Psicología del votante político promedio
Gabriel Boragina

Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas. Egresado de ESEADE (Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas). Autor de numerosos libros, entre ellos: La credulidad, La democracia, Socialismo y Capitalismo, La teoría del mito social, Apuntes sobre filosofía política y económica, etc. como sus obras más vendidas.




Siempre me ha interesado analizar las razones por las cuales en épocas electorales la gente vota como lo hace. Mis lectores ya saben que he dedicado varios trabajos con esa finalidad.
La praxeología investiga cuales, son las consecuencias de la acción humana, la psicología -en cambio- cuales son los móviles o causas de determinada acción, y porque esos y no otros.
El tema es complejo e intervienen muchísimos factores, lo que lo hacen precisamente más complejo todavía.
Voy a reducirme al caso argentino que es el más curioso y atípico en cierto sentido, aunque en otros es bastante previsible conociendo la idiosincrasia de ese pueblo.
En lo praxeológico ya hemos dicho que todo resultado electoral responde persistentemente a la categoría a priori de la acción humana: el hombre siempre actúa buscando pasar de un estado de inferior satisfacción a otro de superior. Por eso, constantemente, se inclinará en el cuarto oscuro por aquel candidato que personalmente considera que le brindará mayores beneficios.
Ahora bien, al buscar esta mejora los móviles pueden fundarse en razones que encuentran su base en el pasado o en el presente. Puedo votar a X porque en el pasado estuve mejor con él, o porque lo estoy ahora en el presente. En el caso argentino, la coyuntura del momento tiene mayor peso que cualquier razón histórica a la hora de votar.
Por ejemplo, si durante los primeros tres años y 9 meses de gobierno del partido X el nivel de vida del elector fue -por caso- de 10 y durante los tres últimos meses (de -supongamos- un periodo de cuatro años de gobierno) ese nivel de vida baja a 5 o 4, serán estos últimos tres meses de gobierno los que determinarán para la mayoría cual será el destino de su voto, que devendrá en negativo para el partido al frente del mando en dicho momento.
Y viceversa, si durante los primeros 3 años y 9 meses antes de las próximas elecciones el nivel de vida del elector promedio fue de 5 y los últimos dos o tres meses (que incluyan al final del último mes la fecha de las elecciones nacionales) el nivel de vida pasa a ser superior a 5, esto determinará el triunfo del partido gobernante.
El pasado pasa a ser irrelevante para este amplio sector del electorado y que -al menos en el caso argentino- es invariablemente el mayoritario. Todo lo cual denota la visión cortoplacista del argentino medio en materia política y economía, donde lo que importa es el ahora, no el pasado ni el futuro. En el mejor de los casos el pasado eternamente será el inmediato, igual que el futuro, pero no van más allá.
Y en esto, objetivamente, poco cuenta lo que realmente la acción política haya tenido que ver con la suba o baja del nivel de vida del elector en cuestión, aunque subjetivamente le sea relevante.
El grueso de la masa tiende a no vincular sus acciones personales con el resultado de las mismas, atribuyendo su buena o mala fortuna al ejercicio político, y es teniendo en cuenta este que decidirá el signo de su voto. Tanto si en lo personal o familiar le va bien o le va mal económicamente, tenderá a creer que poco o nada tienen que ver sus actos particulares con su éxito o fracaso, sino que estos "se deberán" exclusivamente a lo que el gobierno al mando haga o deje de hacer a ese respecto.
Este efecto es fruto del relajamiento general que -desde hace muchísimo tiempo- la "cultura" socialista ha venido produciendo en la conciencia de la responsabilidad personal, la que aquella viene carcomiendo y debilitando hasta hoy día prácticamente desaparecida.
No cabe duda que los actos de gobierno influyen sobre la sociedad civil y a veces en gran medida, pero en una proporción más importante las personas son responsables de sus actos, aunque exista una mayoría que no lo entienda así ni lo asuma.
La coyuntura económica recurrentemente depende de dos variables: la que manejan los gobiernos al intervenir en la economía y la de las personas particulares que se acomodan, reaccionan o resisten aquella coyuntura. Sin embargo, el común de las personas sólo tiene en cuenta la primera, y en función de ella elige un gobierno u otro conforme imputan al primero o al segundo sus mejores éxitos económicos al momento de emitir el sufragio.
En esa evaluación cortoplacista priman las condiciones económicas de los que concurren a los comicios al momento de ser convocados a ello.
Alguien cuyas malas o nulas aptitudes laborales le impiden conseguir un empleo es bastante probable que lo asigne al gobierno de turno, aunque objetivamente este no tuviera nada que ver con esa puntual situación. No obstante, dicha persona -si estamos en época electoral- votará en contra de ese partido en el poder y a favor de otro que prometa en su plataforma política generar puestos de trabajo u haga hincapié en otros "beneficios" laborales. Si -por el contrario- consigue el puesto, su voto será favorable al gobierno de turno, cuando, en realidad, la causa puede obedecer simplemente a haber hallado a un empleador con un menor nivel de exigencias que los otros donde fortuitamente el aspirante haya ido a "golpear las puertas".
Inversamente, alguien cuyas calificaciones laborales son sobresalientes adjudicaría la obtención de un empleo (que tuviera en cuenta dichas cualidades) a una favorable coyuntura laboral "gestada" por el gobierno de turno cuando no fuera objetivamente esta la causa de la nueva colocación lograda sino las primeras. Al contrario, en las más agudas crisis laborales exclusivamente los más competentes obtienen los escasos empleos disponibles. Si no consiguiera trabajo en su área votaría en contra
Únicamente una minoría no dependiente psicológicamente de la política reconocería en sus propias cualidades personales la causa de sus logros y fracasos en la proporción correspondiente que tienen comparativamente en relación a las injerencias políticas. Dependerá pues de cuál sea el grado de politización de la población.
En los países cuyos gobiernos menos interfieren en la economía es donde las condiciones económicas son más favorables a todos, incluyendo aptos y no aptos para el trabajo. Pero esta realidad será interpretada de manera diferente por los ocupados y por los desocupados en épocas electorales.
 

 

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