4 apuestas (obvias) para reactivar el trabajo
Martín Sáiz
Licenciado y Magíster en Recursos Humanos. Doctorando en Administración de Empresas e Historia.


 
Pensaba en la previa de esta columna qué debería pasar para que algo se reactive. Es decir una situación que previamente se veía activa, en movimiento, creciendo inclusive, por motivos varios se detuvo. Por ende, el objetivo sería reactivar: un verbo que el diccionario define como “volver a hacer que un mecanismo funcione, dar más intensidad o rapidez a una cosa.” El trabajo argentino se desactivó hace décadas; tuvimos algunas disrupciones de crecimiento pero no lo suficientemente sólidas como para considerarlas tendencias alentadoras. Los motivos varios de la depresión: van desde la inflación, la falta de inversión y el tipo de cambio hasta las corrientes políticas de turno y la innovación tecnológica sólo por citar algunos lugares comunes.

Pensaba entonces qué debería pasar para lograr la reactivación, y llegué a una simple conclusión: los trabajadores deben obtener mayores ingresos (para consumir y ahorrar) y las empresas obtener mayores niveles de productividad (para aumentar rentabilidades). Ahora bien, esta situación de “ganar-ganar” no me resultó de fácil aplicación en Argentina. Históricamente, toda vez que los empresarios quieren ganar más los trabajadores piensan que es a costa de la baja de sus salarios o de la suba del desempleo. Y del otro lado del mostrador, toda vez que los trabajadores incrementan sus compensaciones los empresarios esgrimen que el costo laboral presiona peligrosamente las estructuras de sus negocios. Entonces seguí pensando, ¿cómo puede sortearse esta dialéctica cargada de ideología y reactivar el trabajo argentino?

En este punto, ya no fue necesario pensar. Sólo tuve que hacer un poco de “research” en Webs especializadas para ver que el Banco Mundial hizo un estudio sobre 190 países para relevar cómo se hacen negocios a nivel global. Las respuestas a mi interrogante del párrafo anterior encontraron paz en una sola palabra: libertad. En los países donde hay libertad, donde realmente se aplican las premisas de una sociedad libre y abierta tal como promovemos desde la Fundación Atlas los mercados de trabajo no necesitan siquiera reactivarse: están activos todo el tiempo.

            Resultan evidentes los resultados del proteccionismo económico: según el Estudio del Banco, los países con menores ingresos en sus trabajadores son aquellos donde hay mayores niveles de regulación laboral. Las economías de bajos y medios ingresos, tienden a regular más  el empleo que las economías de ingresos altos. Lamentablemente, donde hay flagelos laborales esta línea de pensamiento aplica mayores regulaciones y luego el mercado se encarga de autorregularse aumentando los niveles de desempleo. De todas maneras y en pos de no enfatizar en una sola tendencia, pareciera una quimera apostar a un balance entre la protección normativa y la flexibilidad laboral.

            Sin embargo, la libertad vuelve a dar el presente. Este Estudio del Banco Mundial, demuestra que bien podríamos avanzar con cuatro apuestas (obvias, pero necesarias de repensarlas) para reactivar nuestro mercado de trabajo. En primer lugar, no crear más regulaciones al trabajo. Apostar a la regularización natural, ni siquiera a la desregularización. Algunas palabras en Argentina tienen una injusta carga negativa. Porque tal como mencioné anteriormente los países con mayores ingresos y productividades, no presentan restrictivos marcos regulatorios al trabajo. En segundo lugar, facilitar a las empresas las contrataciones. Actualmente la burocracia administrativa, legal y financiera para incorporar un nuevo trabajador quita motivación al empresario más comprometido. Ofrecer bajas de costo laboral y nuevas modalidades de contratación no relacionadas a la precarización sino a la inclusión de desempleados en el mundo del trabajo. Tercero, la flexibilidad horaria: otra apuesta que ya no merece mucho análisis. La productividad ya no depende de las horas sino de la generación de valor. Hay países donde además de reducir jornadas aumentando productividades, los trabajadores están eligiendo la cuantía de sus propias jornadas de trabajo. Por último, el entendimiento de la innovación tecnológica de la cuarta revolución industrial. No debe ser una amenaza de la total sustitución de la mano de obra humana sino una posibilidad extraordinaria para recalificar competencias y dotar indirectamente de libertad a los trabajadores para desenvolverse en el mercado de trabajo.

            Pienso ahora, finalmente, que el trabajo en Argentina se puede reactivar. Que los trabajadores pueden ganar más y los empresarios tener mayores productividades al invertir en mano de obra. Lo pienso ahora porque hay países donde eso sucede y la clave como casi siempre, vuelve a ser la libertad. A modo de cierre vuelvo a recurrir, como en anteriores columnas, al máximo intelectual de nuestra tierra. Juan Bautista Alberdi nos enseñó lo siguiente: “garantizar trabajo por ley a cada obrero sería tan impracticable como asegurar a todo vendedor un comprador, a todo abogado un cliente, a todo médico un enfermo, a todo cómico, aunque fuese detestable, un auditorio.”

 
 
 
 
 

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