Ineptitud y crisis
Manuel Suárez-Mier
Profesor de Economía de American University en Washington, DC.


He tenido un intenso debate con colegas que apoyan parte del programa económico de Donald Trump, como reducir impuestos, sustentando que su gestión, tarde o temprano, iba a llevar a mayúsculas crisis económica y política en EE.UU., pronóstico que puede concretarse pronto en los mercados financieros.
Después de un breve pánico inicial cuando Trump fue electo, los inversionistas se persuadieron que su retórica demagógica y populista no iba a resultar en políticas idóneas porque “los adultos” en su gobierno se lo impedirían de una u otra forma, y seguiría una agenda favorable para los ricos y los inversionistas.
Ello hizo que las bolsas de valores subieran como la espuma, lo que el ignaro Presidente presumía como su triunfo personal, pero todo esto ha cambiado conforme cada vez más personas y empresas se convencen que Trump, errático e inculto como es, comete errores cada vez más costosos en todos los ámbitos.
Frente a una larga lista de “adultos” en su gobierno que se han marchado o los ha corrido, como fue el caso del respetado secretario de Defensa James Mattis la semana pasada, es cada vez más claro que el chivo en la cristalería no está amarrado y que nadie lo detendrá para evitar mayores desaguisados.
En las últimas tres semanas el índice Dow-Jones cayó 4 mil puntos mientras el orate de la Casa Blanca amaga con despedir a Jerome Powell, presidente de la Junta de Gobierno del banco central, y su secretario del Tesoro mete la pata al llamar a los principales bancos el fin de semana para preguntarles si tenían liquidez suficiente para abrir el lunes 24, lo que previsiblemente atizó el pánico.
Su pleito con el presidente del Fed se debe a que está recogiendo la enorme liquidez que había sembrado desde la Gran Depresión iniciada en 2007, tanto vendiendo activos de su abultado balance –que se ha reducido en tan sólo 9,1%– como aumentando poco a poco las tasas de interés bajo su control.
Esta política monetaria más prudente es indispensable porque variables económicas como las tasas de crecimiento económico y de desempleo, alcanzaron niveles satisfactorios y aunque no hay todavía indicios de inflación, es necesario que el Fed recoja velas y se prepare para la próxima recesión.
Pero también están las guerras comerciales iniciadas por “tariff man”, como gusta llamarse Trump, que un día anuncia que ya hay pactos con China o que el nuevo arreglo comercial de Norteamérica va por buen camino, para decir lo opuesto al día siguiente y proferir renovadas amenazas proteccionistas.
A todo esto se suma su necia insistencia de exigir 5 mil millones de dólares para el muro fronterizo, lo que causó el cierre parcial del gobierno al no llegarse a un acuerdo con el Congreso en el presupuesto del año próximo, necedad que al fin le está haciendo perder el apoyo de legisladores de su propio partido.
No hay que olvidar tampoco el gigantesco hoyo fiscal que creó su reducción impositiva, que supuestamente se iba a pagar con mucho mayor crecimiento económico, lo que no ha ocurrido ni ocurrirá, por lo que el déficit público sigue creciendo y el cociente bruto de deuda a PIB alcanzó 104% en septiembre.
A esta larga lista de políticas erradas, necedades y exabruptos hay que sumar la paranoia creciente de Trump ante las 17 indagaciones en su contra por los gobiernos federal y de varios estados. Lo que sorprende es que la incertidumbre generada, el peor enemigo de los mercados, no los haya afectado aún más.
En abril pasado esta columna afirmó que Trump y nuestro hoy Presidente eran hermanos siameses y que sus personalidades eran idénticas, lo que es hoy aún más evidente y explica que se hayan llevado tan bien desde que iniciaron contacto, lo que será la causa de graves desgracias futuras para ambos países.


Este artículo fue publicado originalmente en Asuntos Capitales (México) el 31 de diciembre de 2018 y en Cato Institute.
 

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