La nueva era del socialismo
Nicolás Russo
El autor es estudiante de Economía en la Universidad Nacional de Mar del Plata.



El socialismo es una corriente de pensamiento que ha provocado caos, muerte, devastación y hambre en diversas regiones alrededor del globo. Se ha basado en la “defensa del pobre” para llegar al poder y luego multiplicar la cantidad de personas bajo la línea de pobreza, y en la “defensa de la libertad” para luego eliminarla casi por completo. Luego de la caída del muro de Berlín, la disolución de la Unión Soviética y el fin de la Guerra Fría, el socialismo se debilitó considerablemente, pero no está muerto.
En las casi dos decenas de años que tiene este siglo, varios movimientos socialistas han surgido en diversos rincones del mundo, cuyas bases, características y consecuencias son, en general, las mismas que las de los gobiernos socialistas que nacieron en el siglo pasado. Cabe destacar que uno de estos nuevos movimientos ha despertado un alto grado de interés en todo el mundo, y es el caso de Venezuela.
La situación económica, política y social que atraviesa este país se ha convertido en protagonista de numerosas portadas periodísticas alrededor del globo, despertando la preocupación tanto de ciudadanos como de varios gobiernos. La violencia, el desprecio por la democracia, el autoritarismo, el patriotismo, los crímenes perpetrados por el Estado, el hambre, los terribles indicadores macroeconómicos, la vertiginosa migración y un mandatario demagogo representan las características de un socialismo fallido que (otra vez) ha dejado un país devastado.
Partiendo de los nuevos debates ideológicos presentados a raíz de la llegada de este gobierno y analizando las bases originales del socialismo, es posible elaborar un marco teórico que explique el resurgimiento de esta ideología en el siglo XXI junto con sus pilares fundamentales.
De esta manera, en este estudio se expondrán las cuestiones que tienen que ver con el socialismo, sus características, su resurgimiento, sus fundamentos más comunes, sus seguidores y la manifestación de estos factores en la realidad, realizando un análisis profundo que nos permita reflexionar y comprender diversos elementos esenciales.

1. Qué es el socialismo

Antes de hablar sobre el socialismo y adentrarnos en el análisis de esta corriente específica, es necesario definirla. Al igual que muchos de los conceptos referidos a las ideologías políticas, filosóficas, económicas y sociales más estudiadas de la historia reciente, el socialismo tiene muchas definiciones distintas dependiendo del autor, tiempo y espacio que se considere.[1]
Para este estudio, nos referiremos al socialismo como un sistema económico, político y social que sigue las determinaciones de un plan impuesto desde el Estado que en todos los casos tiene, como mínimo, las siguientes características: nacionalización de todos o casi todos los medios de producción; economía centralizada dirigida por las decisiones arbitrarias de la autoridad central[2] y, por consiguiente, un alto grado de intervención estatal en el mercado bajo la prédica de la “distribución igualitaria de la riqueza”; restricción de las libertades individuales (tanto económicas como sociales). En un sistema de este tipo, el Estado se asegura de que los individuos cumplan con las determinaciones mediante la coerción, es decir, impone las determinaciones de manera violenta y represiva, al mismo tiempo que castiga a quienes no las cumplen de diversas maneras y con distintas sanciones (particulares de cada gobierno). Además, se alega que todas las medidas y propuestas del gobierno contribuyen al “bien común”.
Sin embargo, es normal escuchar que tanto la restricción de las libertades como la coerción no forman parte de las características del "verdadero socialismo", y son muchas veces omitidas por las definiciones de este concepto, particularmente por aquellos que simpatizan con él, debido a que muestran la verdadera naturaleza autoritaria[3] y violenta de este sistema.
En cuanto a la libertad económica, es posible afirmar que, para controlar la actividad económica en su totalidad, arbitrariamente y desde un solo lugar, el Estado debería limitar las posibilidades del individuo en este aspecto, puesto que -para que el control de la economía sea en un principio posible- las personas no habrían de tener la posibilidad de hacer lo que deseen con su dinero, ya que esto podría complicar la consecución del plan estatal. En consecuencia, el Estado se convierte en un agente fundamental en las interacciones económicas de los individuos, aplicando una innumerable cantidad de reglamentaciones, impuestos, tasas y contribuciones obligatorias en el progresivo camino hacia el saqueamiento de los bolsillos de los ciudadanos para “distribuir equitativamente” ese dinero entre todos los sectores de la población. Como muchos países han experimentado, esta distribución nunca ocurre, puesto que lo que sucede a medida que los ricos se hacen más pobres, es que los pobres se hacen todavía más pobres, como consecuencia de la caída en la actividad económica causada por los resultados que surgen del crecimiento exagerado del Estado, resultado inevitable del seguimiento de las determinaciones del plan. Sin embargo, en este mar de calamidades y desgracias, los que sí se hacen más ricos son los políticos y mandatarios. En lugar de impartir una distribución igualitaria de la riqueza, los líderes socialistas promueven, como Winston Churchill señaló, una distribución igualitaria de la miseria. Miseria que, como es de esperar, no alcanza a los integrantes de la casta política.
Por otro lado, los gobiernos socialistas tienden a restringir las libertades sociales del individuo debido a que necesitan que este no estorbe ni sea un obstáculo en la consecución del plan, es decir, deben ocuparse que la mayor parte de la población posible siga con las determinaciones del plan y no ocasione ningún imprevisto que pueda causar el derrumbe de estas condiciones. Esto lo hacen al controlar, en mayor o menor medida, cuestiones como el acceso a la información, la libertad de expresión y la protesta.
Finalmente, el Estado, al necesitar que la mayor cantidad de individuos posible cumpla con sus determinaciones (sino el plan carecería de sentido), debe imponer las mismas a aquellos que no estén de acuerdo[4]. Puesto que estas determinaciones son, en su mayoría, altamente restrictivas con respecto a la libertad del individuo, la imposición no se da por la aceptación y aquiescencia del mismo, sino mediante la coerción del Estado frente a su resistencia, y luego, por la dominación por medio del terror de los ciudadanos.
Estos factores nos indican, y prueban, que es imposible idear o imaginar un sistema socialista sin una restricción elevada de las libertades individuales económicas y sociales, y sin una imposición violenta de las determinaciones que dictan estas restricciones a la población.
En este ensayo, un gobierno será considerado socialista cuando todas, o en su defecto, la mayoría de sus propuestas, proyectos, acciones y medidas se dirijan a la consecución de las determinaciones de un plan determinado por el gobierno que tenga, mínimamente, las proposiciones señaladas al comienzo de este capítulo (debido a que la coerción es inherente a la consecución del plan, no es necesario señalar esta característica como otro de los requisitos). De esta manera, puede definirse al gobierno venezolano, por ejemplo, como un gobierno socialista, y al chavismo y la Revolución Bolivariana como movimientos netamente socialistas con leves cuestiones específicas acerca del lugar y el tiempo donde surgieron. 

2. La demagogia y el autoritarismo

Todos los líderes socialistas han sido, en un nivel mayor o menor, exponentes de la demagogia y predicadores de la mentira. Para poder alcanzar el objetivo del poder autoritario y casi absoluto sobre la población, necesitan primero, entre otras cosas, un apoyo popular lo suficientemente elevado, o más bien, la ausencia de una resistencia a las determinaciones lo suficientemente significativa como para poner en peligro su autoridad, para hacerse paso en el camino hacia el mandato y mantenerse en el poder. Para ello, no pueden hacer públicos sus peligrosos objetivos, por lo que acuden a controlar e influir sobre la población mediante promesas infundadas, falsedades descaradas y tergiversaciones de la realidad.
Todo esto puede evidenciarse mediante un análisis simple de algunos de estos dichos, siendo los discursos de los líderes venezolanos un ejemplo que ilustra a la perfección la demagogia socialista:
  1. Nicolás Maduro, presidente de Venezuela: "Traigo la verdad de un pueblo luchador, traigo la voz de una patria que se ha negado a rendirse, se ha negado a rendirse en la injusticia, ante los imperios" (en la Asamblea General de la ONU, en septiembre de 2018). Dichos como este no han faltado en los discursos de este mandatario, que, al igual que muchos de los mandatarios socialistas, se autodenomina vocero del pueblo, haciendo declaraciones de lo que este supuestamente piensa, reclama y desea. Este formato de discurso, como es de esperar, no tiene otro fin que presentar una realidad distinta a lo que verdaderamente sucede. El líder intenta dar, frente a los demás, una justificación de su autoridad, una suerte de validación de los ciudadanos que se adjudica arbitrariamente, como si su conocimiento fuera total e infalible, para decidir cuáles son los deseos del pueblo, cumplirlos y ser el mensajero de la población frente a la comunidad internacional.
La verdadera cuestión es que, ya que los “intereses del pueblo” no son más que la suma de los intereses individuales de todos los individuos de la sociedad, y conocerlos todos es simplemente imposible debido a su naturaleza e infinitud, también es imposible, en consecuencia, saber cuáles son esos “intereses del pueblo”. Por lo tanto, cualquier “líder” que proclame saber cuáles son estos intereses, no está haciendo más que mentir descaradamente.
Por otra parte, Maduro introduce un personaje característico en todos los discursos de los líderes socialistas: el imperio. Un falso enemigo, un fantasma, culpable, supuestamente, de todos los males que atraviesa la sociedad. Este falaz discurso tiene como único fin la liberación de la culpa por la atroz realidad del pueblo venezolano, que ve como sus derechos son cercenados por el gobierno actual y como sus propios vecinos, amigos y familiares se encuentran viviendo en la calle, al borde de la inanición, o incluso asesinados por las Fuerzas Armadas a causa de las acciones de este gobierno.
  1. Delcy Rodríguez, vicepresidenta de Venezuela: “Ha pretendido convertirse un flujo migratorio normal (en relación al flujo migratorio de venezolanos) en una crisis humanitaria justificadora de la intervención internacional de Venezuela.” (en septiembre de 2018). Esta alevosa y descarada mentira acerca de la migración en Venezuela es insostenible si se observan los datos y estadísticas. Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, hubo más de 460.000 venezolanos solicitantes de asilo en el exterior entre 2015 y 2018; el vocero de Naciones Unidas, Stephane Dujarric, ha declarado que más de 2,3 millones de venezolanos han abandonado el país en los últimos años, de los cuales 1.579.922 lo han hecho en el año 2017, según la Organización Internacional de Migraciones de la ONU. Siguiendo las palabras de la BBC, se trata del mayor movimiento migratorio en la historia reciente del continente. En Venezuela hay una crisis humanitaria, y eso es innegable.
Además, es posible notar también una especie de alusión a “ellos” o al “imperio” (aunque no esté nombrado explícitamente) cuando se habla de la supuesta intervención internacional.
Por otra parte, algunas frases (detalladas a continuación) de los principales líderes socialistas del siglo XX, muchas veces venerados y admirados, demuestran a su vez la matriz autoritaria de este movimiento:
  1. Vladímir Ilich Uliánov (alias “Lenin”): “Pueden darse situaciones en las que los intereses de la humanidad tengan que ceder su prioridad a los intereses de clase del proletariado” (fecha no especificada). Esta frase no es sino una manera cautelosa de encubrir que los intereses personales de algunos individuos, por alguna razón (o por ninguna), valen más que otros. Esto es lo mismo que decir, puesto que el interés personal racional es lo que guía a los humanos racionales en persecución de las metas y objetivos de su vida (es decir, en la acción misma de vivir), que la vida de algunas personas vale más que la vida de otras, simplemente por un dictamen arbitrario y sin sentido alguno. Es preciso en esta situación aclarar que, cuando se habla de interés personal racional, no se habla de un capricho o de una motivación emocional momentánea, urgencia o deseo impulsivo, sino de la persecución de objetivos y propósitos delimitados de manera racional. Esto significa, en el contexto de un código de principios morales previamente establecido, creado con el uso de la razón, demostrado y validado objetivamente, cuyo valor más alto sea el logro de la propia vida y la felicidad mediante el propio esfuerzo y sin una violación de por medio de los derechos individuales de otras personas, que las dotan de poseer, a su vez, otro código de valores racional (adaptado a sus características, entorno y personalidad)[5].
  2. Fidel Castro, líder de la revolución cubana y ex presidente de Cuba: “Los intereses de la humanidad reclamaban el cese de la anarquía en la producción, el derroche, las crisis económicas y las guerras de rapiña propias del sistema capitalista. Las crecientes necesidades del género humano y la posibilidad de satisfacerlas, exigían el desarrollo planificado de la economía y la utilización racional de sus medios de producción y recursos naturales”. Esta frase refleja un concepto similar, pero a mayor escala, de las frases analizadas anteriormente (los intereses de un grupo particular -en este caso, “de toda la humanidad”).
En relación a los conceptos mencionados tales como “la anarquía en la producción, el derroche, las crisis económicas y las guerras de rapiña”, es posible aclarar que no son más que vacías críticas sin fundamento empírico alguno. La anarquía en la producción, es decir, la competencia libre de distintos agentes económicos, ha causado, en el grueso de los casos, condiciones provechosas para el consumidor, como la baja de precios, la innovación y la mejora en la calidad de los productos. La producción centralizada, o sea, la base de la economía socialista, ha devenido siempre, en todas las ocasiones, en hambruna y escasez. El desarrollo planificado de la economía, cada vez que se ha implementado, ha estado lejos de ser racional, siendo, en cambio, arbitrario, subjetivo, impulsivo y desastroso.
Es posible, luego del análisis de estos dichos, encontrar un patrón o factor común en ellos, que también se manifiesta en la mayoría de los discursos de todos los líderes socialistas de nuestra historia: la atribución de la responsabilidad por los males de la sociedad al “imperio”, y el conocimiento total de los intereses de un grupo o, incluso, de toda la humanidad, autodenominándose como una especie de héroe con la responsabilidad (y el permiso) de hacerlos cumplir.
Nótese que no es necesario, cada vez que se habla del discurso socialista como una forma de controlar a los oyentes, que lo que el mandatario u orador exprese literalmente sea lo contrario a su significado real oculto, sino que el significado verdadero puede encontrarse en el mensaje, pero expresado de una manera tal que se omitan algunos factores, resaltando otros que parecen darle algún tipo de validez lógica y, a simple vista, lo hacen parecer razonable.
El discurso falaz de los gobernantes, además, es acompañado por sus acciones restrictivas con respecto al acceso a la información y a la libertad de expresión, el poder de coerción y la dominación mediante el terror. Estas cuatro formas de actuación del Estado socialista (discurso, limitación de la información, coerción y dominación) pueden definirse como métodos de control de la sociedad que el Estado usa de forma combinatoria y libre según la situación frente a la que se encuentra para poder controlar a la población.
Estos métodos no son cosa nueva en la implementación del socialismo, sino que están presentes en este tipo de gobiernos desde aquellas primeras aventuras socialistas del siglo XX, siendo sus principales exponentes la Unión Soviética y la República Popular China durante el gobierno de Mao Zedong. Tampoco son exclusivos del socialismo, siendo fácilmente identificables en otras variantes colectivistas[6] y gobiernos autoritarios. Actualmente, existen algunas diferencias con aquella época, marcadas principalmente por el avance de la tecnología, las redes de comunicación y la facilidad del acceso a la información mediante internet, aunque la naturaleza de los métodos de control detallados anteriormente sigue siendo la misma. 

3. El resurgimiento del socialismo en el siglo XXI

A pesar de las calamidades que ha causado en todos los países donde se ha implementado, y los cien millones de muertos que se encuentran en la larga lista de sus víctimas[7], el socialismo sigue siendo apoyado y defendido por muchas personas alrededor del mundo.
Entre los socialistas, podemos distinguir dos grandes grupos: aquellos que defienden el socialismo aun sabiendo sus autoritarias y violentas implicaciones y su fracaso anunciado; y aquellos que lo defienden sin conocer estas características (o haciendo caso omiso a su denuncia por parte de los opositores al socialismo) y se guían por la demagogia de sus predicadores. En cuanto al primer grupo, podemos decir que por los únicos principios que se guían son la violencia, la maldad y la irracionalidad, y serán llamados, con el objetivo de evitar repeticiones innecesarias, como los socialistas opresores. Los integrantes del segundo grupo de socialistas, por otro lado, serán llamados socialistas seguidores.
Mientras que los opresores son, como su nombre lo indica, los que frecuentemente se encuentran en los gobiernos de los países en los que el socialismo se ha hecho con el poder, los seguidores son, como el lector podrá deducir, los repetidores de sus dichos y una de las causas por la cual los opresores llegaron al poder y se mantienen en él. Cabe destacar que los socialistas seguidores constituyen la mayoría de los socialistas, y son en los que nos centraremos en lo que resta de este capítulo.
El resurgimiento del socialismo está determinado por diversos factores y causas. Sin embargo, sin la existencia y el crecimiento del grupo de socialistas seguidores (no sólo en los países socialistas, sino en todo el mundo), esta revivificación no podría haber sido posible de ninguna manera. Este grupo, muchas veces guiado por “buenas intenciones” (pero erróneos principios), puede tener seguidores más o menos “fanáticos”, pero nunca condenarán al socialismo ni a sus líderes, y una de las principales causas de su existencia y crecimiento es la ignorancia.
Con esto, no me refiero solo a la ignorancia acerca de la coerción y violencia inherente al socialismo, sino a la ignorancia general acerca de asuntos globales concernientes a toda la humanidad.
Estudios realizados por la Fundación Gapminder y el psicólogo Steven Pinker han arrojado resultados bastante negativos acerca del conocimiento que tienen las personas en general sobre las mejoras que ha experimentado la humanidad en materia de pobreza, esperanza de vida, mortalidad infantil, acceso a la educación, prevención de muertes por desastres naturales, entre otros elementos[8]. Esto se debe, afirman, a que la gente en general posee una visión sesgada y pesimista acerca del mundo en que vivimos, priorizando lo malo que sucede en unas pocas regiones frente a lo que experimenta la mayoría de la población mundial. Esta visión, añaden, proviene de los datos caducos que se inculcan en las escuelas y los eventos que tienen más relevancia en los medios de comunicación: los acontecimientos "dignos de noticias" son aquellos que son más inusuales y que muestran cambios rápidos, mientras que los cambios lentos y constantes en las principales tendencias (como la disminución de la pobreza o el aumento de la esperanza de vida al nacer) no reciben mucha atención.
Además, Steven Pinker agrega que otra de las razones por las que la sociedad en general no conoce el progreso tiene que ver con nuestra psicología cognitiva[9]. Las noticias pueden distorsionar la visión del mundo de la gente a causa de un “error mental” llamado “heurística de la disponibilidad”. Este error consiste en el hecho de que las personas calculan la probabilidad de un acontecimiento o la frecuencia de una clase de cosas en función de la facilidad con que le vienen a la mente los ejemplos. De esta manera, la excesiva cantidad de titulares trágicos acerca de sucesos aislados en alguna parte del mundo, en contraste con la falta de divulgación de los cambios globales a largo plazo, pueden distorsionar fácilmente nuestro punto de vista inicial.
Estas destacadas investigaciones, así como sus resultados y conclusiones, pueden ser de gran ayuda para entender por qué el socialismo ha vuelto a recobrar importancia en el escenario internacional y en las discusiones cotidianas.
En primer lugar, es posible afirmar que si la sociedad en general no es consciente de los logros y mejoras que hemos experimentado como especie (no sólo en algunas regiones, sino en todo el mundo) desde la implementación del capitalismo y la democracia como bases económicas y políticas fundamentales, las personas serán más propensas a dejarse llevar por las críticas infundadas a estos principios, y, en consecuencia, a aceptar como válida una lucha que intente desmantelar sus pilares.
Es oportuno en este caso, entonces, enumerar algunas de las más importantes de estas mejoras. Desde que los principios ilustrados de la razón, la ciencia, el humanismo y el progreso han sido implementados y tomados como premisas en muchas regiones de nuestro planeta hace poco menos que 200 años, y, con ellos, el respeto por las libertades individuales, la democracia y el libre mercado, se han producido los siguientes cambios en las estadísticas globales:
  • La esperanza de vida promedio se ha duplicado (de 30 años a lo largo del siglo XIX, a 72 años en el año 2017), según datos de la OMS, Our World in Data y el Banco Mundial;
  • La mortalidad infantil es cinco veces menor (ha pasado de ser el 25-30% en el siglo XIX al 4,5% en 2015), según datos del Banco Mundial;
  • Las muertes por hambruna se han reducido en dieciséis veces su número, o lo que es lo mismo, han disminuido un 93%, desde 4.091.043 millones de muertes por década en 1860 hasta 255.000 en la década del 2010 (en base a estadísticas de Our World in Data);
  • El porcentaje de personas en condición de pobreza extrema es diez veces menor (ha decaído increíblemente desde el 94% de la población mundial en 1820 al 9,6% en 2015, de acuerdo con datos de Our World in Data);
  • Las grandes guerras entre imperios y/o Estados poderosos han desaparecido. Mientras que en gran parte de la historia humana los grandes Estados e imperios estaban siempre en guerra entre sí, esto comenzó a ser menos frecuente desde 1800 (Steven Pinker en base a Levy y Thompson, 2011, y Uppsala Conflict Data Project), siendo la última gran guerra la Segunda Guerra Mundial;
  • La tasa de analfabetismo ha disminuido desde el 88% de la población global en 1800, hasta el 14% en 2016, es decir, que el porcentaje de personas sobre la población mundial que sabe leer y escribir se multiplicó por siete en los últimos 200 años, según información de Our World in Data.
Sin embargo, no es sólo la ignorancia generalizada del progreso de la sociedad lo que causa la existencia y el crecimiento del grupo de “socialistas seguidores”. Junto a este factor se encuentra otro muy importante, que es la aprobación y el asentimiento del discurso de los líderes socialistas.
La ignorancia acerca de las mejoras explicadas anteriormente (o la negación de las mismas) es lo primero que se necesita para que una persona desestime al capitalismo y a la democracia liberal como garantes del progreso y el crecimiento. Seguidamente, es la aceptación del discurso socialista lo que determina que esa desestimación devenga en la admisión del socialismo como una alternativa razonable y correcta para “resolver los problemas que presenta el sistema actual”.
Nótese que estos “problemas” usualmente señalados no son más que pura espuria, ya que, si con los ideales ilustrados se alcanzó un progreso real y comprobable, el argumento de que estos ideales no han contribuido a la mejora y el bienestar de la sociedad en su totalidad es, sin lugar a dudas, una negación completa de la realidad.
Así, estos dos grandes factores (la ignorancia y la aceptación del discurso) permiten la existencia, ya su vez, la expansión, del grupo de socialistas seguidores. Hilando más fino, empero, y con la ayuda de una secuencia temporal simple y universal, dentro de los socialistas en general es posible distinguir un tercer grupo, que se origina dentro del grupo de socialistas seguidores, y que llamaremos socialistas negadores.
La secuencia mencionada consiste en lo siguiente: un movimiento socialista revolucionario emprendido por socialistas opresores gana lugar en un país determinado mediante el aumento de adeptos a la causa (en su mayoría, socialistas seguidores). A causa de esto, llegan al poder (en este caso, omitiremos de qué modo) y comienzan, desde el gobierno, con la implementación del plan. Conforme pasa el tiempo, y la implementación de las políticas del plan es más intensa, se hacen más visibles los nocivos efectos del socialismo sobre la vida cotidiana de las personas, como la escasez de alimentos, la hambruna y el aumento de la pobreza. Inevitablemente, el autoritarismo y la violencia del Estado comienza a desenmascararse y a asomarse detrás de la cortina de humo que presentan los discursos de los líderes, acrecentándose la represión y los casos de presos políticos.
Frente a esta situación, los socialistas seguidores, tanto los que viven en ese país como los que están al tanto de la situación desde otra parte del mundo, actúan, generalmente, de tres maneras distintas: a) Luego de ver las consecuencias desastrosas del socialismo, dejan de apoyarlo y condenan al régimen de ese país y a la ideología en general; b) A pesar de los terribles resultados detectables a simple vista, siguen siendo influenciados por los líderes, defendiendo argumentos como “esto es culpa del imperio estadounidense”, “los mal llamados presos políticos son funcionales al imperio y contrarios al pueblo”, u otras variantes similares; c) Retiran su apoyo a los gobernantes, condenándolos por sus actos autoritarios, pero siguen defendiendo al socialismo, argumentando que lo que el gobierno hizo o hace “no es verdadero socialismo”. Analicemos estos tres puntos más detenidamente.
La opción a) es, sin duda, la más racional de todas. A pesar de haber apoyado al movimiento socialista en un principio, el sujeto “A”[10] se da cuenta de sus autoritarias implicaciones y cambia de parecer, dejando de formar parte del grupo de socialistas seguidores. Sin embargo, esta opción es poco común, a causa del elevado poder de influencia del discurso de los líderes.
Esto nos lleva a la opción b). En este caso, el cabecilla del gobierno induce al sujeto “B” a continuar apoyándolo, influenciando fuertemente sobre él con su discurso. Esto lo hace apelando a diversos conceptos que justifican su accionar y reafirman su condición de falso “héroe” o “libertador”. Así, el sujeto “B” continúa siendo un fiel seguidor del gobierno, creyendo las mentiras que emanan de los dichos de los líderes y contribuyendo a que continúen su mandato.
Por otra parte, los socialistas seguidores que eligen la opción c) presentan un nuevo argumento, que no adquirieron de los líderes ni sale de su discurso, sino que nació en su propio grupo. Este argumento los libera de manera absoluta de toda responsabilidad por haber apoyado a un régimen autoritario y violento, y su frase de cabecera es la siguiente: “Eso no es verdadero socialismo”. De esta forma, los seguidores que eligen la opción c) se transforman en socialistas negadores, desmintiendo que el socialismo fuera responsable de las desdichas observables en el país en cuestión. Este último argumento es muy común hoy en día, debido a la facilidad con que presenta la liberación de toda responsabilidad por efectos indeseados, y a que no pone en duda en ningún momento las bases de la teoría socialista.
Así, y finalmente, podemos afirmar que existen tres tipos de socialistas: opresores, seguidores y negadores. Los primeros se caracterizan por conocer las terribles consecuencias del socialismo, y promoverlas mediante políticas (mintiendo descaradamente). Los segundos se distinguen por negar o no conocer las implicaciones autoritarias, siguiendo los dichos de los cabecillas y justificando su accionar. Los terceros, por su parte, se diferencian de los seguidores al desligarse de un gobierno socialista en particular, aunque continúan desconociendo o negando la violencia inherente a la implementación de esta ideología.
Estos tres grupos, generados y movidos por todo el conjunto de factores que fueron explicados en este capítulo, funcionan como una especie de engranaje que gira incesantemente a una velocidad alarmante, y que representa la causa principal del resurgimiento de esta ideología.

Conclusión

Luego de este análisis, es posible decir que, sin lugar a dudas, el socialismo es una de las corrientes de pensamiento más nefastas y nocivas de la historia moderna. Como hemos visto, esta ideología es, inherentemente, autoritaria y violenta. Para implementarse, deben obligatoriamente cercenarse las libertades individuales de los ciudadanos e imponerse por la fuerza las determinaciones del gobierno.
En un contexto de esas características, el accionar del Estado no es al azar, sino que se vale de distintos métodos para controlar a la población: el discurso, la limitación de la información, el poder de coerción y la dominación mediante el terror. En la mayoría de los casos, los cuatro elementos se encuentran presentes, no habiendo uno más importante que otros.
Sin embargo, el discurso juga un papel fundamental en la aceptación del socialismo como una ideología razonable. La mayoría de los socialistas, y gran parte de la población en general, no conoce las implicaciones autoritarias de esta corriente, y repite las mentiras inteligentemente armadas de los líderes (Como ya sabemos, ninguna de las promesas de futuros paradisíacos socialistas se cumplió nunca, y nunca se va a cumplir).
Junto con la ignorancia generalizada del progreso logrado con el capitalismo y la democracia, el discurso socialista es el determinante principal de la existencia de grupos seguidores, masa popular que les permite acceder al poder a los opresores y mantenerse en él. Los negadores, aunque al final no sigan a los cabecillas, son igual de cómplices en lo que se refiere a la reproducción de la ideología socialista y sus argumentos, siendo también víctimas de la desinformación general.
Toda esta red de conceptos y fenómenos es la que permite que hoy, 28 años después de la disolución de la Unión Soviética, un régimen responsable de 20 millones de muertes; y 44 años después de la finalización el régimen de Mao Zedong en China (responsable de 65 millones de muertes[11]), el socialismo sigua siendo defendido e incluso aplicado en algunos países.
Las críticas a este sistema y las positivas consecuencias del capitalismo son comprobables objetiva y estadísticamente por cualquier medición de datos globales seria de las últimas décadas. Sin embargo, lejos de estar aprendiendo de la historia, la sociedad está cegada ante ella, apoyando (nuevamente) los mismos principios que causaron que, en el siglo XX, cien millones de personas perdieran su vida y decenas de sociedades enteras terminaran en ruinas.

Bibliografía

 Junio de 2019.
[1] El socialismo tiene sus bases en la filosofía comunista impulsada por Marx y Engels a mediados del siglo XIX. Karl Marx se refería al socialismo como la “dictadura del proletariado”, refiriéndose al gobierno de transición entre el capitalismo y el comunismo (connotación que no utilizaremos en este ensayo). Está filosofía está basada en conceptos como la “lucha de clases”, la “alienación del trabajador en el sistema capitalista” y el “robo del producto de su trabajo por parte de los capitalistas”. El análisis de la veracidad o falsedad de estos conceptos no son objeto del presente estudio, aunque han sido expuestas varias veces por diversos académicos a lo largo de la historia las refutaciones a esta teoría filosófica y su discrepancia con la realidad.
[2] Se entiende como autoridad central a la persona o grupo de personas en el nivel más alto de la jerarquía de poder dentro del gobierno, cuyo poder de decisión acerca de todas las cuestiones relativas al país es de gran amplitud y no requiere, generalmente, de ningún tipo de aprobación.
[3]Autoritarismo: modalidad del ejercicio de la autoridad que impone la voluntad de quien ejerce el poder en ausencia de un consenso construido de forma participativa, originando un orden social opresivo y carente de libertad y autonomía. (Wikipedia)
[4]Véase Camino de servidumbre, Hayek, (1945).
[5] Todas las explicaciones acerca de los valores e intereses de los individuos citadas anteriormente corresponden a las bases de la filosofía objetivista, creada por Ayn Rand a mediados del siglo XX.
[6]Se considera como ideología colectivista a cualquier ideología política, económica y/o social que priorice los intereses y mandamientos de un grupo particular por sobre los derechos y libertades de cada individuo. El socialismo, el fascismo y el nazismo son algunos ejemplos de colectivismo.
[7] Según estadísticas de ­El libro negro del comunismo (1997), escrito por profesores universitarios e investigadores europeos y editado por Stéphane Courtois, director de investigaciones del Centre national de la recherche scientifique (CNRS). (Wikipedia)
[8] Véase Cómo no ser un ignorante en el mundo: Hans y Ola Rosling (https://www.youtube.com/watch?v=Sm5xF-UYgdg&t=6s), Is the world getting better or worse? A look at the numbers | Steven Pinker(https://www.youtube.com/watch?v=yCm9Ng0bbEQ&t=669s) y En defensa de la Ilustración, Pinker (2018). 
[10]Se llamará sujeto “A” a un socialista seguidor promedio que opte por la opción A en la secuencia temporal descripta anteriormente. De la misma manera, se llamará sujeto “B” a otro socialista seguidor promedio, de similares características al anterior, que prefiera la opción B.
[11]Según estadísticas de ­El libro negro del comunismo (1997).
 

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