Milton Friedman, la economía de los buenos resultados
Víctor Pavón
Decano de Currículum de UniNorte y autor de los libros "Gobierno, justicia y libre mercado" y "Cartas sobre el liberalismo".


El mundo académico mundial celebra en estos días (31 de julio) un aniversario más del nacimiento de uno de los economistas más notables de los últimos tiempos. Milton Friedman (Nueva York, 31 de julio de 1912 - San Francisco, 16 de noviembre de 2006) fue economista e intelectual ganador del Premio Nobel de Economía de 1976 y exponente máximo de la escuela monetarista de la Universidad de Chicago.
Con la versación eminentemente técnica que lo caracterizaba, Friedman también fue sobre todo un pensador, promotor de políticas basadas en la libertad de elegir que, en su momento, atrajo la simpatía del entonces presidente estadounidense Ronald Reagan y de Margaret Thatcher en Inglaterra y hasta más lejos, la propia comunista China continental que le debe gran parte de su apogeo.
En los últimos años de su vida fue un admirador de la mejor tradición liberal de Ludwig von Mises y F.A. Hayek de la Escuela Austríaca porque sabía de los errores que conllevaban las economías centralizadas. Friedman echó por tierra la teoría estatista keynesiana al confirmar que el incremento del dinero solo aumentaba los precios sin que esto signifique un aumento en la producción de bienes y servicios, lo que bien harían en comprender muchos de nuestros políticos, algunos empresarios y analistas que todavía siguen seducidos por la intervención estatal.
Así mismo y esto es algo que también aquí en Paraguay se debe tomar nota, Friedman comprobó que la famosa curva de Philips que muestra la relación inversa entre inflación y desempleo, no era más que un grave error por el cual para crear más empleos se requiere de un poco de inflación y de aumentar los gastos públicos. Y los hechos le dieron la razón.
Se sabe que por medio de la política monetaria, el banco central puede influir en el crecimiento de la economía. Sin embargo, Friedman demostró que había algo que no estaba del todo bien, más todavía cuando que por demasiado tiempo se enseñaba (parece que sigue así) existe una relación inversa entre el crecimiento económico y el desempleo, situación que se muestra en la curva de Phillips.
Se pensaba (algunos todavía creen que es así) que para lograr el crecimiento económico había que estar dispuestos a contar con inflación alta. Pero, gracias a Friedman tal aseveración que cautivaba a los técnicos y a los gobiernos no era precisamente de ese modo. Más inflación con menos desempleo o menos inflación con más desempleo produjo en la década de 1970 un problema grave que llevó a los países a enfrentarse finalmente al binomio más inflación y más desempleo: ¡aquello de la relación inversa entre inflación y desempleo había quedado como un simple enunciado!
Muchos países cayeron en lo que denomina estanflación, una mezcla de recesión, inflación y desempleo, siendo esta situación un motivo de sorpresa que tuvo precisamente a Friedman y a Phelps, como sus principales esclarecedores, cuestionado la opinión dominante de entonces.
Pero Milton Friedman no se detuvo en acabar con la curva de Phillips. En muchos temas en donde se encontraba en peligro la libertad de elegir, Friedman fue ante todo un campeón a favor de la gente, especialmente de los más pobres y sobre todo denunciando los errores de ciertas políticas como el de las drogas a las que cataloga como “una guerra injusta y perdida”.
Friedman, sabía igualmente que la educación era el puntal para el progreso. El capital humano requiere para su consolidación de reformas sustanciales. Fue así que propuso que los padres sean los que elijan qué clase de educación desean para sus hijos, a través de vales o voucher a ser entregadas a las familias para que éstas sean las que elijan qué escuela o colegio se beneficie de la decisión familiar, mediante la competencia que atraería altas colocaciones de esos vales en los mejores establecimientos escolares.
De igual importancia, Friedman ya se había percatado que los gastos públicos crecían exponencialmente sin relación con el incremento de la riqueza y sin consideración alguna hacia los derechos de los contribuyentes. Propuso para ello una enmienda constitucional que hoy día tiene reconocimiento mundial.
Se deben eliminar los déficits presupuestarios; pero, no para impedir que los gobiernos cumplan con sus deberes constitucionales, sino para que los cumplan mejor mediante una drástica reducción de gastos innecesarios, lo que también sería altamente beneficioso aplicarlo en un Paraguay que espera de sus gobernantes genuinos servidores públicos.

Publicado en Cato Institute.

 

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