La receta del progreso
Lucas Junes
Empresario comercial y estudiante de comunicaciones.
Los seres humanos, en la plenitud del
razonamiento, en su capacidad de comprender a la vida en sociedad y la división
del trabajo, entendiendo que somos seres que tienden al mejoramiento de las
condiciones de vida a lo largo de los años, tenemos como necesidad básica
suprimir malestares, eliminar en el mayor margen posible las incomodidades o
las insatisfacciones que la naturaleza per
se nos presenta.
En una economía de mercado, que es el sistema
social basado en la propiedad privada de los medios de producción, cada
persona, en accionar y actuar individual según su propio interés atiende las
necesidades de las demás personas que integran la estructura social y a su vez
satisface las propias. El libre mercado, al que mal señalan con desprecio en su
mayoría partidarios de ideologías de izquierda, políticos y militantes con
dudosas imaginaciones, pero nada realizables en el mundo real de proyectar un
mundo sin desigualdad. Es el sistema social en el que gobierna el mercado, que impulsa
las diversas actividades de la gente por las causas que mejor permiten satisfacer
las necesidades de toda la sociedad. En el funcionamiento del mercado no hay
compulsión ni coerción. El estado como aparato social de fuerza y coacción, no
interfiere en aquellas actividades de los ciudadanos que el propio mercado demanda.
El mercado no es una cosa, ni un lugar, ni una
asociación monopolística, mucho menos un plan macabro de algún idealista, es el
intercambio para el progreso, es la naturaleza humana, es un proceso puesto en
marcha por todas las personas que integran un orden social, donde los juicios
de valor de los individuos para su posterior accionar determinan el rumbo,
siempre cambiante, del mercado.
La propiedad privada de los medios de
producción va de la mano con la civilización, no hay ninguna evidencia empírica
ni situación histórica a lo largo del paso del hombre por la tierra, que
determine que el socialismo o alto intervencionismo, pueda atribuir una calidad
de vida mejor a la proporciona el capitalismo. También es cierto, que hasta
ahora, nunca se ha implementado el mercado libre, o economía de mercado de
manera plena y pura. Pero podemos evidenciar, como a lo largo de la historia y
hasta en la actualidad, las naciones con mayores libertades económicas lideran
los puestos de riquezas a nivel mundial. Más allá de todas las falacias o
tergiversaciones de la realidad que puedan proponer aquellos ideólogos o
partidarios de tal imaginación como un estado de bienestar, es evidente y los
datos no mienten, que el estado como interventor en economía nunca produjo
mejoras, o dio una mejor calidad de vida, como en una sociedad que se basa en
un orden de mercado libre.
A pesar de que muchas personas tienden a pensar
que en una economía de mercado los que llevan el mando o tienen el poder son
los empresarios o dueños del capital, podemos refutar tal argumento, sin más
ciencia que usar el sentido común, porque la realidad no entiende de ideologías
ni sentimientos. En un sistema de libre mercado hay un solo comandante, que
lidera las direcciones de los asuntos económicos y ordenan la producción, estos
son los consumidores.
Cuando los empresarios, inversionistas o dueños
de capital no siguen las instrucciones que el consumidor demanda sufre pérdidas
patrimoniales, estos deben de ser débiles y sumisos a las órdenes que den los
consumidores, puesto que si deciden ir en contra de los que demandan se
arruinan y son relevados de aquella posición que les permite generar ingresos
satisfaciendo necesidades.
Los compradores o consumidores buscan siempre
los mejores precios, comprando o decidiendo no hacerlo, enriquecen a los pobres
y empobrecen a los ricos. Son rigurosos en qué, cuándo y cómo debe producirse
un producto y su calidad. Estos son egoístas, jerarcas, especuladores y demás
atribuciones que en tergiversaciones se les alude a los empresarios o
inversores, son en realidad los consumidores. Determinan también los precios de
los bienes de consumo y los factores de producción.
Mientras más una nación se acerque a la
libertad tanto económica como cultural, más próspero y rápido será su
desarrollo. Es tarea de intelectuales y estudiosos del mercado inculcar estas
bases, siempre basándose en la realidad, combatir y refutar inteligentemente a
aquellos partidarios de políticas económicas beneficiosas para un sector
cerrado, para una casta política o para las mediocres planificaciones
disfrazadas de derechos o de igualdad, donde tienen como única finalidad vivir
de los que producen.
La única receta para suprimir malestares es
producir para poder intercambiar, mientras más libre e inteligentemente puedan
desarrollarse las transacciones económicas entre actores en la sociedad, más
beneficios se obtendrán para todas las partes involucradas en la misma. Liberad
es decidir en qué sector de la sociedad situarse, entendiendo que siempre en
una sociedad existieron y van a existir sectores, porque la naturaleza
económica lo demanda, y esto solo es posible en un orden de mercado.
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