Mitos sociopolíticos
Gabriel Boragina

Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas. Egresado de ESEADE (Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas). Autor de numerosos libros, entre ellos: La credulidad, La democracia, Socialismo y Capitalismo, La teoría del mito social, Apuntes sobre filosofía política y económica, etc. como sus obras más vendidas.





A veces resulta interesante pararse a reflexionar sobre los mitos que anidan en la cabeza de los electores argentinos. Dicho análisis, especialmente cuando se conversa con personas comunes, revela significativamente el porqué de la desgracia de ciertos países como en el caso puntual que tratamos ahora: el de la Argentina. Por eso, me propongo reproducir (lo más textual posible) el diálogo con una persona que intentó controvertir mi análisis de la situación política que vive el país.
Todo comenzó cuando expuse que:
-En un país como Argentina, no es cuestión de culpar a los políticos exclusivamente ya que, como tantas veces hemos dicho, ellos son parte y resultado de la sociedad de la cual emergen, son un subproducto cultural de la misma-.
En ese punto, alguien del público intentó cuestionar mi afirmación diciendo lo siguiente:
-Es relativo. Los políticos manejan la educación, mantienen bruta a la gente para manipularla, sumirla en la pobreza y lavarle el cerebro para que los vuelvan a votar. Y encima esa gente se reproduce a alta tasa, en pocas décadas, te definen el futuro de un país-
Si bien la crítica estaba bien orientada, sin embargo, no llegaba al fondo del asunto y no resultaba del todo exacta.
Con el propósito de hacerle ver más profundamente el tema y no caer en lo que hubiera sido una conclusión absurda a la que llegaría lo que esa persona acababa de decir, le formulé la siguiente pregunta para observar si por si misma reconocía lo defectuoso de lo que estaba diciendo:
- ¿Y quién manejó la educación de los que después llegaron a ser políticos? -
Pero la persona en materia no captó su propio superficial razonamiento y se quedó encerrada en su inconsistente afirmación, lo que muestra su respuesta a mi pregunta:
-Otros políticos. Por eso, es relativo. -
Traté entonces de ser más explícito en mi intento de ayudarla a que se diera cuenta de lo ligero de lo que estaba diciendo y sobre todo de la manera falaz en la que trataba de razonar y le manifesté:
-Pero si los políticos manejaron la educación de los otros políticos estos nunca podrían haber llegado a ser políticos porque hubieran sido brutos, manipulados, pobres y con el cerebro lavado, es decir, nunca hubieran podido haber llegado a ser políticos, y -además- se hubieran reproducido a altas tasas en pocas décadas y hoy seriamos todos políticos. ...siguiendo tu razonamiento claro. -
Al contestarme reveló otra falacia e ignorancia generalizada de cómo se maneja la educación en la Argentina. Veamos lo que respondió:
-Los políticos no van a escuelas públicas, perdón, me equivoqué. Lo que pasa es que ser político es fácil y cómodo, los que llegan acomodan a sus familiares y se perpetúan en el poder. -
Mas allá de la mezcolanza que hacía semejante respuesta revelaba no sólo una mentalidad al extremo prejuiciosa sino también muy ignorante. Aun así, intenté ayudar a dicha persona a razonar y de paso ilustrarla en ciertos puntos y le dije:
-Soy profesor. Te cuento que los contenidos y programas de las instituciones educativas públicas y privadas tienen que ser aprobados por el ministerio de educación que es del "estado". Así que en el fondo son lo mismo. No todos los políticos *llegan* como decís. La mayoría no llega. Té aclaro: no soy político-
No hubo más respuestas de mi interlocutora.
No consideré necesario abundar en cuanto a que muchos de los políticos (contrariamente a lo que ella sostenía) si habían concurrido a las escuelas "públicas", por lo que decidí hacerle advertir el trasfondo del punto, que era que -en definitiva- toda la educación en Argentina es estatal (mal llamada "pública") porque lo que en aquellas se enseña (y no se enseña) esta digitado por el gobierno a través de los ministerios o secretarías (según el caso) de educación que, en realidad, son de deseducación.
El coloquio, de todos modos, fue significativo por cuanto confirma que los mitos socio-políticos de antaño siguen tan vigentes entre la gente común como nunca, pese a la gran difusión que han tenido quienes procuraron deshacerlos, entre los cuales he tratado de aportar mi pequeño granito de arena.
Y entre esos mitos que revela el intercambio reproducido se encuentra el que sigue creyéndose que hay una educación "pública" a la cual sólo asisten los pobres e ignorantes y no los ricos. Se sigue entendiendo que la educación se limita a la escuela primaria (mi oponente no cuenta como educación ni el colegio secundario ni la universidad, ámbitos donde también el estado-nación extiende sus tentáculos).
Aclaré a mi interlocutora que no soy político porque evidentemente desconocía toda mi obra, y pensaba que mi afirmación quería constituir una defensa a la clase política cuando lejos estaba y estoy de ello.
También el breve intercambio sirvió para poner de manifiesto que el común de la gente se considera víctima de los políticos y a estos sus victimarios. Este pensar podría quizás tener algún justificativo en regímenes dictatoriales, pero no cabe la menor duda que no conserva ninguna validez en lugares donde al menos formalmente (como en la Argentina) cada cuatro o dos años se vota para presidente, gobernadores y legisladores respectivamente.
En todo caso, resulta medio extraño -en el argumento de mi opositora- que las víctimas voten a sus victimarios sin que les quepa ningún grado de culpa en lo que están haciendo. No corresponde sostener, después de cierto tiempo y cierta regularidad votando en las urnas, que la consecuencia de absolutamente todas las elecciones se deba a un estado de ignorancia permanente e irreversible (como daba a sugerir aquella) ya que no es en modo alguno así. Si, en cambio, puede decirse que las secuelas de la gran mayoría de las elecciones políticas en Argentina son fruto de errores y, muchas veces, graves de los votantes, pero no se puede confundir ligeramente error con ignorancia pese a que tengan -en muchos casos- las mismas consecuencias.
La educación sigue siendo la clave del problema, pero no se agota en la educación formal sino también alcanza a la informal. Se parcializa mucho el análisis si -como sucede popularmente- por "educación" se considera exclusivamente la primaria y de las escuelas mal llamadas públicas.[1]


[1] Ver nuestra obra la educación
 

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