Obsesión por el crecimiento
Isaac Katz

Investigador y catedrático del Instituto Autónomo de México.




El presidente prometió durante su campaña que hacia finales de su mandato la economía crecería a una tasa del 6% asegurando que, a diferencia de sus antecesores neoliberales, él sí sabría cómo hacerlo utilizando una fórmula mágica: acabar, con su ejemplo, con la corrupción. Así de simple.
Sin embargo, a partir de que la economía cayó en el estancamiento su discurso sobre el crecimiento ha cambiado drásticamente. El estancamiento resultó de decisiones como la cancelación arbitraria e ilegal del aeropuerto en Texcoco, el conflicto de los gasoductos, la cancelación de la subasta eléctrica, la inseguridad sobre la propiedad privada a raíz de la Ley de Extinción de Dominio, entre otras, todas las cuales han derivado en un desplome de la inversión privada (a lo cual hay que agregar el efecto depresivo por el sub-ejercicio del gasto público durante los meses que va de su gobierno). 
Así, después de que el INEGI reportó que durante el primer trimestre el PIB había caído respecto del trimestre anterior en 0,3%, (con un crecimiento anual de solo 0,1% respecto del primer trimestre del 2018), el presidente aseguró que, con base en sus propios datos, la economía crecería 2%. Cuando se reportó que durante el segundo trimestre la economía no creció respecto del trimestre anterior (con un crecimiento respecto del segundo trimestre del año pasado de únicamente 0,3%), el presidente volvió a insistir en su 2% pero además, y esto pasó desapercibido a pesar de ser muy grave, notoriamente grave, gravísimo, descalificó al INEGI al afirmar que no estaba de acuerdo con la metodología que este organismo utiliza (como se hace en todo el mundo) para el cálculo del PIB. Adicionalmente, ante el nulo crecimiento el presidente afirmó en la mañanera del 29 de agosto: “a los tecnócratas, a los neoliberales les obsesionan las cifras, los datos; les obsesiona, por ejemplo, el dato de crecimiento económico y a mí no me dice mucho eso”.
Aunque el presidente haya dicho que el dato de crecimiento no le dice mucho, en realidad sí le dice y mucho, pero se niega a reconocer que el estancamiento de la economía durante el primer semestre es de su hechura. Así, el nuevo discurso es que el crecimiento no importa, lo que importa es el desarrollo. Y, sin aportar un solo dato (porque eso de dar cifras es neoliberal), el presidente afirma categóricamente que el nivel de desarrollo ha aumentado. En qué se basa para afirmarlo es un misterio.
El concepto de desarrollo económico es amplio e incluye no solo el nivel de ingreso agregado y por habitante sino otras variables relevantes como son la distribución de este ingreso, el acceso a servicios de educación de alta calidad, la calidad de la vivienda y del entorno en la que se localiza (incluyendo aspectos medioambientales), el acceso a un sistema de seguridad social que incluya servicios de salud y de fondos para el retiro (ligado al empleo formal), etcétera. ¿Ha mejorado algo de esto durante los ochos meses de gobierno? Claramente, no. Más aún, decisiones como haber cancelado programas con efecto redistributivo y sobre el bienestar claramente positivo como ProsperaSeguro Popular y las estancias infantiles son medidas que disminuyen el desarrollo.
¿Puede haber desarrollo sin crecimiento? La respuesta es no porque el aumento del ingreso es condición necesaria, aunque no suficiente, para lograr los otros objetivos. Y en contra de lo que el presidente opina, a los tecnócratas liberales sí nos obsesiona el crecimiento, porque lo que queremos es equidad en la prosperidad y no igualdad en la miseria.


Este artículo fue publicado originalmente en Asuntos Capitales (México) el 4 de septiembre de 2019 y en Cato Institute.

 

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