Poesía y convicciones
Ariel Corbat
Abogado (UBA), republicano, unitario y liberal. Coautor de "Uso y abuso de las corbatas" y "Teoría romántica del derecho argentino" (El Himno Nacional como expresión de la Norma Hipotética Fundamental). Brindó servicios en la Secretaría de Inteligencia desde 1988 hasta su renuncia en 2012. Escribe en el blog La Pluma de la Derecha".
No soy Emile Zola, por ende no acuso; pero señalo. Así, el 8 de abril en mi condición de ciudadano y vía Secretaría General de la Presidencia he pedido la renuncia de Alberto Fernández, señalando su ineptitud moral.
¿Cómo permitimos que Daniel Arroyo siga siendo ministro? Que Fernández lo mantenga en su gabinete indica que el presidente es cómplice de la maniobra de sobreprecios o un títere sin poder para removerlo. Tal vez las dos cosas. Yo señalo que la corrupción kirchnerista no va por los vueltos, apunta a demoler el espíritu romántico de la República para hacer del país un rebaño asustado.
Por su valor, la Nación Argentina ostenta una sublime galería de poetas guerreros, que va de Vicente López y Planes, autor del Himno, hasta Oscar Ledesma, cuya poesía está marcada a fuego por el traqueteo de su Mag en la Guerra de Malvinas. Pero el sentido épico en la poesía no sería del pueblo si se limitara a la pluma del combatiente, necesariamente debe trascender la experiencia personal para formar parte de la identidad colectiva en un mandato social con arraigo de pertenencia. Porque el romanticismo es un deber ser.
Así Olegario Víctor Andrade sin revistar en la categoría de poeta guerrero, con apenas 17 años y siendo estudiante del Colegio de Concepción del Uruguay, escribió el poema titulado “A un poeta argentino”, que el sábado 7 de junio de 1856 publicó el diario El Nacional. Se trata de una composición de tono patriótico, que conjuga la alegría de glorias pasadas con la tristeza por la secesión y contiene esta hermosa alusión al Himno Nacional:
Recuerda, sol de Mayo los días inmortales
que en tórridos desiertos, en yermos arenales
corrían esos héroes del mundo admiración.
Y en medio del combate cantaban arrogantes
en pos del enemigo lanzándose triunfantes
el Himno de los libres al humo del cañón.
Ese último verso impresiona como la imagen más pura de la convicción. La convicción racional con que todo argentino y por tanto la República debe conducirse en momentos críticos. Lo mismo que subrayaron Eladia Blázquez y Chico Novarro escribiendo Convencernos, tango sentidamente interpretado por Rubén Juárez al grabarlo en 1980:
Convencernos, a fuerza y coraje/ que es tiempo y es hora de usar nuestro traje. / Ser nosotros por siempre, y a fuerza de ser, / convencernos y así convencer. / Y ser al menos una vez, nosotros, / sin ese tinte del color de otros. / Recuperar la identidad, / plantarnos en los pies / crecer, hasta tapar la inmadurez. / Y ser, al menos una vez nosotros, / tan nosotros, bien nosotros, / como debe ser!
El miedo para hacer un estropicio
Hoy, cuando el mundo globalizado enfrenta la pandemia de peste china, los países conscientes de su identidad y gobernados por estadistas se sobreponen al miedo actuando racionalmente desde convicciones nacionales y en salvaguarda de sus intereses permanentes. Con errores frente a lo inédito, sí, pero sin traicionarse. No es el caso argentino. Aquí se usa el miedo para hacer un estropicio moral, arrasando las instituciones y la idea misma de la Libertad.
Tanto que Alberto de la Fernández, porque no es un estadista y sí un demagogo castrista que necesita pobres, dice: “Prefiero tener 10% más de pobres y no 100 mil muertos en la Argentina”. Pues bien, 10% de 45 millones son 4,5 millones y la proyección de ese empobrecimiento es una tragedia peor que 100 mil muertos. La cobardía siempre empeora las cosas. Si fuera una guerra Fernández diría: "Prefiero 4 millones y medio de mutilados y no cien mil muertos". Y eso, sin siquiera proponerse ganar batalla alguna...
Se ve agravada su ineptitud porque bajo el miedo al covid-19 la política ha desaparecido. La oposición parlamentaria no está, no existe, se redujo a entelequia videliana por propia voluntad. Y cuando el mismo Fernández, Felipe Solá o cualquier otro funcionario de gobierno se turnan para machacar cambiemitas, estos responden fingiendo que se trata de exabruptos personales y no de un ataque planificado. ¡Así de pusilánimes son los progres!
Señalo que nos estamos comportando como un rebaño asustadizo, que teme hasta lo absurdo. Como al “ciberpatrullaje” que, además de ser una de esas cuestiones que inevitablemente impone la tecnología, es legal. No debe asustar a nadie que se reivindique ciudadano desde el conocimiento, y conciencia, de sus derechos y deberes conforme la Constitución Nacional. Quien tema opinar porque el gobierno podría tomar nota es un cobarde que envalentona el totalitarismo de los ineptos que gobiernan.
Si nos asustan con nada lo perderemos todo. La miseria intelectual sembrada en el país se traduce en la cobardía del miedo como primera respuesta. No hay mayor inseguridad que esa, ni la corrige medio técnico alguno. Es moral.
Publicado en La Prensa.
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