¿Por qué la Argentina resulta tan volátil?
Enrique Blasco Garma
Economista.



El 2018 fue otro episodio de nuestra increíble incertidumbre. En enero de 2018, la encuesta REM del BCRA presagiaba una inflación del 16,5% para todo el año, crecimiento del PBI de 3%, y un dólar a diciembre de $22. Terminado el año, ningún país mostró desvíos tan pronunciados de la realidad.
Para entender el problema pensemos la economía como un sistema de flujos y stocks. En cualquier sistema de corrientes de agua, las fluctuaciones de los flujos elevan o reducen los niveles de los stocks. Para que no haya desbordes, los reservorios de almacenamiento deben poder variar, para acomodar las variaciones de las corrientes. Cuánto mayores las reservas de volumen para acomodar las fluctuaciones más estable el sistema. Cuánto más reducidas, más inestable el sistema.
Por décadas de desencantos y frustraciones, la Argentina enfrenta una realidad de reservas sumamente estrechas. Cualquier variación de los flujos de ingresos y pagos desnuda reservas inexistentes. Cayó la demanda extranjera de deuda pública y también la producción del agro, afectada por una reconocida sequía, y no hubo quien aportara reservas (créditos) para cubrir el bache. El Estado gastó un poco más de lo previsto y no tuvo quien prestara una suma reducida. Esta falta de reservas y créditos viene ocurriendo desde hace demasiado tiempo. Todas las crisis resultan de esa ausencia tan pronunciada.
Muchos países enfrentan déficit mayores que los nuestros sin consecuencias dramáticas. EE.UU. y Japón, los países con crédito más amplio, acusan déficit fiscales del 3,5% del PBI, una deuda pública del 106% y 252% del PBI, respectivamente. Mientras la deuda pública argentina es muy reducida. Por suerte, en 2018, el FMI nos suministró un socorro de tamaño inusual, salvándonos del abismo.
La ausencia de reservas y créditos emerge de la desprotección a las propiedades en el país. Los dirigentes políticos no reconocen que, si bien las elecciones se ganan con los votos de la gente, la convivencia y prosperidad se ganan respetando las propiedades de la gente. Permanentemente desconocen compromisos que respaldan propiedades. El Gobierno alienta un blanqueo de capitales para atraerlos. Una vez conocido el resultado impone tributos inesperados, que había prometido no aplicar. En 1994, el estado estableció un sistema de jubilaciones privadas; en 2008 se apoderó de los ahorros aportados. Privatizaron empresas y luego las expropiaron, de hecho o derecho. Alentaron depósitos bancarios en dólares, en 1992; en 2002 los pesificaron. La ley de 1992, prometieron precios de combustibles y tarifas competitivas; a partir de 2003 fue echando atrás los incentivos.
Otra fuente de incertidumbre es no aceptar que utilizamos al dólar como la moneda de muchas transacciones. Los gobernantes insisten en no reconocer el sistema bimonetario decidido por la gente.
Que gobiernos democráticos desconozcan los derechos de propiedad de su pueblo se traduce en desconfianza y la ausencia de reservas del país. Por eso somos tan volátiles, inciertos, y continuamente nos empobrecemos.


Publicado en Ámbito Financiero.

 

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