La República Argentina tiene un plan económico
Eloy Soneyra

Doctor en Psicología de la Universidad de Belgrano especializado en Calidad y Factor Humano. Es autor y editor de libros como: “Gerencia y Excelencia, Calidad de la A a la Z” (el primer diccionario enciclopédico de la calidad y la gerencia en el Mundo), “Autodiagnóstico de la Gestión empresaria” (primer sistema cuantificado con las Bases del Premio Nacional a la Calidad). Director Ejecutivo del Estudio Soneyra, organismo destinado a la Psicología Aplicada a la Clínica y a asesorar a personas de empresas sobre Calidad y Factor Humano. Mención especial, Concurso Internacional de Ensayos: Juan Bautista Alberdi: Ideas en Acción. A 200 Años de su Nacimiento (1810-2010).




Con insistencia en distintos medios se señala que nuestro país no tiene un plan económico, y hasta el mismo FMI cayó en el mismo error al  reclamar un plan sustentable.
 
El plan está pero muchos no lo quieren cumplir. Pues con medianía cerebral  unos desde los partidos, otros desde los sindicatos, otros desde algunos medios  y otros como parlamentarios han tomado para sí del Antiguo Testamento, el título de profetas. Además manejando el pensamiento mágico creen que desde el gobierno  pueden satisfacer las necesidades de los pueblos, mejor que aquellos que producen bienes y servicios de todo tipo, escuchando a los clientes y desde allí satisfacer con calidad creciente las necesidades explícitas e implícitas. En otras palabras esos falsos profetas, copiando a Robin Hood toman en los caminos, en los mercados, en las calles, en los servicios, los dineros de la gente, para distribuirlo entre algunos necesitados, previa retención de una importante parte de lo recaudado por imperio de legales pero inconstitucionales leyes,   decretos, disposiciones legales,  para destinarlo a sus secretarias, peluqueros, chóferes, masajistas, profesores de tenis.
 
Esos mismos falsos profetas cuando buscan los votos para acceder al poder, llaman voz del pueblo al veredicto de las urnas, pero cuando ese mismo pueblo en ejercicio de la misma libertad que tuvo para votar, decide desprenderse de los papeles pintados para tener vacaciones, o contar con determinados bienes o adquirir simplemente dólares, esa antes elogiada masa electora, se transforma en el dispendiado mercado al que hay que manejar o torcerle el brazo, todo porque cumplen con  el plan económico de la Nación Argentina, plan que permitió a particulares crear entre 1953 y 1916 millares de puestos de trabajo en frigoríficos, puertos, caminos ferrocarriles, usinas, viviendas, ciudades, escuelas, pero que no solo destruyeron el dinero nacional quitándole trece ceros, en otras palabras, en los últimos 30 años de democracia, el dólar acrecentó su valor en un porcentaje  calculado de un millón, pérdida que acrecentó la desocupación castigando especialmente a las personas de la clase baja prácticamente inexistente antes del año 1916.
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Los falsarios nunca actúan solos, buscan  industriales sin capital  o ajeno por la vía generalmente estatal, que imitando a los conquistadores de todas las épocas, cambian sus baratijas por dinerillos que depositan en bancos del exterior. Apoyados desde 1874 por la escuela proteccionista de diputados como Vicente F. López,  S, Alcorta, el primero llegó a decir que no hay que atenerse a las teorías  de los libros sino al sentido común, sentido que por ejemplo muestra que el sol gira alrededor de la tierra.  Lo hacen apoyados en aquellos profetas parlamentarios y partidarios que les dan subsidios, préstamos de la banca oficial con magras garantías, otorgados a costa de  los ahorros y bienes de la mayoría de los conciudadanos.  Son los industrialoides que han dado sus aportes a las campañas justicialistas y radicales, para recibir subsidios para sus empresas, que por no ser  competitivas y tampoco tienen capital, necesitan del dinero del estado para subsistir, hecho más claro desde la primera Guerra Mundial donde la Unión Industrial  en un informe decía: “muchos de los productos de nuestras industrias fabriles y manufactureras circulan disfrazados de extranjeros…” – pues se los colocaba en el mercado con nombres no castellanos - …,” por  “el snobismo de las clases ricas extendido por espíritu de imitación a las que no lo son y quieren parecerlo, ha originado una preferencia absurda por cuanto se vende con marca o rótulo extranjero”
 
. Como del dicho al hecho hay un gran trecho, estos hombres gustan de los autos o regalos de productos extranjeros o premian a sus hijos con viajes a Europa y no para recorrer el país. … ahora esos mismos industrialoides asignan la competitividad a un dólar alto, o sea que prefieren “los verdes dólares” a los coloridos billetes nacionales, y en vez de conquistar  con calidad los mercados externos, pretenden como corsarios extranjeros,  bloquear con aranceles de las leyes de Indias el ingreso de productos económicos para los  bolsillos más necesitados.
 
Y los falsos profetas tienen también su fuerza de choque en sindicalistas de trajes sobre medida, camisas de hilo y corbatas de seda, que por sus esfuerzos en sostener a los expoliadores de la ciudadanía, reciben el manejo de obras sociales para beneficios personales o alguno cobra como maestro desde hace 20 años sin estar en cargo docente alguno y otros con un cargo, concurren a su lugar de trabajo solamente una vez al mes a cobrar. Y en la misma línea hay escritores sociales o economistas que ofrecen interpretaciones anticapitalistas, mientras cobran sustanciales jubilaciones de privilegio que les permiten vivir ampuloso.
 
Es hora que los habitantes de la Nación Argentina, abandonen en primer medida a los partidos que han sido constructores de la decadencia nacional,  desde 1916, salvo contados momentos, (presidencia de Alvear por ejemplo),  han provocado no solamente el incremento de la pobreza nacional, sino el descrédito del país ante los inversores nacionales  (150.000 millones de verdes en el exterior) y los extranjeros que han dejado de invertir en un país donde la creación de riqueza está castigada , despojando de sus ahorros a los ahorristas, o con retenciones confiscatorias despojan de su ganancias a quienes trabajan en el campo.
 
Abandone la ciudadanía, al justicialismo  nacido con el ideario de Proudhon que entendía que la propiedad  es un robo, adhiriendo además el comunismo de 1917,  al fascismo de 1920 de Mussolini, al social-nacionalismo de 1932 de Hitler y al nacional sindicalismo de 1936 de Franco; movimiento que por 1960 supo incorporar las ideas revolucionarias de Castro en la Sierra Maestra, la intransigencia política de Mao, la cerrazón de King, incorporaciones que también en mayor o menor medida han hecho otros partidos llamados populares como el radicalismo, le demócrata cristiano, el socialista.
 
Abandonen los votantes,  al radicalismo (el actual no tiene nada que ver con el de Alvear, el de Yrigoyen, Frondizi, Balbín, Zabala Ortiz) si bien mantiene  en forma encubierta las premisas de rechazo a la propiedad privada  nacidas en la Comuna de París de 1880 y el no respeto al orden constitucional que los “cívicos” quisieron quebrar con las revoluciones de 1890, 1893 y 1905. Abandonen señores votantes al peronismo que “combatiendo al capital” en sus sesenta y dos años ha llevado a la Nación de ser la potencia 7ª con ingresos superiores a Gran Bretaña, Francia, Canadá, Nueva Zelanda, a un deplorable grupo que integran los países más pobres del Mundo.
 
La Constitución de 1853 permitió hasta 1912 integrar a la Nación los territorios de Formosa, Chaco, Misiones, Chubut, Santa Cruz, Tierra del Fuego, Neuquén y La Pampa, y completar los de Salta, Santiago del Estero, Santa Fe y  Buenos Aires, en lo económico tener más  del 50 % del PBI de toda América del Sur, contar con inversiones extranjeras- que en el período 1910/ 13 representó el 50,9% del total - que se orientaron hacia una red ferroviaria de unos 40.000Km, grandes frigoríficos, construcción (la ciudad de La Plata ganadora en 1889 de una medalla de oro en la Exposición Universal de París como modelo e urbanismo, se hizo en un páramo), industrias de maquinarias y equipos, los puertos y canales de Buenos Aires, Rosario, Santa Fe, y Bahía Blanca, apoyado en un plan de educación que eliminó el analfabetismo, uno ejemplar de salud con prestigiosos hospitales y la creación de unas prestigiosas Fuerzas Armadas. La totalidad integrada de esas obras, nutrieron toda la economía nacional, donde los sueldos  de los obreros crecieron, y así los nacionales e inmigrantes y protegidos por sólo seis artículos del Código Civil, construyeron sus casas en el gran Buenos Aires en una sociedad donde no había desempleo, y La Nación integraba un lugar de privilegio en el concierto mundial, pues  como escribió  Juan Bautista Alberdi “La Constitución argentina ha sido fiel a su sistema de buscar la riqueza por medio del bienestar general; de obtener el aumento de la riqueza del gobierno por el aumento de la riqueza de los gobernados que contribuyeron a formarla; de agrandar las rentas del Estado por el aumento de las rentas de los particulares.
 
Por todo lo señalado y además porque el número de candidatos a representantes o ejercer el Poder ejecutivo, es alto y nulo el de propuestas, resulta necesario retomar aquel camino para lo cual  los partidos políticos se comprometerán por un Gran Pacto Nacional que deberán firmar, a volver en el primer año de gobierno a la Constitución Nacional 1853 con las modificaciones de 1860, 1868, 1898 y sin las modificaciones de 1957 y 1994, y en  derogar en un plazo de tres años todas las leyes que implican  el desconocimiento de los derechos de propiedad y de libertad, el primer año un 20%, el segundo un 40% y el tercero el 50% restante; para lo cual los períodos de sesiones abarcarán un solo receso anual de un mes en el periodo estival,   devolviendo a las provincias las facultades conculcadas, eliminando además todos los organismos que se arrogan límites a la libertad  de trabajar y ejercer toda industria lícita, libertad de  usar y disponer de la propiedad, libertad de asociación, libertad de enseñar y aprender, centrados en la idea alberdiana que señalaba: “Toda ley, según esto, todo decreto, todo acto, que de algún modo restringe o compromete el principio de libertad es un ataque más o menos serio a la riqueza del ciudadano, al Tesoro del Estado y al progreso material del país. Y la ciudadanía en pleno a comprometerse en no derrocar a los poderes constituidos.   
 
Señores ciudadanos, jóvenes pujantes, niñez ,creciente y hombres que habitan el suelo argentino tomemos para sí y los otros al pacto nacional, de respeto a la vida de las personas, la libertad de los contratos y el comercio, el ejercicio de la propiedad (física, intelectual, sentimental y de creencias) y la búsqueda de la felicidad. Plan que fue el resultado del mejor Pacto Nacional, como fue  la Constitución de 1853 / 60, pues cumpliendo los acuerdos preexistentes, busca: Constituir la unión nacional. Afianzar la justicia. Consolidar la paz interior. Proveer a la defensa común. Promover el bienestar general. Y asegurar los beneficios de la libertad para todos los hombres que quieran habitar el suelo argentino.
 
 
 

 

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