Argentina: el país de la utopía
Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo
Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.
El
discurso de la ex presidente, Cristina Kirchner, enfatizó lo que se vendrá si llega al poder.
Esta vez no se expresó, sobre el fin de la República, como en otros, sino sobre
cuál va a ser su política económica, si gana las elecciones.
Su
idea no es novedosa, pero sí apreciada, sobre todo, desde el primer gobierno de Perón,
donde el empresario Dr. José Ber Gelbard ya se relacionaba con él, como hombre que
defendía las ideas y programas que fascinan hoy a Cristina Kirchner y su
entorno, también, por qué no decirlo, a otros sectores de la oposición política,
industrial, sindical, como, así también, a los hombres de la Iglesia. De origen
comunista fue ministro de economía durante las presidencias de Héctor Cámpora ,
Raúl Lastiri, y luego la tercera de
Perón .
El modelo
elegido desde 1946 fue la creación de un
sólido mercado interno, basado en una poderosa estructura sindical bajo el
ideario keynesiano de la doctrina social de la Iglesia, con altas tasas de
empleo, elevada participación en la distribución del ingreso y defensa, de la soberanía nacional. Pretendieron eliminar
las causas que tienden a la concentración
de la riqueza yendo contra la gran empresa y el capital internacional, con un Estado productor de bienes y servicios
y gran participación en la vida económica.
No querían
dejar nada por controlar, inversiones extranjeras, cambios, exportaciones y depósitos bancarios, los cuales se
nacionalizaron para dirigir como quisieran el crédito .Hubo un Plan Trienal planeado antes de morir Perón,
para cubrir de 1973 a 1977. Contó con la aceptación de Perón antes de morir,
fueron consultados todos los sectores
económicos para diseñarlo. Los planes quinquenales fueron su inspiración. Por
obra y gracia de José López Rega es reemplazado el Dr. Gelbard por el Dr.Gómez
Morales pero nada cambió en Argentina, se continuó con ésta política salvo en
breves períodos, en parte del gobierno del Dr Frondizi y en los gobiernos del
Dr. Menem.
Cristina quiere volver a ese pasado que buena
parte de los argentinos repudia por sus reiterados fracasos. Pero tiene su
lógica, al fin y al cabo: sabemos que la posibilidad de un gobierno
kirchnerista inspira terror en el exterior, la figura intolerante de Cristina,
sus críticas al sistema capitalista, la posibilidad de que no cumpla contratos
ni deudas,su amistad estrecha con dictadores, hacen temer, con razón, una
situación similar a la de Venezuela. No es necesario describirla.
Cristina
sabe que no podrá contar fácilmente con crédito y ayuda internacional de ningún
tipo. El mundo democrático le desconfía. Aunque lo deseara, no podrá recurrir a
sus favores,, debe encerrarse y encerrarnos como el caracol. Tendrá que esquilmar
a los grandes empresarios, para tener
controlada la calle, con subsidios y
dádivas. Aumentará retenciones al sector más productivo, el campo, y presionará
a las empresas, como dijo en su discurso, que no compartan con los necesitados.
De eso se trata la “justicia social”.
No funcionarán bien las cosas y por ello además
del control de la economía deberá controlar las Instituciones que la han
agredido, mostrándola como la jefa de una mafia organizada desde el Gobierno y,
por último, a la sociedad toda, para convertir a sus miembros en esclavos
aplaudidores. Ya sufrimos el inicio cuando enviaban inspectores, vigilaban y amenazaban con los revólveres
sobre la mesa. ¿Quién no recuerda el patoterismo de Guillermo Moreno y otros
funcionarios que rompían diarios frente a las cámaras de televisión?
Seguirá
con la enseñanza en las escuelas y Universidades. sobre las bondades del modelo
y contra los “ imperialismos democráticos” sobre todo el de EEUU. Se ligará a Cuba, Irán, Venezuela, Ecuador,
Nicaragua, Bolivia y Rusia. Aquí también hay muchos recursos para regalar.
No es
equivocado decir que el Kirchnerismo en
el Gobierno irá hacia una dictadura. No tiene remedio.
Compraremos, obligados, lo
nuestro porque se reactivará al sector nacional, sin reparar en que la idea
de incentivar con subsidios a empresas elegidas por el Estado lleva a
debilitarlas y atrasarlas. Si bien
pueden obtener más ganancias, debido al proteccionismo estatal, también deberán
pagar, por insumos, precios mucho mayores. Ninguna empresa puede estar preparada para competir en el
exterior cuando debe desplegarse con amparo del Estado, al margen de la
competencia. Las industrias, para desarrollarse, no necesitan de subsidios sino
de que se le remuevan los obstáculos que pesan sobre la producción, la
productividad, y por lo tanto sobre la gente, que debe comprar peores bienes y
servicios a precios más elevados.
Los
planes dirigistas que intentan el manejo de la economía sin atacar la causa,
que no es otra que el sistema económico incorrecto, también, como hemos visto
recientemente, obligan a corromper a los empresarios, quienes deben participar a los funcionarios para ser
parte de los beneficiados.
El
sistema que pretende implantar Cristina mediante un pacto social general,
además de erróneo es quimérico, porque por las razones arriba expuestas, no
tendrá financiamiento exterior y si recurren a la emisión monetaria caerán, sin
remedio, en la hiperinflación.
Como le reclamamos al presidente Macri, el
país necesita de reformas fundamentales. No hay plan que pueda ser exitoso si
como el del Dr Gelbard, mantiene inmune, la concepción dirigista . No sirvieron ni
sirven medidas como, precios máximos, concertados o administrados, ni reducción
de las tarifas y precios oficiales que no permiten a las empresas financiarse
como deben.
Ya
sabemos por tantas veces repetido, que planes con medidas como las citadas,
terminan en un necesario sinceramiento de la economía y un violento ajuste,
como ocurrió con el Rodrigazo. ¿Cuantos planes, desde los quinquenales, Trienal,
Austral, Primavera, por nombrar algunos, han fracasado? También el gobierno
actual, con sus reformas parciales, en una economía privado-estatal de medias
tintas.
Es por
ello que las próximas elecciones tendrán una importancia especial. Si el nudo
del problema económico es el déficit y el gasto público, o sea gastar mucho más
de lo que se debe, estrangulando de este
modo a la actividad privada, con impuestos, y obligando por el resultado, a
emitir sin respaldo o a endeudarse demasiado, sin tener capacidad de pago, hay
que dedicarse a resolverlo. No es con el plan de Cristina ni con el del
economista Roberto Lavagna, de promover el mercado interno, sino por un cambio
de sistema económico. Puede llevarlo adelante Mauricio Macri, mejor que la ex presidente, pero no puede salir a
competir, como lo hará Cristina, con un
plan fracasado. Tiene la ventaja de ser considerado un presidente democrático,
respetuoso de las instituciones. Eso es una gran ventaja ante los argentinos y
los extranjeros de bien, quienes
rechazan el cambio de la Constitución propuesto por la ex mandataria, con la
intención expresa de gobernar de acuerdo a su voluntad.
El
plan de Cristina Kirchner contempla, ir hacia una Argentina cada vez más regulada
y reglamentada, hacia la absorción de la actividad privada por el Estado. No
nos engaña. El actual presidente, en cambio, tiene lenguaje muchas veces liberal pero, en
la práctica, es social-demócrata,
mantiene la inflación y políticas
ambiguas de claro tinte intervencionista, similar a la que defienden radicales y peronistas moderados, en la
actualidad. No hablan de bajar el gasto disminuyendo el papel del Estado en la
economía, traspasando la producción de bienes y servicios al sector privado aún
cuando la realidad muestra que la eficiencia es mucho mayor, tampoco se
refieren a las reformas previsional, estatal, impositiva y laboral.
Hay una única salida y es un cambio hacia una
propuesta liberal, la economía capitalista que solo se lleva bien con la
libertad política y económica. Triunfó en nuestro país siempre que se aplicó.
Nuestra raíz es liberal, lo demuestra la Constitución de 1853 a la que pocos se
dignan respetar. Esa es la esperanza a
la que debiéramos regresar. Para ello es necesario que políticos y economistas
se animen a ver la realidad como es, estudiando los casos exitosos de otros
países. Las mudanzas asustan pero hay que decidirse a encararlas si son para
mejorar. Solo se necesita vocación de estadista.
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