Saqueos en ¿un país con buena gente?
Daniela Rodríguez Carballo
Directora de Programas de la Fundación HACER en Argentina, es Licenciada en Ciencia Política egresada de la Universidad de Villa María y colabora con el equipo de investigación de HACER en Washington DC.
Profunda pena me produce ser testigo de los hechos que
transcurren hoy en Argentina. El fin de ciclo llegó antes de lo que se
pronosticaba y con él parece haber llegado el incendio de todo el país. Los
saqueos, el silencio de nuestros dirigentes, la figura cuasi-ausente de
Cristina Fernández de Kirchner y el acuartelamiento de la fuerzas de seguridad
se han convertido en la postal diaria de los últimos días. El modelo no
funciona -nunca funcionó- pero hoy se pueden palpar los resultados que
realmente arrojó. Lamentablemente es tarde, por lo que necesitamos con urgencia
que los cambios se produzcan y a partir de eso – y de una buena vez por todas –
construir una república democrática real basada en el estado de derecho, las
libertades individuales y la libre empresa y dejar de lado festejos populistas
ridículos sobre una democracia que no sirve.
En las últimas elecciones el oficialismo perdió en todas
partes, sin embargo, discursivamente declararon ser la primera fuerza del país.
El oficialismo venezolano de Maduro utilizó exactamente el mismo argumento
cuando en las elecciones del 8 de Diciembre pasado perdió en las ciudades más
importantes del país y hasta en el estado donde nació el ahora difunto Hugo
Chávez. ¿Extraña casualidad?. Afortunadamente en Argentina el triunfo quedo
únicamente en el discurso porque a todo el mundo le quedó muy claro que la
gente no votó por este modelo de “inclusión”, de “igualdad de oportunidades” y
de “derechos para todos y todas”, seguramente porque no los vio en su día a
día, no los vio plasmados en la realidad y dicho desencanto se expresó en las
urnas. Y como todo se demuestra en la realidad, pese a que finjamos y hasta
manifestemos lo contrario, la verdadera crisis del modelo llegó y con él, el resultado de diez años de decadencia, de
mentiras, de robos, de insultos y de atentados a los derechos individuales, a la
Constitución Nacional y a la República.
2000 saqueos en 14 provincias y pérdidas de casi 600
millones de pesos diarios han sido el saldo de estos últimos días. Argentina
está al borde de un enfrentamiento generalizado donde, por un lado se encuentra
la gente trabajadora, emprendedora, que luchó toda su vida para dejarle un
futuro a sus hijos y quienes creen que el esfuerzo es la condición para crecer;
y por el otro, los mantenidos por el Estado, la gente que piensa que debe
seguir siendo mantenida a cambio de nada, los que justifican los saqueos con la
malversación que el gobierno hace de nuestros impuestos y a los que las netbook
de “conectar igualdad” no parecen conformarlos, por lo que consideran justo
robar televisores LCD, acondicionadores de aire, zapatillas, ropa, bebidas
alcohólicas y lo que sea que surja. El derecho a la vida y a la propiedad
privada, parecen ser cosa del pasado en Argentina. Los propietarios de los
locales y la gente que por miedo ha permanecido encerrada en sus casas, se han
tenido que armar a la fuerza para lograr proteger lo que les ha llevado años
construir y para salvaguardar a sus seres queridos. La postal más común de
Diciembre de 2013 en Argentina es un grupo de saqueadores esperando y corriendo
para robar un comercio y gente armada al frente de su negocio cuidando que no
les roben sus pertenencias porque el Estado no le brinda lo más básico y
esencial: seguridad.
El caso específico del acuartelamiento de la Policía en
Córdoba fue ni más ni menos que un ajuste de cuentas político desde la Nación
cuando el Gobernador no se encontraba en el país. Cabe entonces recordar los
incendios intencionales que tuvieron lugar en las sierras hace unos meses atrás
y que dejaron a la provincia en llamas. Pero, como somos la Provincia Kastigada
estamos acostumbrados a solucionar nuestros problemas sin ayuda de nadie y a
través del diálogo y de la unión de todas las fuerzas políticas y religiosas,
se pudo llegar a un acuerdo. Pareciera que para la Nación los cordobeses somos
ciudadanos argentinos tan sólo a la hora de pagar nuestros impuestos, ya que
desde la Casa Rosada no se dignaron a enviarnos las fuerzas de Gendarmería a
tiempo. Pero el drama cordobés terminó siendo tan sólo el comienzo de una
situación delincuencial que se extendió a buena parte del país. Dinero para
guardar en las cajas fuertes de nuestros mandatarios parece haber mucho, pero
para solventar una policía que nos proteja, que prevenga los delitos y que no
se corrompa con dinero fácil del narcotráfico, no parece haber. El gobierno
nacional se lava las manos diciendo que para eso están los policías
provinciales, pero no tiene forma de justificar el no envío de gendarmería,
como si los habitantes de esta supuesta República Federal no pagáramos
impuestos nacionales y nos fuésemos, primero, como lo dice la Constitución
Nacional hijos de esta patria y después de las provincias. El discurso del
gobierno nacional cambia por completo a la hora de hablar de la coparticipación
de los recursos provinciales.
Cristina Fernández de Kirchner se ha limitado a hablar de
los saqueos como parte de una “estrategia conspirativa” contra su gobierno y a
repetir que “no se trata de una casualidad”. Mientras tanto la situación en
Argentina es lamentable, un gobierno virtualmente acéfalo y las fuerzas de
seguridad acuarteladas. El Estado no puede brindar seguridad, una de sus
funciones fundamentales, no hay derecho a la vida ni a la propiedad, hay crisis
civil no por hambre ni por necesidades sino porque la igualdad y la inclusión
en términos reales no existen y los “derechos para todos y todas” se gastaron
entre otras cosas, en subsidios para los terroristas de la época del gobierno
militar.
Hoy necesitamos con urgencia un cambio profundo en la manera
de entender la democracia y debemos actuar en consecuencia. Tenemos que abrir
los ojos y aceptar que estamos ante una crisis muchísimo más profunda que la de
2001. Es particularmente triste ver como el gobierno nacional festeja los 30
años de democracia con pitos y flautas, mientras a la vuelta de la esquina los
hechos demuestran el escenario contrario. Salgamos, alcemos nuestras voces y
construyamos, con total sinceridad, lo que realmente queremos, una república
democrática donde nosotros y nuestros seres queridos podamos vivir libres,
seguros y en paz.
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