Burguesía del mundo, ¡uníos!
Oliver Wiseman
Editor de Cap X (Reino Unido).



Si la vida es lo que pasa cuando estás ocupado haciendo otras cosas, entonces el progreso es lo que pasa cuando estamos ocupados discutiendo acerca de la política.
La noticia más importante de las últimas semanas no tiene que ver con Brexit Brett Kavanaugh. Ni siquiera logró ocupar la primera página y no causó una conmoción en las redes sociales. Fue un hito que constituyó no un gran salto hacia adelante, sino cientos de millones de pasos en la dirección correcta.
Me refiero al hecho de que, desde principios de este mes, más de la mitad de la población mundial pertenece a la clase media.
Homi Kharas y Kristofer Hamel, dos de los investigadores detrás de este trabajo, realizado bajo auspicios del Laboratorio Mundial de Datos, caracterizan a la clase media global como aquella a la que pertenecen los individuos que tienen suficiente ingreso discrecional para comprar bienes de consumo duraderos como refrigeradoras y motocicletas; que son capaces de gastar dinero en entretenimiento como paseos al cine; y que son relativamente seguros de que pueden soportar un shock económico sin recaer en la pobreza extrema.
La medida más precisa que utilizan son los ingresos entre $11 y $110 al día en torno a una paridad de poder de compra de 2011.
Los investigadores dividen la población mundial en cuatro grupos. Ellos estiman que 600 millones de personas son pobres (viven con menos de $1,90 al día); 3,2 mil millones de personas son financieramente vulnerables (viven con un ingreso de entre $1,90 y $11 al día); 3,6 mil millones de personas satisfacen su definición de clase media y 200 millones de personas son ricas (viven con más de $110 al día).
Explicando la importancia de lo que ellos están describiendo, Kharas y Hamel no escatiman sus palabras: “Por primera vez desde que la civilización basada en la agricultura empezó hace 10.000 años atrás, la mayoría de la humanidad ya no es pobre o vulnerable a recaer en ella”.
La perspectiva de ellos acerca de la rapidez con que el mundo está mejorando es refrescante. Cuando se trata de elevar la calidad de vida, el enfoque usualmente está —y es comprensible— en el colapso del número de personas que viven debajo de la pobreza extrema. Pero el crecimiento de la clase media es probablemente una tendencia más impresionante. Según los cálculos de Kharas y Hamel, una persona sale de la pobreza extrema cada segundo mientras que cinco personas por segundo ingresan a la clase media. La clase de los ricos también está creciendo, pero a una tasa de una persona cada dos segundos.
Cuando la caída de la pobreza extrema es citada como evidencia del poder de los mercados para mejorar la calidad de vida, la respuesta más cómoda —y más común— es cuestionar la importancia de que los muy pobres se vuelvan solo un poco menos pobres. El trabajo del Laboratorio Mundial de Datos muestra precisamente qué tanto ese argumento no solo ignora el punto, sino que también está reñido con los hechos.
El estudio afirma que casi nueve de cada diez de los próximos mil millones de consumidores vivirán en Asia, donde se han dado la liberalización de mercado y la adopción del comercio global en India y en China, y donde continuarán siendo unas fuerzas transformadora. En 2030, ellos estiman que el poder de gasto de la clase media de EE.UU. todavía será la mayor del mundo, ubicándose en $16 billones (“trillions” en inglés). Pero India y China casi la habrán alcanzado, con sus mercados de clase media valiendo $12 billones y $14 billones, respectivamente.
Las consecuencias de este cambio para las empresas son profundas. Como Kharas y Hamel lo dijeron: “No es un accidente que el último éxito de Hollywood se llame Crazy Rich Asians(Asiáticos Locos y Ricos) o que estén de subida las multinacionales asiáticas que han construido una marca doméstica y ahora están buscando competir en el extranjero”.
¿Qué hay de las implicaciones políticas de este hito de la clase media? Aquí hay una paradoja. Una creciente clase media no sorprende que implique una población más contenta, así que la tendencia es una fuente de estabilidad. Si las personas de repente tienen algo que perder, es menos probable que se unan a una revolución o a una guerra civil. Pero los ciudadanos de la clase media también se convierten en electores exigentes, insistiendo que haya mejores servicios públicos, y protecciones sociales más generosas, entre otras cosas.
No obstante, es preocupante que el auge de la clase media en China no ha venido acompañado de demandas de reforma política como muchos deseábamos. Ese cambio puede que todavía se de, pero —por ahora— cientos de millones de ciudadanos chinos están contentos con vivir la vida de burgueses en una estado de un partido único. Eso debería hacer reflexionar a aquellos que dicen que hay un nexo inseparable entre el progreso económico y la libertad política.
Sin embargo, un nexo que existe más allá de cualquier duda es aquel entre la economía liberal, el comercio y la globalización y el impresionante aumento en la calidad de vida a nivel mundial que está sucediendo en este momento de la historia de la humanidad.


Este artículo fue publicado originalmente en Cap X (Reino Unido) el 6 de octubre de 2018 y en Cato Institute.
 

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