La paradoja del socialismo rabínico
Agustín Guardis
Participante del Programa de Jóvenes Investigadores y Comunicadores Sociales 2019 de Fundación Atlas.
Murray.N.Rothbard fue el primer historiador del
pensamiento económico que hizo un análisis meticuloso del marxismo desde la
perspectiva austriaca. En su estudio orgánico de Marx, Rothbard comprueba la
paradoja del pensamiento socialista en
su libro Classical Economics. Aquí,
no solo explica la economía Marxista, sino también el trasfondo filosófico,
religioso y político de su sistema. Rothbard argumentaba que las opiniones
comunistas de Marx sobre historia, propiedad, matrimonio y mucho más, tenían
sus raíces en la sanguinaria Edad Media: así, presenta al marxismo como un
credo religioso. El resultado de la obra de Marx fue una religión secular y no
una teoría científica.
“En realidad Marx creó una verdadera tira de falacia.
Todos los puntos nodales de la teoría son erróneos o mentiras, su ‘integumento’
(por usar un buen término marxista) es también una red de mentiras. El sistema
marxista se encuentra sobre escombros y ruinas: el integumento de la teoría
marxista ha estallado por todas partes mucho antes que su predicho estallido del
sistema capitalista. Además, lejos de ser una estructura de leyes científicas,
la estructura chapucera se construyó y apuntaló como un servicio desesperado
para el objetivo mesiánico fanático y loco de la destrucción de la división del
trabajo y, de hecho, de la misma individualidad del hombre y la creación
apocalíptica de un mundo colectivista supuestamente inevitable, una variante
atea de una venerable herejía cristiana”.
Los socialistas de todo el mundo tienen su religión y
simulan que es una ciencia. El comunismo fanático de Marx era de estilo
rabínico. “La clave del sistema intrincado y masivo de pensamiento creado por Karl
Marx”, es en el fondo muy sencilla: Karl Marx era un comunista. (…) De la misma
manera que el regreso del Mesías, en la teología cristiana, pondría un fin a la
historia y establecería un nuevo cielo y una nueva tierra, el establecimiento
del comunismo pondría fin a la historia humana”.(Cita 2) “La civilización comunista del mañana” era
el objetivo declarado de la propaganda pública en la URSS u otros países del
“socialismo real”. Los lemas-oración de Lenin como “¡El marxismo es
todopoderoso porque es cierto!” o “¡Adelante, camaradas, hasta la victoria
final de la civilización comunista!” decoraban la mayoría de los edificios
públicos en el antiguo imperio soviético. Las oraciones comunistas eran un
atributo necesario del sistema educativo. Completamente de acuerdo con esta
nueva teología del socialismo, Marx y sus seguidores ponían en lo más alto de
su programa de “formar un nuevo ser humano” dispuesto a implantar a visión de
Marx: un colectivismo altruista orientado al “mejoramiento” de la sociedad y
despiadado con los “enemigos de clase”. La desaparición de la división del
trabajo bajo el comunismo significaría que el trabajo productivo permitiría “a
cada persona desarrollar todas sus facultades, físicas y mentales, en todas
direcciones y ejercitarlas completamente”.
Al implantar esta visión de la
izquierda, 60 millones de soviéticos que no se ajustaban a esta imagen
grandiosa fueron masacrados en un terrible gulag, 82 millones de personas en
china bajo el gobierno de Mao zedong, Corea
del Norte 4,6 millones de muertos, Vietnam
3,8 millones de muertos, Camboya
2,4 millones de muertos, Afganistán
1,5 millones de muertos, Yugoslavia
1.172.000 muertos, Alemania
815.000 muertos, Mozambique
729.000 muertos, Etiopía
725.000 muertos, Rumanía
435.000 muertos, Checoslovaquia
262.082 muertos, Venezuela
más de 252.000 muertos, Polonia
más de 235.000 muertos, Hungría
210.000 muertos, Angola
125.000 muertos, Colombia
105.419 muertos, Albania
100.000 muertos, Rhodesia
/ Zimbabue más de 50.000 muertos, Laos
45.000 muertos, Bulgaria
31.150 muertos, Cuba
73.000 muertos, Perú
37.840 muertos, Mongolia
35.000 muertos, Filipinas
22.799 muertos, Grecia
15.401 muertos, Nicaragua
5.000 muertos, España:
al menos 4.176 muertos, Argentina
1.501 muertos, Yemen
del Sur 1.000 muertos .
Según los dichos de Grigori Malenkov, cercano a Stalin y
posteriormente secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética,
estas víctimas eran “costes permisibles” de “formar a un nuevo hombre del
futuro”. Estas depuraciones eran un dispositivo de terror indiscriminado del
gobierno soviético contra sus ciudadanos: nadie, ya fuera leal o desleal al
Partido, campesino o intelectual, era inmune a la persecución y la muerte. La
idea religiosa de la Guerra Santa atrapó las mentes de los “arquitectos del
futuro” y se implantaron los genes del miedo en todo ser humano bajo el
socialismo. La justificación original de estas atrocidades, se encuentra en “el
núcleo de la ética comunista: en la tesis de Lenin de que nuestra moralidad
está completamente subordinada a los intereses de la lucha de clases del
proletariado y de que todo lo que se hace por la cláusula del proletariado es
moral. Esto se implantó desde el principio como justificador de todo lo que se hacía en interés del Partido
Comunista. El coste de esta ética es enorme: “La purga del liderazgo
rival, de doctores y científicos judíos, de agrónomos y biólogos que se oponían
primero a Lysenko y luego a Khrushchev en su campaña de las tierras
vírgenes, de disidentes en el campo cultural, robó al país talentos esenciales.”
Rothbard desarrolló aún más los argumentos de
L.V.Mises en el debate económico. Además, Rothbard concluía que, si el
socialismo no puede funcionar, tampoco pueden funcionar los actos concretos de
intervención pública en el mercado.
La principal lección
a aprender de este análisis del sistema de mando administrativo es que fracasó
debido a sus contradicciones internas, no al error humano. Esta idea es
importante. Las generaciones actuales de jóvenes, atraídas por las atractivas
características del estado benefactor (igualdad, derecho al trabajo, crecimiento
dirigido) concluyen erróneamente que el sistema era en sí mismo sólido. El
triste legado del socialismo es la mentalidad de ciertas personas en todo el
mundo que empezaron a creer que solo el Estado puede sanar los males y lograr
la justicia social.
Uno de los denominadores comunes de socialistas e
intervencionistas públicos es la creencia en que los problemas del monopolio
son los problemas de propiedad. Esta creencia sostiene que los monopolios
privados, que actúan movidos por la codicia, son dañinos, mientras que los
monopolios públicos, al haber sustituido la avaricia por cierto impreciso bien
social, son beneficiosos. Esta postura se basa en la opinión de que las
empresas privadas reprimen el progreso científico y tecnológico, contaminan el
medio ambiente y se dedican a conspirar contra el bienestar público, mientras
que los monopolios públicos (disfrazados bajo los atractivos nombres de
“servicio público”) se cree que son éticos y honrados, preocupados solo por el
bienestar social y nunca por la ganancia personal de los funcionarios públicos.
Todas las experiencias con propiedad pública (es decir, burocrática) han
demostrado lo contrario. Como grupo, las personas que gestionan y hacen
funcionar el sector público no tienen menos intereses propios que los que administran
y hacen funcionar las empresas privadas. Aunque existe una diferencia
importante: al contrario que los empresarios privados, los gobernantes no son
responsables financieramente de sus acciones, ya que trabajan en un entorno
libre del control de costes al que incita la competencia.
Aun así, a pesar de su caída en el siglo xx, el socialismo sigue vivo y crece en las
universidades y escuelas públicas de nuestro país por ejemplo. Hoy en día, la
existencia de una docena de revistas de izquierda y la disponibilidad de
cientos de cursos universitarios por semestre sobre marxismo y keynesianismo acaparan
la escena académica, y demuestran que “la única lección de la historia es
que no nos enseña nada”. Miles de académicos pertenecen a la próspera industria
de los “estudios marxistas”. La rotura creada por el colapso del socialismo,
supuso un frenazo para los estudios marxistas en Europa Oriental, esto fue
cubierto inmediatamente por los “investigadores marxistas” en Occidente.
Además, distintas y numerosas escuelas como la “economía social”, los institucionalistas,
keynesianos y neo keynesianos están tomando prestadas ideas de los dogmas
antiguos, desacreditados e intelectualmente quebrados de la izquierda. La
teoría académica, siguiendo su propio camino, ha llegado así a una postura que muestra
un considerable parecido con el sistema de Marx. En ambas, el desempleo
desempeña un papel esencial. En ambas, el capitalismo se considera que
transporta las semillas de su propia decadencia. En el lado negativo, frente a
la teoría ortodoxa del equilibrio, los sistemas de Keynes y Marx se encuentran
juntos y hay, por primera vez, suficiente base común entre economistas
marxistas y académicos keynesianos como para hacer posible la discusión. Esta
“discusión” llega a los libros económicos ortodoxos y los medios de
comunicación hegemónicos que están haciendo a la religión socialista aceptable
para nuestro país.
Citas:
Ø Rothbard, Classical Economics, p. 433.
Ø Murray N. Rothbard, “Karl Marx:
Communist as Religious Eschatologist”, en Requiem for Marx, ed. Yuri N. Maltsev (Auburn,
Alabama: Ludwig von Mises Institute, 1993), p. 221.
Ø Rothbard, Classical Economics, p. 325.
Ø Andrei Sakharov, “Sakharov and
Solzhenitsyn: A Difference in Principle”, Time, 21 de mayo de 1990, p. 52.
Ø Cf. Pavel Sudoplatov y Anatoli
Sudoplatov con Jerrold L. y Leona P. Schecter, Special Tasks: The Memoirs of an Unwanted Witness — A
Soviet Spymaster (Boston: Little, Brown and Company, 1994), p.
319.
Ø El libro
negro del comunismo: crímenes, terror y represión (1997) Andrzej
Paczkowski, Jean-Louis Margolin, Jean-Louis Panne, Karel Bartosek y Nicolas
Werth.
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