¿Qué esperar del 2014?
Claudio Chiaruttini
Politólogo y destacado periodista.


La estrategia política-comunicacional del Gobierno para recuperar terreno perdido en las encuestas a imagen y gestión quedó clara esta semana cuando el Jefe de Gabinete, Jorge Milton Capitanich, anunció 204 objetivos y 272 metas para cumplir este año y cuando el Ministro de Economía, Axel Kicillof, presentó la lista de precios supuestamente congelados de 194 productos de la canasta básica alimentaria.

De esta forma, el “relato” ya no pasa por logros pasados, declaraciones ideológicas o marcar hitos fundantes, ahora, la realidad relatada por el kirchnerismo pasará por cuantificar el éxito o fracaso del séptimo año en el Gobierno de Cristina Fernández y preparar el terreno para la campaña presidencial del 2015, punteando supuestos logros.

Además, el objetivo de las nuevas listas paradigmáticas del Gobierno es infndir la sensación mensurable de éxitos y de combatir la inflación; cuando, en realidad, se usarán los 670 elementos para entretenernos de los verdaderos temas que impulsará Cristina Fernández, desde su semiretiro.

Buenas intenciones, promesa vanas, objetivos y metas que ya figuran en el Presupuesto 2014 (pero fueron ajustadas), precios que tienen hasta 200 por ciento de aumento con respecto a la última lista que dio a conocer Guillermo Moreno, tareas que ya se conocían y maniobras de marketing electoral (como el reparto de computadoras a los adolescentes con edad de votas), todo fue incluido entre las anuncios del Jefe de Gabinete, Jorge Milton Capitanich.

En realidad, los 3 listados son lo más parecido a un programa de Gobierno que tiene una gestión kirchnerista desde que llegó al poder en 2003, un indicador más del deterioro y pérdida de raíces que tiene el cristinismo talibán, hoy encerrado en ideologismos más que en una plan de trabajo que soluciones problemas reales.

Y quienes conocen a Jorge Milton Capitanich afirman que, casi con seguridad, en cada conferencia de prensa, el Jefe de Gabinete destacará cada objetivo que se alcance, cada meta que se supere. Algo así como una lista de compra de supermercado, donde lo importante siempre lo dejamos afuera, pero que debemos realizar para no olvidar comprar el papel higiénico, los guantes para lavar los platos o la lata de paté que comeremos seis meses más tarde.

Inseguridad, inflación, falta de inversiones, destrucción de puestos de trabajo, tarifas atrasadas, incesante aumento del gasto público, caída del poder adquisitivo de las familias, pérdida de rentabilidad y competitividad de las empresas, reducción de la participación de los productos exportables argentinos en el mundo, suba de la conflictividad gremial o falta de inversiones en infraestructura no aparecen entre los 476 metas y objetivos. Y menos en la lista de precios congelados.

Sin duda es meritorio haber repatriado 1.000 científicos e investigadores argentinos que estaban radicados en el exterior, pero eso no soluciona los cortes de luz. Realizar 55 misiones comerciales al exterior no sirve para nada si el peso ha perdido su competitividad con el dólar, el real o el euro. Si vamos a encarar 10 misiones políticas a países del África Subsahariana y Asia como fuimos a Angola, con medias que digan “Clarín Miente”, no vamos a conseguir exportar ni una tonelada de productos argentinos. Hoy, tenemos inmensos problemas comerciales con Brasil, pese al resultado favorable de la balanza comercial para los brasileños, eso no se arregla con misiones comerciales a África o al Asia musulmana. Todo será una puesta en escena, ni más, ni menos.

Más allá que nadie en el Gobierno sabe indicar cuál es la diferencia entre “objetivos” y “metas”, si se usan los datos del INdEC para los indicadores sociales, fácil será obtener logros. Sin embargo, seguirán siendo ocultados 11 millones de indigentes y pobres, los millones de desempleados o subempleados y los sueldos le ganarán a la inflación sólo en un gráfico que publique Télam. Aún hoy, el Gobierno dice que una familia debe comer por menos de $7 diarios. Así, una fantasía será usada para sostener otra fantasía que será el cimiento de una 3ra. fantasía.

Desde hace 6 meses el consumo muestra signos de caída. La inflación ha horadado el poder de compra de las familias. La solución del Gobierno es anunciar que quitará el subsidios en la luz, el agua y el gas; aumentar los pasajes de trenes y colectivos y se anunciarán cambios en Bienes Personales e IVA, lo que implica un nuevo ajuste fiscal, cuando la presión impositiva alcanza el récord histórico absoluto.

Ante eso, las provincias ajustan sus impuestos inmobiliarios y los municipios suben sus cargas fiscales locales. Los colegios suben sus matrículas, un piso de 25%; lo mismo que la medicina prepaga; también los peajes y el estacionamiento. Es un tsunami para los bolsillos familiares que deben elegir un melón, un kilo de helado o un kilo de lomo, que tienen el mismo precio, mostrando la enorme distorsión de precios que hay hoy en la economía argentina. Algo que no aparece entre las metas y objetivos.

Y el dinero no alcanza para los políticos. Hoy, media docena de provincias, no sabe cómo pagar el ajuste prometido a las fuerzas policiales y corren el riesgo de sufrir nuevos levantamientos. Unos gobernadores piensan en emitir bonos, otros en subir impuestos, algunos pide ayuda a una Casa Rosada que no quiere darle un solo peso más del que le corresponde. Todos pelean por su caja y nosotros somos sus únicas fuentes seguras y pacíficas de financiación. Y allí van, a lo fácil.

El ajuste ha llegado. Puede tener nombre de objetivos, de metas, de “modificaciones en los criterios valuatorios”, de listas de precios “acordados”. Los eufemismos no ocultan que el Gobierno repite la fórmula que ha expuesto 10 veces desde 2003 y 10 veces ha fracasado. Entonces entramos al terreno que más le gusta a la Casa Rosada: discutir alrededor del “relato”, mientras las acciones políticas van por atrás, su poder político crece y la oposición queda enredada en denuncias mediáticas.

Acabados los cortes de luz, el Gobierno encara 2014 como si nada hubiese pasado. La revuelta policial, los saqueos y la crisis energética ya es parte del “relato” opositor. Conservan el poder y encaran un año para recuperar el terreno perdido. Así es la mentalidad kirchnerista, busca siempre la revancha, constantemente piensan en el poder como variable y construyen con acción política y marketing electoral.

Mientras tanto, la oposición recorre las playas, da entrevistas a los diarios sentados en carpas que valen $600 diarios, construyen sus candidaturas diciendo que no están pensando en candidaturas y emiten frases más o menos grandilocuentes que les permitan tener una tapa en una edición dominical. Es fácil notar la diferencia con el kirchnerismo.

El Gobierno de Cristina Fernández se prepara para dejar su huella en la estructura legal argentina. Si bien el año pasado fracasó en imponer 5 de 6 grandes modificaciones estructurales sobre el Poder Judicial y las elecciones de octubre hundieron cualquier intento de modificar la Constitución Nacional, la Casa Rosada pretende aprobar en el Congreso el nuevo código Civil y Comercial Unificado, el peculiar Código Penal redactado por Eugenio Zaffaroni (que libera delincuentes si atacan personas con mayor poder adquisitivo que ellos), avanzará en la aprobación del primer Código Contencioso Administrativo Federal (donde el funcionario público será liberado de todas sus responsabilidades); el primer Digesto Jurídico que no sabemos cuáles leyes serán “desaparecidas”; y una nueva Ley Orgánica del Servicio Penitenciario Federal que tiene una impronta garantista que coloca a los presos casi en el rol de víctimas. Y para hacer frente a esto no hay quórum opositor en el Senado y 38 bloques, contra 1, en Diputados.

Detrás de la inmensa imagen de fortaleza, el kirchnerismo está debilitado en su coraza externa, pero también, en su estructura interna. Jorge Milton Capitanich y Axel Kicillof se encargan de resucitar el “relato”, pero la tarea que parece más difícil de encarar es organizar y unir una larga colección de colectivos políticos que no pudieron hacerlo en dos años. En la Casa Rosada cree que, ante el sacudón que causó la derrota de Octubre y la amenaza de un fracaso en el 2015, quizás, se logren las metas que reclama casi con desesperación Cristina Fernández.

De allí la necesidad que tiene el Gobierno de pelear por temas que devuelvan la épica en 2014 al kirchnerismo. Habrá estatizaciones, confiscaciones y quitas de concesiones; ataques a las grupos mediáticos (ahora, La Nación parece ser el nuevo blanco del oficialismo), empresas que serán acorraladas (no es casual que el año comience con la AFIP acusando a Nidera de contrabando de trigo o a la Comisión Nacional de Valores frenando la oferta de compra de Brasken sobre Indupa) y la pelea contra los sindicatos no será menor (en especial, ante las grandes demandas de aumentos de sueldos que habrá en las paritarias que comienzan en febrero).

Sin embargo, hay hechos que el Gobierno y el kirchnerismo no pueden ignorar: la ausencia de Cristina Fernández, pese a que se asegura que está completamente recuperada de sus problemas de salud; la decisión presidencial de no presentarse a ninguna candidatura, para ningún cargo, en 2015, lo que abrió un proceso sucesorio silencioso en las entrañas kirchneristas; el temor creciente a una revuelta dentro del peronismo que produzca un proceso de trasvasamiento masivohacia el sciolismo o el massismo y el internismo, que ya no se pude ocultar dentro del Gabinete.

Con 204 objetivos, 272 metas y 194 productos congelados el cristinismo talibán no puede suplir la ausencia de liderazgo y conducción. Un tipo de “Juego de la Oca” del marketing político no sirve para ocultar que el Gobierno perdió las elecciones de Octubre y que el peronismo bonaerense frenó el intento de La Cámpora por controlar el Partido Justicialista provincial o para ocultar que el massismo y el sciolismo se lanzaron a crear estructuras políticas propias e independientes, con claros objetivos presidenciales; ni que “Unidos y Organizados” es sólo el fantasma de una agrupación integrada (hoy, ante la decadencia presidencial, todos sus colectivos comienzan a jugar políticamente sus proyectos propios.)

Comienza 2014 y tenemos que tener en claro que extrañaremos el 2013. Será un año duro, será un año clave para definir el futuro. El Gobierno será una máquina de hacer, lo que no asegura que alcancen sus objetivos. Si bien Cristina Fernández está ausente, aún no aparece un proyecto alternativo en el horizonte. El recambio no está asegurado.

Sin duda, el 2014 será también el año donde las fuerzas opositoras deberán demostrar que son proyectos políticos serios o simple demostraciones de egos enormes que prefieren saltar de programa de TV a programa de TV antes de buscar, en serio, tomar el poder, por las urnas.

Al Gobierno le falta mucho para estar herido de muerte. A la oposición le falta mucho más para ser una alternativa política aceptable. Después de un 2013 eterno, con un diciembre que pareció durar cuatro meses, viene un 2014 que, casi con seguridad, no será muy diferente. Superar esta etapa será un enorme desafío, pero ya estamos acostumbrados… Feliz 2014. Y recuerden, lo peor, lo peor está por venir!!
 

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