que aquel que no conoce la historia, está condenado a repetirla una y otra vez, cono si fuera Sísifo. Cuenta en la Odisea, que en el infierno, Sísifo, astuto y mentiroso comerciante, fue obligado a cumplir su castigo, que consistía en empujar una piedra enorme cuesta arriba por una ladera empinada, pero antes de que alcanzase la cima de la colina la piedra siempre rodaba hacia abajo, y Sísifo tenía que empezar de nuevo desde el principio, una y otra vez.
¿A que, vienen estas reflexiones? A la lectura del excelente libro de la historiadora venezolana Inés Quintero “La criolla principal María Antonia Bolívar la hermana del Libertador” (2008. 4ta Edición. Aguilar). El leer estas valientes páginas, me indujo a pensar en dos temas, uno desconocido totalmente por mi parte y el otro conocido pero que la idolatría ha manipulado y transgiversado: Nos referimos al papel de la mujer y en general del pueblo venezolano durante la Guerra de Independencia y a la pobreza del libertador al momento de su muerte.
La guerra fue brutal en el suelo venezolano, familias enteras, clases sociales, desaparecieron. Caracas fue la única ciudad capital devastada por la naturaleza y las Hordas de Boves. Se puede decir que la guerra de emancipación fue librada básicamente en suelo venezolano. Por lo cual se tuvo que pagar un precio muy alto en vidas, propiedades y en 93 años de conflictos regionales (desde abril de 1810, hasta julio de 1903 cuando Gómez vence al último foco de rebelión por parte del caudillo oriental Nicolás Rolando en Ciudad Bolívar).
La gran cantidad de bajas venezolanas, llenó al país de viudas y huérfanos, esta es una de las explicaciones que se da a la resistencia de los militares venezolanos para acompañar a Bolívar a su campaña del sur, el cual culmina en Perú. Las mujeres venezolanas tuvieron que afrontar la administración de las propiedades familiares, la educación de los hijos y la búsqueda del alimento diario.
Un claro ejemplo de esta situación, la podemos observar en la vida de María Antonia Bolívar, mujer atrapada en dos mundos. Su naturaleza, su condición social y sus creencias, la llevaron a ir en contra de las ideas libertarias de su hermano. Era una realista, estaba a favor de la corona Española, pero no le quedó más remedio que abandonar todo lo que tenía y acompañar a su hermano, en la huía a oriente, y Salir al exilio, cuando las tropas de Boves llegaron a Caracas. El apellido de Bolívar era una marca peligrosa para su vida. Al finalizar la Guerra pudo regresar para recatar el patrimonio familiar y administrarlo.
Aquí podemos empatar esta reflexión con la segunda, la pobreza de Simón Bolívar al momento de su muerte. Es verdad que el libertador era generoso pero no era ningún tonto. A pesar de las múltiples preocupaciones que le generaban su cargo. Bolívar siempre estuvo pendiente, como heredero principal (su hermano mayor Juan Vicente murió en un naufragio a principios de la guerra) del patrimonio familiar. Primeramente le dio un poder a su sobrino Anacleto Bolívar y ante la incapacidad de este, se lo revocó, dándoselo a María Antonia. El poder dado a su hermana, le garantizó al Libertador, el pago de su deudas y una renta de 30.000 pesos. (2008. Ob. Cit.:85)
Al momento de su fallecimiento, bolívar contaba como único patrimonio la minas de Aroa, las cuales estaban en proceso de venta y negociadas con la empresa “The Bolívar Mining Association”. Los términos del contrato establecían que, por un período de nueve años, la empresa explotaría las minas y pagaría por ello un arrendamiento de 10.000 pesos anuales los primeros tres años y trece mil pesos los restantes años. Igualmente, para garantizar el contrato se le haría entrega al libertador 5.000 pesos mientras se resolvía el papeleo. Lamentablemente Bolívar, no vivió para ver cristalizada la venta de las minas, la cual aconteció en febrero de 1832. El precio de venta fue finalmente de 38.000 libras esterlinas, suma equivalente en la actualidad a 1.985.157,66 libras. (2008:160)
De la misma forma, en el inventario realizado al equipaje de Simón Bolívar, se valoró en 12.028 pesos y 6 reales y medio. El mismo estaba conformado por piezas de oro, de plata, medallas y condecoraciones y diversos objetos de uso personal.
Recordemos que el Libertador era un hombre que amaba la buena vida. El gustaba darse sus lujos de vez en cuando y como buen estratega planeaba su futuro. Parece olvidarse, y en el peor de los casos ignorarse, que cuando murió en Santa Marta iba camino al exilio en Europa ¿de que pensaba vivir?¿con que recursos contaba? Lo señalado anteriormente nos puede dar una idea al respecto. Así que no hay nada que ratifique la supuesta pobreza de Bolívar al momento de su muerte.
La moraleja de todo lo indicado anteriormente, es algo que siempre le he indicado a mis alumnos: Si quieren aprender, cuestionen todo lo que les digan, no den por hecho, investiguen y lean con la mente abierta y obtengan su verdad. El libro de Inés Quintero puede ser un feliz comienzo.
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