La lucha de Hong Kong
Ian Vásquez
Director del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute, Washington D.C. Miembro del Consejo Internacional de Fundación Atlas para una Sociedad Libre.



Millones de hongkoneses se manifestaron este fin de semana contra las autoridades de su ciudad. Una propuesta de ley de extradición está enfrentando a los ciudadanos de uno de los lugares tradicionalmente más libres del mundo –Hong Kong– con una dictadura que se está volviendo cada vez más totalitaria –la del Partido Comunista de China–.
Lo que está en juego va más allá del futuro de Hong Kong. Dado el auge de China como potencia mundial, el conflicto involucra a Occidente y significa un choque de visiones acerca de cómo organizar la sociedad.
De aprobarse, la ley de extradición sería un grave asalto a las libertades de Hong Kong. Cuando el Reino Unido transfirió Hong Kong a China, se implementó la doctrina de “un país, dos sistemas”, en la que China garantizaba las libertades de la otrora colonia británica. La ley propuesta permitiría la extradición de supuestos criminales a China, donde la dictadura controla el sistema judicial. Beijing podría extraditar y aplicar mano dura a cualquier crítico del Estado Chino. Observa The Wall Street Journal que el año pasado en la provincia china de Jiangsu se condenó a 96.271 personas mientras se absolvió tan solo a 43. De tal manera, la dictadura china fácilmente demolería el Estado de derecho de Hong Kong que tanto ha contribuido a la prosperidad y libertad de esa ciudad.
El sector empresarial también se ha opuesto al proyecto de ley con razón, pues confiscaría “activos de personas buscadas por delitos cometidos en otras jurisdicciones”. Como observa Ambrose Evans-Pritchard, esta propuesta “trae la extensa riqueza de Hong Kong al alcance del control del Partido Comunista por primera vez”.
La ley de extradición no sería la primera violación de los derechos de los hongkoneses debido a la presión de Beijing, aunque sí las más grave. Según el índice de libertad humana, el ránking de Hong Kong empezó a caer hace seis años. Desde entonces, China ha secuestrado a gente de Hong Kong que considera enemigos y Hong Kong ha encarcelado a líderes del movimiento democrático, ha despojado a legisladores de ese movimiento de sus puestos y ha proscrito un partido pro-independencia. La autocensura en la prensa de Hong Kong se ha vuelto una creciente realidad.
Quizá no nos deba sorprender que Beijing esté aumentando su control sobre Hong Kong. El verdadero milagro quizá sea que la otrora colonia haya podido mantener hasta ahora niveles relativamente altos de libertad. La pérdida de libertades de Hong Kong refleja en gran parte el endurecimiento de la dictadura china desde que llegó Xi Jinping al poder hace seis años.
Desde entonces, se han reducido libertades personales y civiles que hasta ese momento habían crecido. La libertad de expresión se ha reprimido severamente, ha aumentado la censura, se han prohibido perspectivas académicas consideradas occidentales y se ha acosado, encarcelado y torturado a quienes opinan de manera diferente al régimen. La persecución religiosa ha aumentado notablemente. El régimen ha encerrado a más de un millón de uigures –un grupo étnico musulmán– en campos de concentración y está implementando un sistema de vigilancia electrónica y control social a nivel nacional que representa la vanguardia tecnológica y que sería el sueño de cualquier sistema totalitario. El régimen, además, está exportando su tecnología a otros regímenes autoritarios alrededor del mundo.
La amenaza a Hong Kong ocurre al mismo tiempo que la guerra comercial de EE.UU. contra China. Por eso, un nuevo proyecto de ley en el Congreso que podría quitar el estatus especial que tiene Hong Kong con EE.UU. si la ciudad pierde sus libertades cobra más importancia. Si eso ocurre, ya no habría trato diferencial con China y sería otra pérdida de libertad para Hong Kong. La espiral hacia abajo perjudicaría al mundo.


Este artículo fue publicado originalmente en El Comercio (Perú) el 18 de junio de 2019 y en Cato Institute.
 

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