Santa Evita
Rogelio López Guillemain

Autor del libro "La rebelión de los mansos", entre otras obras. Médico Cirujano. Especialista en Cirugía Plástica. Especialista en Cirugía General. Jefe del servicio de Quirófano del Hospital Domingo Funes, Córdoba. Director del Centro de Formación de Cirugía del Domingo Funes (reconocido por CONEAU). Productor y conductor de "Sucesos de nuestra historia" por radio sucesos, Córdoba.




“¡Con qué autoridad y apariencia de verdad puede encubrirse arteramente el pecado!”  
                                         William Shakespeare
 
Joseph Page escribió un libro titulado “Perón”, en el cual analiza la vida y obra de dicho personaje.  Es muy interesante como el autor, asegura que para entender a Perón, primero hay que entender al argentino e ipso facto, en unas pocas páginas, hace una semblanza fantástica de nuestra esencia.
A lo anterior quiero agregar lo que en una ocasión escuche decir a Prudencio Bustos Argañaraz: “los argentinos somos monárquicos” (entendiendo pueblo como un número mayoritario de individuos, no como un ente abstracto), sentencia que me pareció muy atinada y que explica muchas de nuestras conductas cívicas.  Los argentinos siempre han esperado un Mesías que lo salve, un super hombre de Nietzsche, un caudillo.
En el pasado, los reyes absolutistas eran ungidos como tales gracias a la “voluntad de Dios”, en una vuelta de tuerca contemporánea y peronista, la CGT elevaría un pedido formal al Vaticano para que Evita sea beatificada, solicitud que linda entre lo descabellado y lo tragicómico.
Evita se ha encontrado rodeada de un halo místico desde el minuto uno después de su muerte, llegando incluso a ser embalsamada, quizás como una forma de eternizarla.  Tal fue la idolatría, que su cuerpo fue escondido por algunos de sus seguidores (incluso existe la sospecha de que se le practico necrofilia) ante el temor de que fuese “secuestrada” por los “gorilas”.
En vida, Evita fue tratada entre sus acólitos de “señora”, y vestía y se cubría de joyas como si fuese parte de la realeza europea.  Sus seguidores adoraban verla como Cenicienta, aunque ellos solo fuesen los ratones que tiraban de su carruaje.
La pregunta es: ¿tenía Eva Duarte “méritos religiosos” como para ser beatificada?  Creo que este interrogante no soporta el menor análisis, ya que no sólo no presentaba ninguna virtud teologal, sino que incluso sus discursos y actos estaban signados por el odio, el resentimiento y la violencia.
Por otra parte, ¿a qué se deberá este repentino espíritu piadoso de la CGT?  Seguramente tiene mucho que ver con el hecho de que el Papa sea argentino y de que el mismo adscriba a la ideología de la “justicia social, el capitalismo salvaje y la explotación del pueblo”.
Ideología papal subrayada en la promoción de Enrique Angelelli, Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville como beatos, por haber sufrido “martirio en odio de la fe”, una flagrante distorsión de la verdad.
Angelelli murió en un accidente de tránsito que, aparentemente, fue producido ex profeso por orden del gobierno militar.  Aun cuando diésemos por cierta esta versión homicida, cuestión que no es el fin de este articulo, su asesinato se habría producido por su accionar político afín a montoneros y no por su faceta religiosa.  Lo mismo sucede con los otros dos religiosos, salvajemente torturados y asesinados, hecho aberrante que merece el mayor de los castigos.
Pero proclamar mártires a estos personajes vinculados con el movimiento “Cristianos para la Liberación”, grupo íntimamente ligado a “Montoneros”, es avalar los sanguinarios guerrilleros y sus acciones, las que distan una eternidad de la doctrina de amor y paz que promueve la Iglesia.
Pero la vida continúa y casi sin darnos cuenta llegamos a Baradel y sus preclaras puntualizaciones, acerca del valor del libro de Cristina Fernández (libro que no leyó) como libro de texto para las escuelas.  Digamos sería un remake actualizado de “la Razón de mi vida”, un nuevo esfuerzo de esta caterva impresentable en la procura de la idiotización de los jóvenes.  ¿Se imaginan a Baradel como ministro de educación de Fernández?, ¿por qué no?
Y digo Fernández, pues el binomio que se postulará por ese espacio tiene apellido repetido.  Al respecto sólo diré en este artículo, que nunca deja de sorprenderme el nivel de hipocresía, de codicia y de falta de valores de los políticuchos de nuestro país.  Después de calificar al gobierno de Cristina como “deplorable”, estos dos impresentables se funden en un nauseabundo abrazo político.  Al decir de Ayn Rand: “La ambición de poder es una mala hierba que sólo crece en el solar abandonado de una mente vacía”.
Argentina, país generoso.
 

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