Liberalismo y machismo
Blas Angelucci
Participante del Programa de Jóvenes Investigadores 2019. Estudiante de Ciencia Política (UBA).



A menudo hoy en día subyace una controversia en torno al rol del machismo, la misoginia y el acoso (del tipo que fuere) en la sociedad argentina y el desempeño de los movimientos feministas como contraofensiva a esta tendencia opresora del género masculino para con el femenino. Pero veo posiciones radicalmente distintas entre sí pero que no parecen dar solución a estas asperezas sino más bien tienden acrecentar las reacciones violentas de quienes se encuentran en la vereda opuesta de nuestro planteo; y no es casualidad que mis sospechas estén en que la solución a estas riñas entre conciudadanos esté en el liberalismo. 

En principio marcaría que el devenir de los tiempos ha mermado la habitualidad de estas conductas, que sea por tradición o convención eran notorias décadas atrás. Hoy, pues, la mujer en occidente atraviesa su mejor tiempo histórico en materia de posicionamiento en la matriz social y el acceso a la igualdad de condiciones (tanto jurídicamente como materialmente) parece estar garantizado. Ahora bien, por qué entonces nos topamos (en varios países, pero en Argentina en particular) con hechos de violencia o abuso de hombres para con mujeres; bueno yo creo que la respuesta se halla en otro punto y no en la condición siu generis y llana del género que nos fue asignado por la naturaleza. 

 El problema pasa por otro lado, intuyo personalmente y esté ligado a la escasa formación educativa (en notorio deceso en nuestro país) y a la falta de tacto en el rose cotidiano, dicho de otra manera, quien incurre en estas conductas no lo hace por su condición de hombre sino porque no encuentra los medios para obtener su fin vinculado a esa mujer (sea de la índole que fuere). Se le presenta una situación de vida a este sujeto, y al enfrentar la impotencia mental de no poder obtener lo que desea por las vías de la persuasión y buen tino, incurre en estas conductas tan desagradables.

 Ahora bien, dónde hallaría la solución un liberal es un asunto aparte; y la respuesta esta en el proceso de mercado. Cuando, como sociedad, hagamos el ejercicio colectivo de castigar la recepción de este tipo de reacciones entraremos en un espiral descendente en la frecuencia de estos episodios, ya que aquel hombre que incurra en alguna de estas actitudes enhorabuena que sea, lo más amablemente posible, percatado de su error. Dicho de manera mas coloquial, tenemos que apuntar al problema con una estrategia dual: primero abogar por mejores y más eficientes sistemas de educación, pero en lo cotidiano podemos marcar que incurrir en estas actitudes no esta bueno para nuestra convivencia en la arena social. 

 De esta manera, la tendencia será poderosa y aquel hombre que vea que, optando por los caminos del acoso, la misoginia y el machismo no obtiene resultado alguno en la persecución de sus fines irá (en su raciocinio individual, limitado a cada caso) abandonando estas conductas por la demanda escasa o la reacción negativa (insisto que la reacción sea con verborragia adecuada al caso y no exagerada).

 De todos modos, y para concluir, aclaro que soy consciente de la dificultad que esta propuesta acarrea y de que los resultados pueden ser tenues en principio pero también veo con preocupación como estos movimientos feministas radicalizados, y sus embanderados, abordan la problemática. Una ingeniería social de enfrentar hombres contra mujeres no nos conduce a caminos armoniosos sino más bien a un callejón sin salida en materia de convivencia. Resumiendo, hay que recurrir a la más pura noción de oferta y demanda, pero esta vez de actitudes y no de bienes o servicios y el ejercicio cotidiano de convencer al otro (de la manera que fuere) de que estas actitudes no son premiadas, sumado al correr de los tiempos espero marquen el camino. 

 Siempre el camino para moldear la acción humana está en la autoconvencimiento (vinculado al aprendizaje y la evolución personal) y no en las posturas inquisitoriales. Aplicado al caso, creo que el machismo tendrá tendencia decreciente cuando los hombres nos vayamos convenciendo, de manera individual, de que no nos conviene ser machistas para la obtención de nuestros fines o bien que el ejercicio de la interacción social nos muestre el camino sobre qué actitudes dan buenos resultados y cuáles no. 

 

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