Recuerdos del futuro
Carlos Mira
Periodista. Abogado. Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


En un libro que esta por aparecer, que escribieron Miguel y Nicolás Wiñazki y que edita Margen Izquierdo, los periodistas cuentan que si algo es Cristina (además de esencialmente cristinista) es chavista. Dicen que en épocas en donde aún vivía Néstor, la presidente le comentaba a su esposo: "este tipo es Perón..." Y agregan: "un Perón idealizado", sin los costados conservadores que a la "Tendencia" tanto le molestaban del líder populista de los '40.
Muy bien, Chávez murió pero su legado lo recogió Maduro que está profundizando, según él mismo dijo, el camino hacia el socialismo.
Por eso resulta útil ver lo que está ocurriendo en Venezuela para discernir lo que la presidente tiene de verdad en la cabeza, más allá de algunas restricciones recalcitrantes que la realidad (que suele ser más burguesa que revolucionaria) le está imponiendo por estas horas.
Me consta que muchos círculos de negocios y del mundo financiero parecen ilusionarse con el  cambio que el gobierno aparentemente encara desde que se anunciaron los cambios en el gabinete. Creen que la realidad le impuso un límite al modelo y que la presidente no tuvo otra opción más que "venir al pie".
Como diría mi amigo Andrés Oppenheimer, mi opinión: son ilusiones muchachos. La presidente sigue siendo ella: cristinista y chavista. Es posible que la necesidad la haya obligado a practicar algunos disimulos tácticos. Pero ella cree en el socialismo del siglo XXI y mientras manda a unos cuantos operadores a trabajar en la superficie de las necesidades urgentes, ella sigue trabajando en la profundidad para cimentar un modelo que perdure y que la suceda en el tiempo.
Su trabajo está en la ley y en la Justicia. La presidente aspira a moldear un orden jurídico nuevo a cargo de jueces nuevos. Esa ley y esos jueces perdurarán por años. Las concesiones superficiales que entusiasman a unos cuantos incautos son solo instrumentos, herramientas que el fin exige ahora. Si, si, el fin justifica los medios y si hay que negociar algunas cuestiones con el indeseable mundo y con el vomitivo establishment, pues se hará en aras de seguir haciendo lo que ella cree esta llamada a completar: la revolución chavista en la Argentina.
Otro cantar será si lo logra. La Argentina es un país mas sofisticado que la Venezuela de Maduro. Sin ofensas, ni egolatrías, la Argentina tiene una elaboración política más evolucionada que Caracas y es posible que un experimento tan berreta no termine haciendo buen pie aquí. Pero eso no quiere decir que la presidente no vaya a intentarlo.
Por eso es bueno ver lo que se hizo en el Caribe sudamericano para tener en claro el verdadero modelo que la presidente persigue.
En Venezuela Maduro ya ingresó en el costado dictatorial que conlleva todo socialismo marxista. Como el corazón ideológico de ese "pensamiento" desafía la racionalidad económica -a la que pretende reemplazar por las órdenes militares que emite el gobierno- llega un  momento en que no hay otra salida que empezar a meter a la gente presa. En ese punto se encuentra ahora la dictadura de Caracas. Maduro comenzó con la determinación de todos los "precios" de la economía desde las oficinas del gobierno. Todo desde la leche hasta los alquileres debe costar lo que a Maduro se le ocurre. El presidente, que va a todos lados unido de su iPad, cree (como aquí Kicillof) que un buen Excel es suficiente para manejar  las múltiples variables de la infinita variedad de combinaciones a que las decisiones humanas pueden dar lugar. El socialismo del siglo XXI no es más que la versión tecnológica del socialismo del siglo XX. Aquel, como dijo el ahora ministro de economía, no tuvo éxito porque carecía de los instrumentos que la tecnología pone al alcance de la mano hoy. Por supuesto se olvidan que el desarrollo de esa tecnología fue posible gracias a la libertad y al capitalismo, pero no importa, ellos lo sostienen igual. No pueden explicar por qué una idea tan genial no supo suministrarse sola esas herramientas y tuvo que esperar que la ingeniosidad norteamericana las inventara, pero ellos siguen adelante convencidos de la superioridad no solo moral sino práctica de sus ideas.
Por debajo de ellos la realidad sigue trabajando en silencio. Esa realidad indica que la vida humana no es planificable desde un Excel y que el sistema de precios siempre se rige por los dictados de la lógica y del sentido común.
Como consecuencia de esa terquedad que la realidad impone, no pasa mucho tiempo antes de que lo dispuesto por la burocracia sea desbordado por las verdades reales. La respuesta del socialismo del siglo XXI a esa manifestación son las celdas.
La asociación de socialismo con la cárcel es histórica. No podría vivir el marxismo sin la opresión y sin la amenaza de las jaulas. No es una amenaza a la libertad porque ésta se pierde ni bien esas ideas copan el poder. Es la amenaza del encierro físico.
En Venezuela ya hay más de 100 empresarios, comerciantes y cuentapropistas detenidos por violar los precios que indica el Excel de Maduro. La última decisión del Duce ha recaído sobre los alquileres: ninguno puede sobrepasar los 39 dólares el metro cuadrado a cotización oficial, que es seis veces menor a la del mercado negro o libre. Allí sería Cristina la que podría enviarle al profesor Jirafales un "recuerdo del futuro" explicándole lo que le ocurrió al mercado argentino de alquiler cuando el Perón original sancionó la ley de alquileres, congelando los valores que pagaban los inquilinos.
Venezuela ha ingresado definitivamente en la dictadura, etapa superior del marxismo. No es un uso peyorativo de la palabra dictadura: sus propios inventores impulsaban eso: la dictadura del proletariado.
Las dictaduras son eso, dictaduras. Regímenes opresores que meten presa a la gente y que perduran por la extensión de la amenaza a los que siguen "libres".
El diseño mental último de Cristina y de "los pibes para la liberación" es ese: la creación de una nomenklatura privilegiada, una neuve noblesse (ellos), y la postración de una sociedad esclava que, trabajando sin derecho alguno, los mantenga en el poder y con sus privilegios.
Que en la Argentina surjan inconvenientes metodológicos para conseguirlo es otro cantar. Pero lo que la presidente tiene en la cabeza es chavismo. Esta ahora atravesando una etapa necesidades. La aplicación pura de sus ideas cuando se creyó dueña de todo por haber obtenido el 54% de los votos la depositó en las miserias actuales: sin energía, con inflación, con inseguridad jurídica y física, aislada del mundo, sin dólares, sin inversión, con fuga de reservas. Todos esos son los "logros" del socialismo del siglo XXI en la Argentina mientras Cristina lo practicaba gracias a bonanzas anteriores y ajenas. Ahora hay que empezar otra vez y para eso se necesita dinero. Las aparentes "concesiones" al sentido común son eso: concesiones aparentes.
El fondo del pensamiento presidencial no cambió. Ella sigue deslumbrada por esos caciques incontrolados que  dictan bandos desde un balcón para declarar la vida o la muerte ajena. Disfruta subiendo y bajando pulgares, como Nerón.
Y es tanta su adicción a ese poder que es capaz de hacer como que lo abandona para seguir aferrada a él y para no perder la oportunidad de seguir ejerciéndolo plenamente en el futuro.
Tal vez por razones diferentes a las que Maduro heredó el poder en Venezuela a ella también la heredará alguien. Pero ella trabaja para que el modelo de yugo sobreviva varias generaciones. Trabaja en la profundidad, diseñando un tipo de ley y consagrando un tipo de jueces. Con esos cimientos asegurados, la presidente cree que sus "concesiones" serán herramientas menores que, en un momento, tuvieron que ponerse en marcha simplemente para que el sueño de la Revolución de la miseria no muera.
 

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