La leyenda negra
Gabriela Calderón de Burgos
Es editora de ElCato.org, investigadora del Cato Institute y columnista de El Universo (Ecuador). Se graduó en el 2004 con un título de Ciencias Políticas con concentración en Relaciones Internacionales de la York College of Pennsylvania. Desde enero del 2006 ha escrito para El Universo (Ecuador) y sus artículos han sido reproducidos en otros periódicos de Latinoamérica y España como El Tiempo (Colombia), La Prensa Gráfica (El Salvador), Libertad Digital (España), El Deber (Bolivia), El Universal (Venezuela), La Nación (Argentina), El Diario de Hoy (El Salvador), entre otros. En el 2007 obtuvo su maestría en Comercio y Política Internacional de la George Mason University.



Crecemos escuchando hablar acerca de la oscura época del colonialismo español. Asimismo, nos hablan de la fortuna que tuvieron los norteamericanos de haber sido colonias de Inglaterra. Pero mucho de esto son mitos que María Elvira Roca Barea caza en su Imperiofobia y leyenda negra(Siruela, 3ra. Ed. 2018).
¿Sabía usted que la Reina Isabel I montó una persecución contra todos aquellos que no se convertían a la religión de estado que le permitía fortalecer su legitimidad en el trono? Roca Barea indica que, por ejemplo, los puritanos que llegaron en el barco Mayflower a Massachusetts –ocasión conmemorada en EE.UU. con el día de acción de gracias— eran puritanos huyendo de Isabel I. Roca Barea dice que “En diez años, los que van desde 1559 a 1569, la represión isabelina mandó a matar a unos 800 católicos”. Antes de Isabel I, es cierto que su media hermana María I —conocida como María la sangrienta— montó su persecución contra aquellos que defendían la religión anglicana, la cual llevó a la muerte a 284 personas.
Muchos de los próceres latinoamericanos que vivieron en Londres a fines de 1700 y principios de 1800 no vieron más allá de los libros en boga, que solían ser escritos por autores que repitieron la misma propaganda anti-española, anti-católica como VoltaireMontesquieu, entre otros. La imperiofobia y la leyenda negra atraviesan el espectro político: se podía (y se puede) ser liberal a carta cabal, como lo fueron muchos de nuestros próceres, y haberse creído la propaganda.
¿Sabía usted que las cacerías de brujas superan con creces las víctimas de la Inquisición española? ¿Sabía usted que hubo inquisición también en otros territorios europeos y que de hecho la primera se creó en Languedoc (Francia)?
¿Sabía que, para conquistar a MéxicoHernán Cortés se valió de la cooperación de tribus nativas que se rebelaron contra la opresión de los aztecas? Roca Barea dice que los aztecas sacrificaban en festivales entre 20.000 a 30.000 personas al año. Pero Rousseau nos habló del buen salvaje Fray Bartolomé de las Casas de los abusos cometidos por los españoles, que sí los hubo, pero también los había antes y eran mucho mayores.
Así fue cómo la leyenda negra española fácilmente se convirtió aquí en América en la leyenda negra americana. En Europa sirvió a los secesionistas neerlandeses para levantar adherentes a su causa (“así tratan los españoles a los conquistados”) y en América a los criollos independentistas para lo mismo. No importa que los criollos independentistas eran descendientes de los mismos conquistadores, ahora se presentaban como colonizados.
Roca Barea señala que se pasa por alto que la prosperidad en las colonias de América del Norte es posterior a la independencia del imperio inglés. Asimismo, se olvida que los territorios españoles en América eran, hasta la independencia, más desarrollados y poblados que los territorios ingleses en América.
Cuando no queremos asumir la responsabilidad de nuestro fracaso encontramos en el Imperio Español (o el de EE.UU. más recientemente) un conveniente chivo expiatorio. La culpa es de los españoles que nos colonizaron, y no nos responsabilizamos por lo sucedido en los siglos posteriores, porque después vinieron los gringos.


Este artículo fue publicado originalmente en El Universo (Ecuador) el 14 de junio de 2019 y en Cato Institute.
 

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