Parar la economía no es gratis
Rogelio López Guillemain
Autor del libro "La rebelión de los mansos", entre otras obras. Médico Cirujano. Especialista en Cirugía Plástica. Especialista
en Cirugía General. Jefe del servicio de Quirófano del Hospital Domingo Funes,
Córdoba. Director del Centro de Formación de Cirugía del Domingo Funes
(reconocido por CONEAU). Productor y conductor de "Sucesos de nuestra
historia" por radio sucesos, Córdoba.
"No hay tal cosa como un almuerzo
gratis"
Refrán inglés
El gobierno
nacional, al igual que la gran mayoría de los gobiernos del mundo, ha decidido
suspender la mayor parte de las actividades cotidianas que implican la reunión
de varias personas en espacios reducidos.
Esta medida
abarca desde espectáculos deportivos y culturales, pasando por la educación,
hasta llegar a la administración pública y a la propia Justicia.
Por su parte,
las empresas también están tomando sus recaudos y dentro de lo posible,
procuran fomentar el tele trabajo y la suspensión de trabajos que no sean
indispensables.
En gran medida,
la población está mutando su percepción del problema, de la preocupación
inicial, pasó a la alarma general y considero que está a un paso de entrar en
pánico. Las imágenes de supermercados
desbordados en todo el mundo, muestra una actitud más cercana al “sálvese quien pueda”, que una simple
previsión para tener las alacenas provistas de lo necesario.
¿Son estas
reacciones exageradas?, ¿estamos frente a una pandemia que como en reiteradas
oportunidades a lo largo de la historia, ha de diezmar la población mundial?,
¿la respuesta de la política es la correcta?, ¿o estamos en manos de
gobernantes que solo pretenden mostrar que a ellos les interesa la salud de la
gente más que a los opositores? Sean del
bando que sean.
Todas estas
preguntas son contra fácticas y probablemente nunca conozcamos sus respuestas.
Pero hay algo
que no se está tomando en cuenta, o al menos no se está poniendo sobre la mesa
para someterlo a la consideración de los argentinos.
Hay un refrán
ingles que dice: "no hay tal cosa
como un almuerzo gratis" y esta verdad de Perogrullo se aplica a todo,
incluso a las medidas de aislamiento que se están estableciendo en nuestro
país.
La suspensión de
las actividades sociales traerá aparejado un parate económico, el cual se
traduce en una menor generación de riqueza o lo que es su contracara, un
aumento de la pobreza.
Y la pobreza no
es precisamente la representación romántica de aquellos que rechazan lo
material en pos de lo espiritual, como si fuesen Franciscanos; ni tampoco
aquellos descamisados que enarbolan banderas partidarias.
La pobreza
implica hambre, falta de abrigo, de calefacción y de medicamentos; todos
factores que influyen en el estado de salud.
La pobreza aumenta las posibilidades de padecer enfermedades y eleva el
número de fallecimientos.
Todo esto se
potencia en países como el nuestro, donde, lejos del primer mundo, la pobreza y
los déficits en infraestructura son suficientes para mantener un frágil
equilibrio que no soportaría una exigencia mayor.
La pobreza es
muerte.
La pregunta es:
¿quién causaría más muertes?, ¿el virus o la pobreza?
Nunca lo
sabremos.
P.D.
Al momento del
cierre de este artículo, el gobierno nacional anunció nuevas medidas para “garantizar la producción, el trabajo y el
abastecimiento en un momento difícil para el mundo”. Algo que suena muy lindo pero es falso. Ningún gobierno puede garantizar esas
cosas. Una de dos: o son soberbios y se
lo creen, o les encanta tomarnos por idiotas.
Medidas como la
eximición del pago de contribuciones patronales puede ser positiva, si se
sostiene en el tiempo y se complementa con una modificación del inviable
sistema jubilatorio.
El seguro de
desempleo, el pago de parte de los salarios privados y la ayuda económica a
personas en riesgo, son útiles y necesarias en el cortísimo plazo, a pesar del
costo que implican.
Por último, el
control de precios y la restricción a las exportaciones tienen un solo e
inevitable fin: el crecimiento del
mercado negro.
Pregunto, ¿no
podrían haber dado licencia obligatoria a gran parte de la administración
pública y abonarles ese tiempo el 75% del sueldo? (ya que no tienen gastos de
transporte y otros al no ir a trabajar).
Con ese ahorro podrían bajar impuestos a los alimentos básicos o darle
un período de gracia a las PYMES y pequeños negocios que están asfixiados…
digo… es una idea… aunque sé que no se animarían porque tocar a los empleados
públicos es políticamente incorrecto y porque si no son ellos los que regalan
plata, los políticos se deprimen…
Estamos
atravesando uno de los momentos económico, político, ético, educativo y
cultural más delicado de nuestra historia… y no veo que el gobierno actual tome
las medidas necesarias para cambiar el curso de colisión que nos encamina a un
desastre colosal.
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