¿Por qué nos cuesta la libertad a los argentinos?
Martín Sáiz
Licenciado y Magíster en Recursos Humanos. Doctorando en Administración de Empresas e Historia.



Somos libres desde 1810, mejor dicho aún, independientes desde 1816. Varias décadas nos costó dar forma a un Estado Nacional y tantos años más unificar todo el territorio logrando que Buenos Aires efectivamente forme parte de la cuestión federal. El siglo XX trajo las representaciones populares derivadas de las oleadas inmigratorias y luego nefastos años de gobiernos oscuros. Realizo este brevísimo e incompleto recorrido histórico para señalar que nunca hubo tranquilidad o continuidad ideológica. En caso que citara a José Luis Romero, no enumeraría menos de siete ideas políticas en pugna a lo largo de doscientos años.
Realicé esta introducción breve e incompleta para empezar a reflexionar por qué nos cuesta tanto la libertad. Mi tesis es que Argentina tiene serias dificultades para llevar adelante las ideas de libertad que pregonamos, dificultades que hallan en la historia política de nuestro país las razones para tal desencanto.
Percibo personas que rechazan cual virus letal cualquier cuestión asociada a “lo liberal”. Una mala palabra, ideas que no harán más que perjudicarlos en favor de unos pocos ¿Acaso no disfrutan ser libres? ¿Acaso gustan de ser cerciorados en sus derechos más básicos? Resulta por menos extraño. Otros de rechazo moderado percibo defienden la cuestión colectiva sobre lo individual porque el único camino hacia la felicidad es que todos seamos felices ¿Acaso no somos seres sociales por naturaleza y somos felices viviendo en sociedad? ¿No es necesario ser felices en primera instancia para poder luego propagar ese sentimiento hacia los demás? ¿Por qué sienten que anhelar lo mejor para uno implica despreocuparse del devenir de otros o desear su tristeza?
Podría esgrimir que son personas ignorantes en las premisas liberales y que en vez de interiorizarse en ellas prefieren sumarse a una tendencia que las rechaza por razones cuestionables. No pienso así. Destaco que nadie puede negar su propia libertad y menos negarse a ser feliz, pensando que lo colectivo irá  por sobre lo individual. Así como los cambios empiezan por uno, las acciones individuales también están antes que las colectivas.
Entonces ¿por qué nos cuesta la libertad a los argentinos? Cantamos desde 1812 que el ruido de rotas cadenas simboliza una triple libertad en un grito sagrado. Procesos políticos consecutivos han enarbolado ideales de libertad política y de independencia económica. Sin embargo, nos sigue costando incorporar definitivamente los ideales de la libertad aun cuando los mejores años en términos económicos de nuestra historia, hayan sigo bajo la égida liberal.
No es culpa de aquellos que rechazan las ideas liberales. No son ignorantes ni rechazan progresar. Sostengo los responsables son aquellos líderes políticos que tuvo el país, que alejados del liberalismo tradicional, han pregonado en la sociedad local estrategias que generaron en los argentinos conductas por demás conservadoras y temerosas de la toma de riesgos. No puedo culparlos por ello. Nunca pudieron experimentar la búsqueda de sus máximas expresiones sin la intervención activa de un Estado opresor en vez de promotor. Sentir que lo logrado era por ellos mismos sin asistencia alguna de un ente superior más que Dios.
Tal vez la respuesta a por qué nos cuesta, es porque no sabemos ser libres u olvidamos cómo serlo. Nuestro republicanismo es por demás cuestionable, y los liderazgos lejos de ser referencias morales brillan por sus causas judiciales, enriquecimientos inentendibles y sospechas de todo tipo. La imposibilidad de crecer como país, traducido en índices económicos estancados o negativos, también atenta contra la libertad. Es imposible caminar libremente con una bola de plomo atada a un pie.
No sabemos ser libres porque la búsqueda de la máxima expresión individual, ésa que para Adam Smith redunda en mejores sociedades derivadas de la competencia de mercado, han sido intentos malintencionados de líderes políticos que lejos de buscar el imperio de las ideas de libertad, buscaban el beneficio de sus intereses. No fueron liberales así como muchos peronistas dicen que peronista sólo fue Perón. Hubo un tiempo en que Argentina tuvo el PBI más alto del mundo, tiempo donde las ideas del más alto intelectual de nuestra historia (y liberal por cierto) Alberdi tuvieron lugar ¿Acaso no quisiéramos volver a ser los que fuimos en esos años?
Nos cuesta, no sabemos cómo. Durante décadas nos han enseñado a través de políticas de variada índole, a desconfiar de todo y a resignarnos a la dependencia de un Estado que bajo el amparo de la lógica redistributiva toma de nosotros para mantenerse a sí mismo y no redistribuir absolutamente nada.
Ser realmente libres, abrazando los ideales de la libertad será por igual un proceso de décadas. Tal vez quienes escribimos nuestras ideas por estos días ni siquiera veamos esa sociedad. Para ella serán necesarios líderes con ascendente moral y personas altamente educadas que busquen su máxima expresión sin coerciones de ningún tipo derivadas de un Estado inexplicable.
Los países líderes del mundo son libres, son liberales. Siempre lo han sido ¿Acaso no queremos estar en esa elite? Ser libres no es una utopía para los argentinos, sino un deber con nosotros mismos y nuestra gloriosa historia. Porque como dijo Borges, “nadie es patria, todos lo somos”.
 
 
 
 
 

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