Ignorancia e insensatez
Guillermo Lascano Quintana
Abogado.



Estos dos calificativos definen a todos aquellos sectores de la ciudadanía que no advierten o no quieren advertir, el calamitoso estado en que los gobernantes anteriores a los actuales, dejaron al país.

Se destacan, especialmente, los dirigentes políticos, pero también los sindicales, empresariales, académicos, universitarios, militares, religiosos y periodísticos, que no cesan de proclamar disparates, en muchos casos con el solo propósito de defender sus intereses o ideas de sector, en desmedro del bienestar general y el progreso del conjunto de la nación. Pero tampoco están exentos de responsabilidad los ciudadanos que mudan de pareceres, de propósitos y de preferencias por motivos baladíes o por reacciones superficiales, ignorando el punto de partida de la situación económica, política y social de nuestra nación, hace solo dos años y medio. Y también, por supuesto, los gobernantes que cometen errores, como todos.

Si seguimos por ese camino corremos el riesgo de no salir más del marasmo en que vivimos los argentinos desde hace por lo menos ocho décadas, cuando dejamos de crecer, de invertir, de generar trabajo, de educar y cuidar la salud de nuestros conciudadanos y comenzamos a enfrentarnos para eliminar al adversario, llegando incluso a utilizar armas de guerra entre nosotros.

Este es el contexto general en el que estamos ahora a lo que se suman algunos factores que revelan que, además de ignorancia padecemos  insensatez.

El más peligroso y extendido de esos factores es el incumplimiento sistemático, generalizado y deletéreo de la ley, no solo por los ciudadanos comunes y corrientes, sino por quienes tienen que asegurar su vigencia: jueces y policías.

Ahora mismo se están presentando a la luz pública maniobras delictivas de una gravedad y volúmenes inusitados, que involucran a ex gobernantes, empresarios, sindicalistas y hasta jueces que, muchos de ellos, en un juego macabro y suicida, pretenden disimular o justificar.

Lo más dramático es la absoluta falta de honor y dignidad de quienes se ven involucrados, directa o indirectamente, en los delitos o en su ocultamiento y persisten en negarlos y aún en exculparse. 
A esta situación se agregan los tumultos organizados, en ciertas ocasiones y en precisos momentos, con el fin de generar la idea de caos que, además de producir dificultades, trasmiten una imagen y una sensación de inestabilidad institucional. Ello con la consiguiente difusión por los medios periodísticos, que se suman, a veces sin quererlo, otras veces, adrede, al estado de opinión negativo.

Hay, desde luego, razones que justifican la preocupación y la angustia por el estado de la economía y la situación de los sectores más vulnerables, pero la tendencia de muchos a exagerar y a olvidar de donde provienen las dificultades prende fácilmente en la opinión pública, que exagera, agranda y en definitiva se angustia aún más. El círculo vicioso se retroalimenta y los bandidos sueñan con el colapso del gobierno y el consiguiente caos, como forma de salvar su pellejo.

Ello, desde luego, sin importarles la situación y el destino de los argentinos más necesitados de protección, ni el destino de la patria.

 

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