Reflexiones en un año electoral: Responsabilidad individual y libertad para que Argentina crezca

Eduardo Maschwitz
Presidente del Consejo de Administración de la Fundación Atlas para una Sociedad Libre. Premio
a la Libertad 2007, Fundación Atlas para una Sociedad Libre.
Este es un año electoral y parece un buen momento para
que nos pongamos a pensar quién nos gustaría que nos represente, con qué
políticas públicas, con qué proyecto de país, en qué lugar debería ubicar al individuo,
a la libertad, a la intervención y las funciones del estado, cuál sería la
relación entre el sector privado y el público, así como los límites que debería
enfrentar el gobierno, entre otras cuestiones. Sería bueno discutir menos sobre
si me gusta el candidato tal o cual, y llevar los debates a las ideas.
Seguramente no exista un candidato o partido que esté alineado con todo lo que
uno quisiera, pero ir por todo (o nada) no es una alternativa posible.
Hay muchos temas para debatir y para analizar sobre
que propuestas nos ofrecen los candidatos. Aquí me referiré a tres temas que me
parecen relevantes:
Impuestos y regulaciones
Tenemos proyectado para 2019 un record de presión
impositiva -medida como porcentaje del PBI- y probablemente seamos campeones
mundiales en presión tributaria, al sumar cargas sociales, inflación y
servicios a pagar dos veces por no servir algunos de los provistos por el
estado. Nadie duda que hay que pagar impuestos y que con ellos hay que sostener
los bienes públicos y los servicios esenciales que debe brindar un estado, seguridad
interior y exterior y justicia independiente, siendo a partir de aquí todas
opciones que podemos elegir quien debe realizarlas.
La mayoría de los servicios que hoy provee el estado,
perfectamente podrían darlo los privados con contratos libres entre ellos, o
también con el sector privado compitiendo con el público siendo el público una
alternativa más. Conocido es el ejemplo de los cupones para educación, o para salud,
rutas con peaje, jubilaciones, etc. Hay que recordar que en la economía hay sólo
dos sectores: uno que produce y otro que
gasta. Sacarle al que produce para dárselo al que gasta, salvo en lo esencial,
limita la creación de riqueza y el crecimiento, toda vez que se sacan recursos
de los más eficientes para ser manejados por los más ineficientes, con las
consecuencias de aumento de pobreza. Cada vez que a algún político se le ocurre
una idea (seguramente demagógica o electoralista), como por ejemplo “vamos a
salvar los niños”, votan fácilmente un nuevo impuesto sin oposición alguna. La
manera de controlar esto es poniendo límites al estado y/o haciéndolo competir
con los servicios provistos por privados.
Toda actividad humana está amenazada y restringida por
las regulaciones y por los impuestos y muchas veces también por la intimidación
expresa o indirecta.
¡¡¡Qué vergüenza debería darle a un político el
anuncio de la compra de patrulleros y aumento de policías!!! La noticia
ejemplar seria que los han reducido (como en Japón) por no ser ya necesarios debido
a la disminución de la delincuencia e inseguridad. Tenemos los valores
trastocados.
El gobierno debe ayudar a la sociedad y a sus ciudadanos,
y cuesta ver que sea así en la mayoría de los casos. Objetivos de corto plazo electorales,
objetivos personales, búsqueda de poder, y tantos otros por encima de ser un
verdadero “servidor público”. Siendo el sector público el más ineficiente y el más
gastador se reserva privilegios para circular, para estacionar, para jubilarse tempranamente,
con jornadas de trabajo reducidas y otras tantas ventajas (votadas por ellos
mismos), claramente en oposición a ser un verdadero servidor público.
El mercado y el estado luchan permanentemente entre sí.
Mas estado supone menos mercado, y a la inversa. Las regulaciones y los
impuestos van avanzando sobre el mercado, hasta que aparece el mercado negro
para ponerle un límite. ¿Les suena familiar en nuestro país?
Los vasallos de la antigüedad estaban sometidos a su
señor y le pagaban un tercio de su producido. ¿Qué somos hoy, o que avance hay,
cuando pagamos a “nuestro nuevo señor” el 50 % de nuestros ingresos? Casi hemos
llegado a una situación donde los oprimidos son los productivos y los ricos,
cuando en épocas pasadas lo eran los pobres. El pobre que no produce y vive de
subsidios oprime al rico y productivo. Aparecida una necesidad o un reclamo y
enseguida se genera un derecho a que se resuelva, votando un nuevo impuesto o
carga contra el sector privado, como si pudiera generar riqueza en forma
permanente e infinita para resolver todos los problemas posibles, y sin que el
costo sea mayor al beneficio. El limite al avance del estado se traduce en que
las inversiones no vienen, ni vendrán, y los talentos se fugan. Incluso esto se
ha perdido la beneficencia privada y la ayuda voluntaria que tan importante es,
quedando delegada en el estado benefactor.
Libertad
Claro que asusta la libertad ya que nos obliga a ser
responsables de nuestros actos. ¿Pero es que hay otra manera mejor de ser
felices, de tener una vida plena? A nadie le puedo echar la culpa de mis fracasos,
pero qué lindo es ser el dueño de mis éxitos, del fruto de mi trabajo, siendo éste
un derecho humano esencial. Una persona independiente es superior, es más plena.
Esto hace que no exista coerción de una autoridad civil, religiosa, política, militar,
cualquiera, sobre los individuos. En nuestro país tenemos al “estado presente”
en toda y a lo largo de nuestra vida, restringiendo nuestro libre accionar.
Todo el progreso de la humanidad y los inventos han
venido y vienen del sector privado, de la iniciativa en libertad de los seres humanos.
Nunca han venido del sector público, que siempre es lento, es burocrático,
regulado y sin iniciativa posible por sus propias restricciones e incentivos.
Los políticos intentan apropiarse del éxito de la iniciativa privada, y allí la
regulan, la intervienen y por lo tanto la restringen.
¡Cada uno que se ponga a recordar o a mirar su vida y
fácilmente podrá determinar los inventos de los que goza y disfruta y quienes
fueron sus inventores!
Una excusa infalible usada por los políticos para
intervenir en los inventos es aquella que se justifica por algunos usos o consecuencias
malos de las tecnologías y novedades. Así las cosas, todo debería estar prohibido,
ya que hay malos médicos, malos maestros, mal uso de los bancos, de la
imprenta, de internet, del correo, el teléfono, los aviones porque alguno cae,
los trenes y autos porque chocan, y nada escapa a esta regla general de
cuestiones negativas de las cosas.
Recibimos una enseñanza, laica y religiosa, que hace
hincapié en que somos débiles, que tenemos faltas, no haciendo en cambio
hincapié en nuestras fortalezas, bondades, virtudes y habilidades, que los
superan ampliamente.
La gente pretende ser altruista, que sus prioridades
son los demás, el bien común y el estado, y bien sabemos que no es así, e internamente
cada uno privilegia su bienestar, su felicidad y la de su familia. Hay bastante
hipocresía con esta cuestión.
El tamaño del estado
Si bien no debería ser así, sabemos que el estado
ejerce coerción ilegal sobre los individuos a través del poder delegado que se
le ha otorgado. Se usa la AFIP, a la policía, a la justicia con estos fines. Y,
si bien los funcionarios de estas dependencias no deberían prestarse a estas manipulaciones,
en la práctica no es así. La manera que aparece a la vista como solución contra
esto, es un estado lo más chico posible, con actividad privada lo más grande
posible. Así tendremos menos poder del estado y menos corrupción e injerencia y
limites más estrictos.
No sé cómo sucede, pero cuantas veces vemos a muy
buenas personas yendo a trabajar al sector público, y casi inmediatamente el
propio sistema los transforma, los fagocita y los hace súbditos y criaturas del
sistema, limitando sus virtudes y, según sea el caso, mareándolos además por el
poder.
Los gobiernos se resisten a perder poder, a delegar tareas,
a crear competencia, a achicar sus funciones, influencia y privilegios. ¿Cuantas
veces la regulación a invitado a la corrupción? Qué mejor manera de reducir la
corrupción que con menos estado, y menor regulación.
Un país que oprime con impuestos, con regulaciones e intervenciones,
genera que los mejores y los eficientes se vayan y esto genera unas pérdidas
enormes para una sociedad, que no aparecen en ninguna estadística. También la
mala prensa y las persecuciones nos privan de los mejores. Hay que atraer
talentos en cambio y retener los que tenemos, ver que necesitan y que no
necesitan.
Nos hemos acostumbrado a que el estado tome ciertas
decisiones por nosotros y esperamos que nos resuelvan todos los problemas. Para
peor, el estado siente que además debe ser así, que todo lo debe resolver por nosotros.
Hay que volver a entregar las decisiones a la gente.
¿Se puede hacer? Claro que se puede. De a poco hay que
achicar el estado y de a poco crecerá el sector privado y absorberá fácilmente
a los nuevos trabajadores, todo esto combinado con distintos mecanismos
transitorios de redes de contención, entrenamiento y otros. La gente tiene una
gran capacidad de acomodarse, y el gobierno no debería usar la TV, los diarios,
y la educación para controlar a la ciudadanía, sino usarlos para mostrar las
virtudes de algo diferente y posible. Toda esa potencia usada para promover el
cambio. Las religiones también tienen mucho para aportar sobre estas cuestiones
o pueden ser un gran freno a la vez.
Debemos tomar alguna posición sobre estos temas, ver
quién los representa, y por qué no comenzar a exigir los cambios que nos lleven
a un futuro con verdadero crecimiento, felicidad y esperanza.
El compromiso y el trabajo es responsabilidad de todos
(y el fracaso también).
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