Seis hombres (y medio) y un destino
Carlos Alberto Montaner
Abogado, escritor, periodista. Miembro del Consejo Internacional de la Fundación Atlas para una Sociedad Libre.



Maduro se tendrá que ir pacíficamente, o morirá como consecuencia de un ataque de su propio grupo, como le ocurrió a Maurice Bishop. Veamos a seis de los factores clave del conflicto.
Juan Guaidó, Presidente de la Asamblea Nacional y Presidente de Venezuela en funciones hasta que se celebren unas elecciones. Tiene el respaldo de la OEA y de 20 naciones importantes. Entre ellas, las mayores o más acreditadas democracias: Canadá, Estados Unidos, Inglaterra o Suiza. También Brasil, Colombia, Argentina, Chile, Perú, Ecuador y Paraguay. Pero tiene en contra no sólo a Maduro y su banda, sino también, secretamente, a parte de sus compañeros que desearían ser candidatos y ganar las elecciones frente al chavismo. Para ellos sería tranquilizador que Guaidó anunciara unas primarias en las que no participaría. Como es joven le sobran tiempo y condiciones para ser Presidente.
Nicolás Maduro tiene una bien ganada fama de idiota. Eso es muy grave para sus aliados. Al Príncipe se le teme o respeta. A Maduro ni lo temen ni lo respetan, pese a la violencia que suele acompañarlo. Y los venezolanos tienen buenas razones para ello. Es muy difícil temer o respetar a un sujeto que habla con los pájaros. La inflación es el rayo que no cesa. Ha pulverizado los salarios, los alimentos, las medicinas. Falta el agua, la electricidad, fallan los teléfonos o la Internet. A veces falta hasta el petróleo. El país está quebrado y se deshace. El 64% de los venezolanos perdieron 11 kilos en el 2017. Más de 24 libras. Frente a este cuadro que ha provocado el éxodo de tres millones de venezolanos desesperados, Maduro responde con “truquitos” económicos como el petro, una moneda virtual que no sirve para nada.
Luis Almagro es el mayor aliado de Juan Guaidó y de los venezolanos libres. Se los ha echado a la espalda, como Cristo a la cruz, con la intención de salvarlos de sus pecados políticos. Procede de la izquierda y eso es conveniente. Es uruguayo. Viene de un país pequeño y decente que, lamentablemente, se ha alineado con Maduro, lo que le costará votos en las elecciones presidenciales a esa izquierda carnívora que gobierna en Montevideo. Nadie en sus cabales acusará a Almagro de venderse a Wall Street o al imperialismo yanqui. Sin embargo, sus antiguos camaradas lo expulsaron de la secta sin siquiera escucharlo. Nunca tantos le debieron tanto a una sola persona.
Donald Trump no es santo de mi devoción, pero no hay duda de que en el tema venezolano se ha comportado como un estadista comprometido con la democracia y los Derechos Humanos y eso es de agradecer. Es verdad que la política venezolana de la administración de Trump la han trazado el senador Marcos Rubio, el Secretario Mike Pompeo, el congresista Mario Díaz-Balart y el vicepresidente Mike Pence, pero sin el respaldo de Trump todo sería inútil y los chavistas y sus cómplices podrían asesinar o encarcelar a los miembros de la Asamblea Nacional. En síntesis: si Trump mantiene firme su respaldo a Guaidó, la Asamblea Nacional tiene todas las de ganar.
Raúl Castro y Miguel Díaz-Canel (el medio hombre) saben que es cuestión de tiempo, de poco tiempo, el desmoronamiento del régimen de Maduro si no hacen algo urgentemente. Los dos –y casi toda la estructura de poder cubana– tienen una pésima opinión de Maduro como hombre de Estado. Les parece un buen muchacho medio tonto. La Habana le tiene pánico a un enfrentamiento con Estados Unidos y verse arrastrada al conflicto por la incapacidad de la colonia. Todavía recuerdan lo que les sucedió en Grenada en 1983 cuando se enfrentaron a los marines. Eran 800 cubanos que corrieron velozmente. Ahora se trata de casi cien mil, incluidos los médicos, el personal sanitario y los millares dedicados a labores de contrainteligencia. Aunque “los cubanos” saben que su mejor opción es continuar esquilmando a los venezolanos, están preparados para retirarse ordenadamente ante la posibilidad de chocar con los norteamericanos.
Vladimir Putin ha saltado a la crisis venezolana en respaldo de Maduro y ha amenazado a Estados Unidos. Esa torpeza garantiza que Trump ya no puede abandonar Venezuela sin sufrir una grave pérdida de credibilidad. O sea: se quedará. En realidad, Putin quiere restaurar el prestigio de la Federación Rusa y cobrar las deudas contraídas por Venezuela, pero sin llegar a un enfrentamiento con Washington. Rusia tiene la estructura económica de un país del tercer mundo. Exporta gas, petróleo, madera e importa productos elaborados. Se trata del país mayor del planeta, con 144 millones de habitantes, pero con un PIB per cápita semejante al de Costa Rica. El PIB de USA es casi 20 billones (trillones en inglés). El de Rusia es aproximadamente el de Corea del Sur (más o menos 1.6 billones). Es un país pobre. Maduro le rogó que acudiera para amedrentar a los americanos. No podrá. Es un falso guardaespaldas.


Este artículo fue publicado originalmente en El Blog de Carlos Alberto Montaner (EE.UU.) el 26 de enero de 2019 y en Cato Institute.

 

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