La democracia fallida destruyó nuestra moneda
Antonio Margariti
Asesor Económico de la Bolsa de Comercio de Rosario y autor
del libro “Impuestos y pobreza. Un cambio copernicano en el sistema impositivo
para que todos podamos vivir dignamente”, editado por la Fundación Libertad de
Rosario.
Larga historia de regresión económica.
Los gobiernos civiles y militares que se
sucedieron desde 1946 a la fecha, no hicieron
otra cosa más que destruir el valor de
la moneda y hundirnos en la ignominia de la decadencia moral y económica.
En
73 años sólo hubo una notable excepción. Fue la década de la gestión
ministerial de Domingo F. Cavallo, donde tuvimos real estabilidad con
expansión. No fue la consecuencia del
pragmatismo oportunista ni de la viveza política de Cavallo, sino el resultado de su pasión por hacer, de la excelente formación
teórica y del profundo sentido de responsabilidad profesional. Por eso extraña
que el actual gobierno se resista a consultarlo.
Aparte de esta rareza histórica, somos el
único país del mundo que, en 2009 pasó a
«mercado fronterizo». Según Madison
Project, entre 1895 y 1910 éramos “super desarrollados”, pero las políticas
keynesianas hicieron abortar el “sueño argentino”. En 1985, al iniciarse el plan Austral, 1dólar =
₳ 0,85. Después de 34 años de fallida democracia, el dólar está costando
₳ 406.800 = $ 40,68, un delirio
económico.
Responsabilidad de los políticos.
Pese a su ignorancia y prejuicios, nuestros políticos son muy pícaros, recelosos
y suspicaces para proteger sus prerrogativas. Se dan cuenta que podrían
perderlas si aceptasen algunos principios.
Entre ellos se cuentan:
(A) Que la “Justicia social” concebida como
facultad para arrebatar ingresos legítimos a unos para asignarlos a otros que no
lo merecen, es signo de atropello y violencia;
(B) Que el derecho de elegir “Moneda de libre-uso”
les hace perder señoreaje para
apropiarse sigilosamente de la renta privada;
(C) Que los “Tratados de libre comercio”
les someterán a leyes que no pueden manipular en beneficio propio;
(D) Que el “Límite preciso del gasto público”
y de la “Presión impositiva individual”, les quitaría poder al asegurar la independencia
política de los ciudadanos frente a la sumisión totalitaria;
(E) Que el “Modelo chileno de obra pública”, sin fondos estatales y concesiones a largo
plazo con rentabilidad mínima garantizada, les impide engordar sus bolsillos.
Tabúes políticos.
Por eso los rechazan, no quieren dolarizar
la economía y por la misma razón, se oponen a los tratados de libre comercio
con grandes potencias.
Estos gobernantes, legisladores y altos funcionarios
de carrera, en Afip y B° Central, se juramentan
para sostener los siguientes axiomas:
1° Nunca elaborar reformas
impositivas con la opinión vinculante de
consultores privados y representantes de contribuyentes;
2° Nunca ceder el monopolio
en el mangoneo del mercado de cambios y en la facultad de emitir dinero para el
Gobierno;
3° Nunca permitir el libre
uso de moneda renunciando al curso forzoso;
4° Nunca proceder al dictado
de normas de austeridad constriñendo el gasto público;
5° Nunca formular
presupuestos base-cero partiendo del monto a recaudar sino del gasto apetecido
para hacer política;
6° Nunca renunciar a las
prerrogativas del déficit presupuestario para poder gastar por encima de las posibilidades;
7° Nunca limitar la facultad
de emitir deuda pública, incluso para quedarse con las comisiones;
8° Nunca permitir el derecho a referéndum -como en
Suiza- para que los ciudadanos cuestionen
o rechacen cualquier intento irracional de endeudar al Estado;
9° Nunca abandonar el
criterio de la “hacienda múltiple” de Richard Musgrave, redoblando impuestos frente
a todas las manifestaciones de riqueza aún cuando se filtren dobles, triples o
cuádruples imposiciones sobre recursos previamente gravados;
10° Nunca renunciar al
derecho de reelección y la continuidad
vitalicia en los cargos públicos.
Actitudes envilecidas.
Esta perversión del pensamiento demuestra que los políticos, en el gobierno o la oposición, se desempeñan en
un ambiente sin exigencias morales. No todos son corruptos. Pero muchos sí lo son.
Sucede que aunque no todos se corrompan descaradamente, siempre gozan de
prebendas, privilegios y favores que intentarán aprovechar.
Se trata de nombrar familiares y amigos a dedo, dar
subvenciones que no salen de sus bolsillos, abusar de ventajas y gastos de representación, trabajar poco y
nada, nombrar una sarta de asesores inútiles, hacer cuanto turismo puedan
y digitar licitaciones para los amigos. En todos los casos, los políticos siempre están confabulados para preservar sus inmerecidos privilegios y protegerse unos a otros.
Con este dantesco panorama es incompatible
pensar en tener una vida digna pretendiendo hacerlo con un trabajo honesto y
sin la arrogante intervención de gobernantes ineptos, expoliadores y corruptos… y así -esperando
en vano con pena y sin gloria- se nos va
la vida.
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