Millennials argentinos, en crisis
Martín Sáiz
Licenciado y Magíster en Recursos Humanos. Doctorando en Administración de Empresas e Historia.


La semana pasada Luis Autalan, aquí en BAE Negocios, compartió sus reflexiones sobre las 500 millones de personas que según la Organización Internacional del Trabajo sufren desempleo. Sin embargo, en esta columna quisiera reflexionar sobre uno de los componentes de la pésima cuantía: los 267 millones de jóvenes entre 15 y 24 años que no trabajan, estudian ni reciben formación.
Entiendo la importancia de los 233 millones restantes, sin dudas ellos son la parte más activa de la población económica. De este universo podrían surgir en el corto plazo las productividades y retornos de la creación del trabajo que solucione el flagelo laboral. Sin embargo y volviendo a los 267 millones de jóvenes, creo allí radica lo realmente grave porque ese colectivo es quien debería asegurar las competencias laborales y la experiencia para los mercados laborales del mediano y largo plazo: el presente de estos chicos no cuenta con trabajo, ni estudio ni formación.
Un colega hace un tiempo me enseño que el análisis de los milennials (justamente estos jóvenes) debía ser sociológicamente delicado. En sus palabras, no resulta lo mismo un joven de Escocia que uno de China u otro de Argentina. Por más que compartan edades, sus entornos de crecimientos, valores, referencias y posibilidades no son las mismas. Tampoco lo son las construcciones sociales que los rodean y menos aún los escenarios políticos que sin dudas influyen en sus modelos mentales y en sus trayectorias laborales.
Sin embargo y a pesar de las diferencias, los une el desempleo. Por estos tiempos en Argentina mucho se habla y escribe de las características psicosociales de los milennials y de cómo las empresas tienen que adaptar sus culturas de trabajo para que ellos puedan explotar al máximo dichas características. Creo debemos dimensionar el universo local en relación a los milennials; aquellas empresas que diseñen estrategias para este target apuntan a una elite de jóvenes. Argentina hacia fines de 2019 lideraba el ranking de desempleo juvenil en la región: dos de diez jóvenes desempleados y mayor afectación en mujeres que en hombres. En suma a esta realidad, no dejar de lado el impacto directo que tiene la pobreza sobre aquellos que progresivamente se suman a este sector social juvenil.
La realidad pareciera indicar que estos jóvenes, en Argentina, no tendrán la posibilidad de maximizar sus potencialidades. Muchos de ellos ni siquiera podrán aspirar a tener potencialidades producto de sus entornos de pobreza y exclusión. Por eso al hablar de milennials en Argentina, las organizaciones deben saber que se trata de un universo desigual por definición: unos pocos calificados y muchos con las características negativas.
Si nuestras estructuras laborales ya eran obsoletas de por sí, la suma de este flagelo lo complejiza aún más. Aquellos que podrían dinamizar el mercado de trabajo del mediano plazo carecen de las competencias laborales para hacerlo. Inclusive creo que esos "pocos calificados" tampoco podrán hacerlo por estar imposibilitados de generar sinergias con pares de su misma calidad.
Me cuesta ser optimista cuando la juventud de un país en su mayoría se diagnostica sin trabajo, formación ni estudios. En un esfuerzo por dejar de lado el pesimismo, anhelo la fuerza de voluntad y la expectativa de dar vuelta este partido acompañe a nuestros jóvenes en un camino donde nada pareciera ser fácil. Por eso mi aporte de hoy, insta a pensar que nuestros milennials están en crisis. En vez de pensar si una elite de ellos vive en redes sociales y guiados por la instantaneidad, deberíamos diseñar estrategias para incluir a los milennials excluidos que suman desde Argentina a los 267 millones de todo el mundo.
Esa responsabilidad es de todos: el Estado en políticas inclusivas, las empresas en estrategias de formación laboral y las entidades educativas en la generación de contenidos pertinentes para dichas inclusiones. Esta crisis lleva a pensar que el análisis sociológico sobre nuestros jóvenes podría quitar el foco de los milennials muy calificados (tal vez ellos por sí mismos desandarán un camino de éxito) para focalizarnos en los milennials excluidos y tal vez más grave aún, jóvenes sin futuro para ellos mismos y para el país.
Con el anhelo de cerrar esta columna lleno de optimismo, sostengo que la crisis de los milennials que no estamos dimensionando adecuadamente puede revelarse en una oportunidad para encaminar a los argentinos que en unos años guiarán nuestros destinos. Porque solos no van a poder.

Publicado en BAE.

 

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