Perón, Trump, Bolsonaro… ¿y ahora qué?

Rogelio López Guillemain
Autor del libro "La rebelión de los mansos", entre otras obras. Médico Cirujano. Especialista en Cirugía Plástica. Especialista
en Cirugía General. Jefe del servicio de Quirófano del Hospital Domingo Funes,
Córdoba. Director del Centro de Formación de Cirugía del Domingo Funes
(reconocido por CONEAU). Productor y conductor de "Sucesos de nuestra
historia" por radio sucesos, Córdoba.
¿Es posible encontrar semejanzas entre estos
personajes? Veamos.
Aclaro que mi interés en este escrito, no es
hacer valoraciones éticas de los procesos y menos aún de los actores, sino pretendo
analizar los porqués.
Sin dudas, los tres presidentes mencionados,
poseen (Perón murió, pero por agilidad literaria lo trataré en presente) un
carácter fuerte, asertivo, arrollador; todos caudillos en los que los
ciudadanos (al menos una parte mayoritaria), depositaron un claro propósito
reivindicatorio.
Los tres son populistas de derecha,
representantes de una ideología que, en condiciones de estabilidad y
convivencia armónica y pacífica, no tienen un caudal electoral significativo.
Perón captó el sentimiento de menoscabo de un
conjunto de argentinos, que más allá de encontrarse en una situación económica
igual o mejor que la de los países europeos (países de los que ellos o sus
padres emigraron), “sentían”, en gran
parte con razón, que sus opiniones no valían.
Durante siglos, en todo el mundo, la política
perteneció al grupo de ciudadanos con estudios superiores y con tiempo y
recursos suficientes para dedicarse a “la
cosa pública”. Las personas que no
contaban con estas condiciones, focalizaban sus esfuerzos en satisfacer sus
necesidades básicas y quizás un poco más; dicho esfuerzo, les demandaba todas
las horas del día, todos los días del año y los alejaba de la vida política.
En el mundo, esta situación de dedicación
exclusiva al trabajo para poder sobrevivir fue cambiando, tal como lo muestra
este cuadro comparativo de Gran Bretaña
Año
|
desocupación
|
Horas
trabajo semanal
|
Ganancia
por hora
|
Ganancia
anual (PBI)
|
1785
|
60%
|
62
|
1,29 u$s
|
1.505 u$s
|
1950
|
55%
|
40
|
7,86 u$s
|
6.847 u$s
|
2000
|
50%
|
30
|
28,71 u$s
|
19.817 u$s
|
En Argentina, desde principios del siglo XX, la
situación económica de los asalariados mejoró en forma consistente (en 1895,
Argentina tenía el PBI per cápita más alto del mundo); así como también
mejoraron las condiciones laborales, valgan como ejemplo las siguientes leyes:
Ley 4661 (1905, Roca), descanso dominical.
Ley 5291 (1907, Figueroa Alcorta), regulación
del trabajo de mujeres y niños.
Ley 9688 (1915, Saenz Peña), accidentes de
trabajo.
Ley 11 289, (1923, Alvear), jubilación
universal y obligatoria.
Ley 11.544 (1929, Yrigoyen), jornada diaria de
8 horas o 48 horas semanales.
Ley 11640 (1932, Justo), sábado inglés o media
jornada.
Ley 11.723 (1933, Justo), indemnizaciones y
vacaciones pagas.
Ley 11.933 (1934, Justo), licencia por
maternidad.
No pretendo evaluar si estas leyes eran o no
justas; lo quiero remarcar, es que el tiempo de ocio y los ingresos (salarios)
de los “trabajadores”, crecieron más
rápido que lo que lo hizo la consideración para con ellos de parte de la “oligarquía”. Los asalariados comenzaban a ambicionar una
participación activa en los acontecimientos y en las decisiones públicas.
Ni los socialistas, ni los comunistas, ni los
anarquistas, supieron descifrar el anhelo de este segmento de la población, que
no se focalizaba en consignas revolucionarias, ni en reivindicaciones laborales
o económicas (conseguidas varios años antes); tan sólo pretendían un trato
social y ciudadano más “igualitario” y
justo. Perón interpretó este
sentimiento.
Donald Trump también supo interpretar al
norteamericano medio, el del “país
profundo”; aquel que veía estancado su desarrollo económico (los “yankies” protestantes son más “materialistas” y menos “sentimentales” que los criollos
católicos), que veía el aumento en los impuestos (menos plata en el bolsillo) y
que veía que sus contribuciones se destinaban para acciones “políticamente correctas” que no forman
parte de los idearios fundamentales del país del norte: “self made man” y “my
decision, not your business” (cada cual es artífice de su destino y mis
decisiones no son tu problema).
La política inmigratoria fue otro de los
fuertes de Trump. Los norteamericanos
son muy respetuosos de su privacidad y de su casa; para ir a visitar a un amigo
(incluso un amigo íntimo), debe “combinarse”
una cita. Pues resulta que también son
muy patriotas y en una clara analogía, no les gusta que “gente extraña” les “invada”
su hogar patrio.
¿Y Bolsonaro?
Los dos pilares que parecen sustentar su éxito, son su clara y
terminante posición en contra de la delincuencia común y de la corrupción.
Por un lado el ciudadano de a pie, cansado de
pagar con sus bienes o con su vida, el tributo que imponen los malhechores,
dueños de las calles; y por el otro los sectores trabajadores (empresarios,
empleados y cuenta partistas), hartos de los negociados que todo Brasil debe
solventar; vieron reflejadas en el discurso llano y directo de este
extrovertido político, tanto sus desvelos como también una decidida y
contundente propuesta para terminar con esos flagelos.
Es posible que tanto Trump como Bolsonaro, sean
más en lo discursivo que en lo efectivo… pero esta característica no le es
ajena a todos los políticos.
En Argentina, Macri no alcanzó a encarnar este perfil
de personaje. Su discurso resultó muy
tibio y sus políticas casi heladas; pero aun así, se convirtió en la “opción menos mala” de todo lo malo.
Ahora pregunto.
¿Estará nuestro país esperando un Bolsonaro? ¿Estará nuestro país preparado para un
Bolsonaro? Sólo el tiempo lo dirá.
Llevamos muchas décadas padeciendo El Imperio
de la Decadencia Argentina, tanto que “se
les ha hecho carne” a muchos argentinos; sin embargo, asoman en el
horizonte algunos destellos de esperanza, personificados principalmente en
analistas “políticamente incorrectos”. ¿Será esto suficiente para desatar en nuestra
patria La Rebelión de los Mansos?
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