24 de marzo, el miedo a la verdad

Rogelio López Guillemain
Autor del libro "La rebelión de los mansos", entre otras obras. Médico Cirujano. Especialista en Cirugía Plástica. Especialista
en Cirugía General. Jefe del servicio de Quirófano del Hospital Domingo Funes,
Córdoba. Director del Centro de Formación de Cirugía del Domingo Funes
(reconocido por CONEAU). Productor y conductor de "Sucesos de nuestra
historia" por radio sucesos, Córdoba.
“El argumento de la
intimidación, es una confesión de impotencia intelectual”
Ayn Rand
Lo único trascendente de esta fecha, es que
se produjo el último golpe de estado cívico-militar en el país. Fue la última vez en la que cometimos el
error de resignar la democracia buscando un atajo (inexistente) para solucionar
el caos.
En la actualidad, hemos recuperado en gran
medida el espíritu democrático; lamentablemente aun queda pendiente la tarea de
recuperar los valores republicanos, así como también el fortalecer el respeto de
los derechos humanos (una redundancia, las plantas y los minerales no tiene
derechos).
Desde los albores de nuestra historia,
hemos vivido en conflictos internos. Pro
españoles contra patriotas, unitarios versus federales, conservadores y
radicales, estos ejemplos son apenas una pequeña muestra del pasado que marcó a
nuestra patria desde 1810 hasta los inicios del siglo 20.
Pero un nuevo quiebre, mucho más severo,
comenzó a gestarse e mediados del siglo pasado.
En 1959 estalla la Revolución Comunista
cubana (aunque al principio su líder niega esa ideología) y dos de sus
artífices, Fidel Castro y el Che Guevara; se convierten en ídolos, promotores y
entrenadores de la guerrilla en Argentina, en toda Latino América y en África.
En nuestro país, luego de algunas acciones
militares revolucionarias aisladas durante los gobiernos constitucionales de
Frondizi e Illia, llega a Cuba (1966) el primer contingente de argentinos que
recibirá entrenamiento subversivo; desfilaron por aquellas tierras, el
periodista Jorge Masetti, John William Cooke, Marcos Osatinsky, Fernando Abal
Medina y el padre Carlos Mujica entre otros.
En un principio, se intentó replicar la guerrilla
rural cubana en el norte de nuestro país, pero ante su fracaso, los cabecillas
trasladaron el escenario de los combates a las ciudades. De este modo, comenzaron los atentados en
bares, edificios, oficinas o en la misma calle; se repitieron las tomas de
comisarías, radios, puestos militares y se llevaron adelante sabotajes,
secuestros extorsivos y asesinatos de policías, militares y civiles.
Las fuerzas subversivas poseían una clara
organización militar; había escalafones, planes de acción, batallones,
pelotones, reglamentos, tribunales y juicios sumarios. Poseían un área de propaganda, una de
reclutamiento, un ala política, imprentas, fábricas de armamento, y centros de
detención y tortura llamados “cárceles
del pueblo”.
Esta nueva forma de violencia organizada y cruel,
era algo a lo que ningún gobierno había tenido que enfrentar en el pasado; por
lo que los sucesivos gobiernos, fueron ensayando diferentes estrategias de
combate: primero los enfrentaron con la policía, luego con la gendarmería y finalmente
utilizaron las fuerzas armadas y las fuerzas paramilitares.
En un hecho inédito y brillante, se crea en
1971, la Cámara Federal en lo Penal (CAFEPE), área dedicada exclusivamente a
los delitos subversivos; estos, por ser tan novedosos, no estaban correctamente
contemplados en el Código Penal. Hasta el
momento de su disolución, en la CAFEPE se juzgaron y condenaron a prisión (con todas las
garantías jurídicas), a unos 600 guerrilleros, se absolvieron otros tantos y
estaban siendo procesados 500 sospechosos más.
En 1973 Cámpora es elegido presidente, el
mismo disuelve la Cámara Federal, ordena liberar a los guerrilleros condenados
y procesados por la CAFEPE, derogó los artículos del Código Penal que condenaba
el terrorismo, desarmó a la policía y anuló las leyes que castigaban con pena
de prisión perpetua a quien asesinara un policía o a un militar. Los integrantes de la CAFEPE sufrieron
suertes muy diversas: unos se exiliaron, otros padecieron atentados y el juez
Jorge Vicente Quiroga fue asesinado.
La escalada de violencia no cesaba y ese
mismo año, montoneros desencadena la Masacre de Ezeiza. Perón es elegido presidente y su mano derecha,
López Rega, crea la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), un grupo de
tareas parapoliciales dedicado al combate extra oficial de la guerrilla.
En 1974 muere Perón y asume “Isabelita”; ella establece el estado de
sitio y ordena “aniquilar el accionar de elementos subversivos que actúan en la
provincia de Tucumán”. Isabel
Martínez de Perón solicita licencia por enfermedad y asume la presidencia Ítalo
Lúder, quien hizo extensiva la orden de “aniquilación” a todo el país.
En semejante situación caótica, se intentó
reflotar la idea de la Cámara Federal, pero el núcleo duro del peronismo se
negó a aceptarlo; tampoco había juez alguno que se atreviese a asumir ese compromiso,
algo más que entendible si se tiene en cuenta el macabro destino de sus
antecesores.
Es interesante recordar la opinión del
General Edgardo Vilas (el que cumplió la orden del gobierno peronista de
aniquilar la guerrilla) sobre el estado de la justicia en ese entonces: “es
más fácil hacer pasar un camello por el ojo de una aguja, que condenar en sede
judicial a un subversivo”.
Finalmente, en 1976, se produjo el último
golpe militar de nuestra historia. Hasta
ese momento, luego de más de 15 años de
enfrentamientos, el número oficial de desaparecidos (CONADEP) era de 908
personas, número que ascendió a unos 7.000, según confirma el último informe
oficial del 2008.
Luego de este resumen creo pertinente
puntualizar algunas cosas:
·
Claramente hubo una guerra
interior. Sería muy necio negar que las
guerrillas conformaban un ejército, máxime cuando ellas mismas se definían como
tales.
·
La elección del “campo de batalla” en las ciudades
(luego del fracaso del foquismo rural), fue efectuado por las guerrillas; el
desinterés por la vida de inocentes es su principal responsabilidad.
·
La disolución de la CAFEPE,
tribunal dedicado al juicio de los terroristas conforme a derecho, fue
responsabilidad directa y absoluta de Cámpora e indirecta de Perón, su
titiritero. Este es un antecedente
insoslayable de la guerra sucia que luego sucedió.
·
Perón también es responsable de
permitir (y quizás alentar) la creación de la Triple A por parte de López Rega.
·
Ambas bandos cometieron
crímenes de lesa humanidad, crímenes inhumanos.
La diferencia es que la institución militar (institución que debe ser salvaguardada),
cumplió con la orden del poder ejecutivo y “aniquilo”
a los terroristas que tomaron de rehenes a los argentinos; dentro de ese
contexto, ALGUNOS MILITARES cometieron excesos imperdonables que merecen todo
el repudio y la condena. Del otro lado,
el accionar de la guerrilla, ES SIEMPRE Y EN TODO MOMENTO UN CRIMEN DE LESA
HUMANIDAD, (5052 bombas, 1748 secuestros y 1.501 asesinatos, muchos de ellos
niños); NADIE tiene derecho a querer imponer sus ideas por la fuerza y menos
aún durante gobiernos democráticos como lo fueron los de Frondizi, Ilia y Perón.
·
En la actualidad, se habla de “los militares diabólicos” y de “jóvenes idealistas” y en realidad no
son ni una cosa ni la otra.
Quiero dejar en claro que no soy zurdo, ni
facho, ni sionista internacional, ni imperialista, ni ninguno de todos esos
calificativos que vomitan quienes no poseen argumentos para debatir. Soy un defensor incondicional de la
Democracia y fundamentalmente de la República, amo a mi país y deseo, trabajo y
escribo intentando mejorar el presente de nuestra patria; procurando para ello,
ser justo e intelectualmente honesto; aún a riesgo de ser “políticamente incorrecto”.
Es tiempo de dar vuelta la hoja y seguir
adelante. Países que han estado en
guerra como Estados Unidos y Japón o Gran Bretaña y Alemania, se transformaron
en socios a los pocos años; Chile y Uruguay superaron hace años el lastre
histórico de la guerra subversiva; es tiempo que Argentina entre al siglo XXI y
deje atrás este doloroso pasado.
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