Un largo camino a recorrer: La obsolescencia de las estructuras laborales argentinas
Martín Sáiz
Licenciado y Magíster en Recursos Humanos. Doctorando en Administración de Empresas e Historia.
Hartos conocido el debate sobre
posibles nuevas jornadas de trabajo: por un lado quienes piensan que trabajando
menos horas semanales bajo distintas cargas se genera más tiempo de ocio, la
necesidad de contratar más trabajadores (por mantener la empresa la necesidad
de horas de trabajo) y una baja en el desempleo. En la vereda contraria quienes
sostienen que estamos trabajando pocas horas o bien deberíamos trabajar más
argumentando la necesidad de aumentar productividad ante nuevos mercados y
negocios.
Los primeros olvidan que con su
propuesta, las empresas incrementarían su costo laboral sin ningún aumento de
productividad asociado. Y los segundos, no consideran que hay ciertas
condiciones psicofísicas que una persona no puede mantener productivamente
durante tantas horas. Sólo por citar ejemplos Amancio Ortega de Zara propone
jornadas de cuatro horas y Jack Ma de Alibaba pretende jornadas laborales de
doce horas durante seis días a la semana.
¿Alguno de estos debates presentes
en Argentina? Un largo camino por delante, aquí debatimos informalidad,
precarización y presión tributaria por la necesidad de mantener un Estado por demás
oneroso. Vale entonces plantear la siguiente pregunta ¿qué nos falta para
empezar a debatir temas de trabajo del primer mundo? Nuevamente un largo
camino, aunque con una certeza: nuestras estructuras laborales son obsoletas.
Esa obsolescencia tiene varios
argumentos detrás que merecen reflexión. En primer lugar, estas estructuras
responden a modelos y paradigmas de negocio antiguos. Taylor falleció, el
Toyotismo ya no es la moda y las empresas creídas que nadie puede arrebatarles
de la noche a la mañana su mercado operan en el planeta equivocado. Si
observamos los marcos regulatorios, nos rigen leyes y convenios colectivos de
trabajo con más de sesenta años sobre sus espaldas. Por esos tiempos Argentina
era parte de un escenario internacional que no discutía si las leyes eran
superiores a las dinámicas de los mercados o viceversa. En 2019, esto ya no es
discusión.
La mentalidad de los empresarios
resulta en apariencia conservadora, cuando quienes arriesgan grandes capitales
en negocios propios del siglo XXI generan valuaciones similares a PBI`s de
países emergentes. Penetrando la apariencia, su conservadorismo puede
entenderse: nadie los protege, las reglas de juego cambian todo el tiempo y la
incertidumbre reina en las difíciles decisiones de inversión a realizar en este
país ¿Quién podría juzgarlos cuando referentes de la oposición tratan de
mercenario al empresario más exitoso del país, o cuando los impuestos a la
importación aumentan en vez de flexibilizarse?
En tercer lugar las estructuras
laborales argentinas se revelan obsoletas por la naturaleza de los trabajos que
se generan. Aumentó el trabajo no productivo (relacionado al Estado y sus
dependencias) y el productivo, el que verdaderamente importa, sigue siendo una
asignatura pendiente. No generamos valor agregado en un mundo laboral donde los
clientes son los nuevos líderes y el retorno de la inversión se genera
indirectamente a partir de ellos y sus decisiones con información “casi”
completa. Volviendo a los empresarios, aquellos que más estímulos deberían
tener para contratar trabajadores, hoy se debaten cuántos empleados desvincular
ante la imposibilidad de mantener uno de los costos laborales más altos de la
región. En suma a esto, tampoco nos estamos preparando para tener estructuras
laborales que reciban adecuadamente los nuevos puestos de trabajo que se
crearán a partir de la cuarta revolución industrial que estamos transitando. Aquí
nuevamente, el retraso ya es preocupante: referentes políticos en vez de
actualizar marcos para nuevos mercados, proponen nuevas barreras pare evitar el
inevitable avance del progreso.
Antes del cierre, la obsolescencia
se muestra también en los sentidos que los distintos actores del mundo del
trabajo asignan al trabajo. Empresarios, sindicalistas y distintos trabajadores
contratados bajo diversas modalidades entran en conflicto por esperar del
trabajo distintas cuestiones. Lejos estamos de tener trabajadores que piensen
primero en su propio interés, y derivado de eso pensar que sus altos
rendimientos tendrán mejores efectos en la performance colectiva.
Por último y tal como menciona Adam
Smith, la generación de riqueza proviene estrictamente del trabajo. Hoy en
Argentina, está lejos de ser el principal tema de agenda. Ya sea por urgencias
de todo tipo o por falta de conciencia al respecto, hay un largo camino por
recorrer. Vuelvo entonces al interrogante que guió la columna ¿qué nos falta
para empezar a debatir temas de trabajo del primer mundo? Actualizar nuestras
estructuras laborales pensando ni siquiera en el presente, si no en el futuro
del trabajo. Esa actualización será viable si contempla como eje fundamental
una cuestión que hoy ha quedado en el olvido: la libertad. Tanto empleados como
empleadores deben tener libertades que hoy se encuentran subyugadas por modelos
mentales antiguos y la constante presencia de un Estado cuya presión lejos de
liberar a las partes, las condiciona y consume. Un largo camino a recorrer.
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