Controles de precios y ley del mercado
Gabriel Boragina

Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas. Egresado de ESEADE (Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas). Autor de numerosos libros, entre ellos: La credulidad, La democracia, Socialismo y Capitalismo, La teoría del mito social, Apuntes sobre filosofía política y económica, etc. como sus obras más vendidas.




Es materia de ignorancia económica confundir causas con efectos. Esto sucede con ciertos aspectos de la economía tales como los controles de precios y no es de ahora, sino que ya sucedía en la época de los nazis:
"A mucha gente le fascinaba el supuesto éxito del control alemán de precios. Decían: Solo tienes que ser tan brutal y despiadado como los nazis y conseguirán controlar los precios. Lo que no veía esa gente, ansiosa por luchar contra el nazismo adoptando sus métodos, era que los nazis no aplicaron un control de precios dentro de una sociedad de mercado, sino que establecieron un sistema socialista completo, una comunidad totalitaria."[1]
Ya aclaramos que los controles de precios no operan si se apadrinan como medidas aisladas que afectan a determinados productos y excluyen a otros. Las del nazismo, en consecuencia, no eran simples disposiciones intervencionistas de vigencia transitoria y temporal, sino que consolidó un total control de la economía en su conjunto. Había una cuestión de rótulos que lo disfrazaban y ocultaban como un real socialismo, y era justamente el hecho de que el régimen nazi decía no desconocer la propiedad privada de los medios de producción, lo cual -en apariencia- resultaba verosímil a la vista de todos aquellos que no conocieran a fondo la ciencia económica y como marcha una economía de mercado y otra socialista.
No obstante, fueron muchos los países que defendieron el sistema nazi de control de precios, inclusive hasta la actualidad y en regímenes que insisten en denominarse "democráticos" o "de mercado". Por ejemplo, todos los partidos "progresistas" propician este tipo de políticas.
"El control de precios es contrario al fin si se limita solo a algunos productos. No puede funcionar satisfactoriamente dentro de una economía de mercado. Si el gobierno no deduce de este fracaso la conclusión de que debe abandonar todos los intentos de controlar los precios, debe ir cada vez más allá hasta que sustituya la economía de mercado por una completa planificación socialista."[2]
La historia de los controles de precios demuestra exactamente lo que la cita indica. Las naciones que los llevaron hasta las últimas consecuencias culminaron todos en estados opresivos y criminales como demostraron los casos de la U.R.S.S. y sus estados satélites detrás de "la cortina de hierro" de Europa oriental; en Asia, China, Corea, Camboya y otros lugares; y en América: Cuba, Chile de Allende y la actual Venezuela castro chavista comunista. No sólo sus economías resultaron colapsadas, sino que las libertades civiles y políticas (como no podía ser de otra forma) terminaron también suprimidas.
Esto no significa que en otras latitudes los precios políticos no fueron aplicados. Por el contrario, hoy en día casi todos los pueblos los patrocinan formando parte de la política económica de la mayoría del mundo mal llamado "libre". Lo que sucede es que, comprobado tiempo más tarde su fracaso, es abandonados temporalmente por periodos más o menos largos, hasta que vuélvese a implantar, por lo general, con cada cambio de gobierno, o dentro de un mismo gobierno con cada cambio de ministro de hacienda o de economía que crea o no en el sistema como medio de corregir los aumentos de precios. Esta variante dependiente de estos factores ha impedido que muchos de los territorios de occidente hayan colapsado económica y políticamente y hayan terminado en estados totalitarios como si ha sucedido en los casos mencionados anteriormente.
"La producción puede dirigirse o bien por los precios fijados en el mercado por los compradores y por la abstención de comprar por parte del público o puede dirigirse por el consejo central público de gestión de la producción. No hay disponible una tercera alternativa. No hay un tercer sistema social viable que no sea economía de mercado ni socialismo. El control público de solo una parte de los precios debe llevar a un estado de cosas que, sin ninguna excepción, todos consideran como absurdo y contrario a sus fines. Su resultado inevitable es el caos y la inquietud social."[3]
Este aserto científico se ha venido cumpliendo década tras década de manera ineluctable como si se tratara de una profecía. Sin embargo, los intentos de creer y de establecer una "tercera vía" o "sistemas alternativos" perduran también hasta hoy, desconociendo la verdad científicamente afirmada en la cita anterior. La dirección del mercado solamente puede estar en dos manos, a saber: o la de los consumidores o en la de los burócratas. No existe, pues, ninguna otra posibilidad ni fórmula mágica por la cual la economía pueda manejarse en su totalidad. En otras palabras, o se trata de socialismo o de capitalismo (economía de mercado). Apenas se intenten "terceras vías", sistemas "intermedios" economías "mixtas", "híbridas" o como quiera rotulárselas los resultados indeseables de tal política comienzan a aparecer, y sólo cesan cuando se abandonan los experimentos intervencionistas.
Sin embargo, abundan los "profetas" que intentan presentar como "nuevo" lo que ha venido fracasando durante siglos desde los tiempos de Hammurabi[4]. En tal sentido, se cumple -una vez más- aquello de que la práctica confirma la teoría.
"Es esto lo que los economistas tienen en mente al referirse a la ley económica y afirmar que el intervencionismo es contrario a las leyes económicas."[5]
No se procura decir que el mercado sea perfecto en el significado de que resulta siempre capaz de resolver todas las necesidades humanas, por cuanto hablar de "perfecciones" en abstracto carece de toda coherencia, y mucho más en el campo de las ciencias sociales. De lo que se discute es de dejar en claro que el mercado tiene sus propias leyes, y que autoajusta por medio de las mismas las posibles imperfecciones de las cuales pudiera adolecer, es decir, no se debate sobre una perfección imaginaria ni utópica, sino que se reflexiona sobre una realidad científica comprobable, que muestra ciertas regularidades que se cumplen de manera inexorable, y que cuando se alteran por factores exógenos ocasionan consecuencias indeseables. Esto es tan solo lo que se quiere significar con la cita anterior.
 
 


[1] Ludwig von Mises, Caos planificado, fuente: http://mises.org/daily/2454 (Publicado el 3 de febrero de 2007). pág. 13
[2] L. v. Mises ibidem, pág. 13.
[3] L. v. Mises ibidem, pág. 13-14.
[4] Véase a Robert L .Schuettinger - Eamonn F .Butler. 4000 años de Control de Precios y Salarios. Cómo no combatir la inflación. Prólogo por David L. Meiselman. Primera Edición. The Heritage Foundation. Editorial Atlántida - Buenos Aires.
[5] L. v. Mises ibidem, pág. 14

 

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