¿Gobernando en el vacío? A 10 meses de una nueva elección presidencial
Javier Cubillas
Analista de Asuntos Públicos, Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


Peter Mair, uno de los más grandes teóricos de sistemas de partidos y regímenes de gobierno se planteó hace más de una década en el ensayo ¿Gobernar el vacío? El proceso de vaciado de las democracias occidentales, qué ocurre en las sociedades occidentales que habiendo triunfado estos regímenes no logran afianzar o sostener dinámicas representativas y participativas abonando actualmente tendencias hacia una desafección y crisis de legitimidad que debilita a los partidos y refuerza nuevamente a propuestas y gobiernos populistas o elitistas.
 
Si bien el autor no da una respuesta final, dada la complejidad obvia, si encuadra genéricamente a la problemática en cuestiones que bien conocemos en la Argentina: poco interés, poca participación, poca asunción de responsabilidad, más movilizaciones inorgánicas y más partidos políticos como organismos de gobierno y menos de representación. Algo así como una fórmula de gobernabilidad que suma más grupos encumbrados (Ej: Ya tenemos un gobernador PJ-K que iría por su séptima gobernación en Formosa) y menos pueblo en los términos de las Ciencias Políticas.
 
Asumiendo que esto es así y que es una radiografía de época occidental a la que sólo resta sumarle el fenómeno de las nuevas tecnologías de la comunicación y la inmediatez que provocan, podemos pensar en problematizar y recontextualizar el escenario en particular que nos tocará vivir en los próximos meses de cara a una nueva etapa signada por la importancia de elecciones provinciales a gobernador y la nacional a presidente.
 
Ingresando en esa particularidad es que la pregunta ¿Gobernando en el vacío? se torna en extremo radical para el régimen de gobierno argentino. Además de todas las cuestiones propias de época en materia de liderazgos, partidos y de comunicación, nos vemos inmersos en una opinión pública que mayoritariamente sostiene una perspectiva económica critica que condiciona sustancialmente a las anteriores, incluso desde posiciones anti democráticas.
 
En este sentido el vacío no es metafórico, no es un término simbólico, es una posibilidad que tiene mucho de realidad cercana a la que no se puede dejar de atender efectivamente no sólo por la latente posibilidad de posiciones y oposiciones con versiones de profecías auto-cumplidas, cisnes negros o semejantes sino porque la propia autoridad debe reconstruir con verosimilitud y praxis su reputación en el mercado interno y regional para inyectar confianza y previsibilidad. 
 
Así, el vacío económico financiero de nuestro sistema productivo entendido como una crisis por malas decisiones del sistema político, es un escenario potencial que tendría un impacto inconmensurable para la visión e identidad de los ciudadanos –y posteriormente también para la historia política argentina- que al menos desde la vuelta a la democracia valora positivamente la viabilidad de nuestra sociedad desde una perspectiva relativamente integrada, plural, sin reales grietas sectoriales o culturales. 
 
Es claro entonces que, el mes de diciembre último y lo días que llevamos transcurridos de este enero 2019, nos encuentra pacíficos y pacientes en materia de demandas pudiendo haber atravesado un final de año mucho más complejo en materia social y con un nivel de conflictividad realmente elocuente de parte de los representados. Es realmente un tiempo de gracia y no un tiempo ganado para los poderes ejecutivos, a no confundirse.
 
En esta línea, el futuro inmediato abre interrogantes económicos que esperamos se resuelvan no condicionando la legitimidad del sistema de partidos y electoral poniéndolo en jaque. La clave sigue siendo entender que el vacío vivido en el 2001 estuvo dado esencialmente por la inviabilidad de la economía privada -que es la actividad que sostiene sustantivamente el crecimiento social- y no como el relato imperativo político de la época instaló: La crisis y el afectado fue el Estado en su dimensión económico financiera. En verdad, fueron las decisiones políticas ineficaces de una variante más del peronismo – inaugurando la época de personalismos mediáticos con relatos mágicos e inmediatistas- que rompieron una vez más las reglas de juego y volvieron inviable al mercado interno y toda posibilidad de comercio exterior. Por ello, corresponde recordar que la responsabilidad primaria fue de la política que llevó a la crisis al sector privado y de ahí la inexistencia posterior de las políticas publicas que volvieran visible y presente a un Estado. La crisis fue en el sector privado pero no del sector privado.
 
Resumiendo, el vacío es real y cercano si el futuro no se vuelve a llenar de confianza ciudadana y demandas programáticas de ofertas electorales de gestiones de gobierno que modernicen al Estado en pos de la facilitación de la ampliación de la sociedad civil, los emprendedores y las empresas que sustentablemente -es decir con reglas de Estado de Derecho estables y pro mercado- produzcan de modo sostenido y primariamente lo que más necesita Argentina para crecer: innovación, aperturas de mercados e inversión. Sólo después obtendremos un mayor ingreso de dólares que podrá ampliar el mercado de trabajo y el de consumo.
 
Esperemos que no se vuelvan a poner patas para arriba a las dinámicas individuales productivas y sociales relacionadas con el comercio internacional desde las dogmáticas y cerradas miopías intervencionistas .

 

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