El coronavirus mostró el “milagro” de la innovación privada
Eduardo Maschwitz
Presidente del Consejo de Administración de la Fundación Atlas para una Sociedad Libre. Premio a la Libertad 2007, Fundación Atlas para una Sociedad Libre.




El mundo ya estaba conectado con internet y lo tomábamos como algo normal e instalado en nuestras vidas, pero a partir de las cuarentenas mundiales nos dimos verdaderamente cuenta de lo importante que pasó a ser para el funcionamiento del mundo, en lo social, económico, cultural, educativo, entretenimiento entre otros y que, sin su funcionamiento, posiblemente no hubieran sido posible las cuarentenas, al menos de la forma en que se implementaron.
 
Hay cuarentenas obligatorias claro está, pero las hay por igual en forma voluntaria. Antes de las cuarentenas obligatorias, o donde no han sido impuestas, las organizaciones y las personas decidieron trabajar, funcionar y operar a distancia, y esto fue posible. El mundo entero, o al menos el mundo que así lo desea, está conectado con esta increíble red mundial e internacional que se ha desarrollado sin la intervención de gobiernos o de organismos mundiales, tan de moda en estos momentos y donde pareciera que sin ellos andaríamos sin rumbo. No sólo estamos conectados, sino que, además, y ya parece milagroso, la demanda de comunicación ha crecido abruptamente y en forma exponencial, y la red sigue funcionando como si nada hubiera pasado. ¿Es un milagro? ¿Cómo pudo desarrollarse y funcionar, tener capacidad ociosa y conectarnos a todos y estar coordinada sin una planificación milagrosa? ¿Cómo es posible que no escuchemos a los políticos del mundo apropiándose de este “milagro”? Tantas veces han querido intervenirlo y por suerte hasta ahora no lo lograron. Pero cuidado que no hay que dar nada por seguro o por ganado. Viendo lo esencial del servicio y lo estratégico el riesgo ha aumentado al punto que sería difícil no recibir los embates en el futuro cercano.
 
 
¿Liberar o planificar?
Una vez más, vemos como liberando al ingenio de las personas, que dejándolas trabajar en libertad, con seguridad jurídica y sin “planificación”, el mercado, el comercio e intercambio libre siguen creando bienestar y mejorando la calidad de vida de todos. ¿Imaginen si esta red hubiera intentado desarrollarse con una planificación central? El mercado, el intercambio y la libertad no son perfectos, pero por ahora han demostrado ser el mejor mecanismo y además sabe aprender de sus errores y adaptarse rápidamente.
 
Hoy tenemos a los amigos conectados, a los educadores y alumnos tomando clases y aprendiendo, a las empresas, negocios y profesionales funcionado, a la industria del entretenimiento, a la comercialización de productos y su entrega a domicilio (¿qué será que ha pasado que el gobierno de CABA no ha vuelto a intentar eliminar a las compañías de entrega a domicilio?), es decir a casi toda la comunidad. Digo casi toda porque el sector público se mantiene fuera de estos estándares. No funciona el poder legislativo, no funciona el poder judicial, no funcionan la mayoría de las dependencias y empresas públicas, tanto sea porque no tienen la capacidad y la tecnología para hacerlo, pero sobre todo porque no tienen ningún incentivo para hacerlo. No serán despedidos, seguirán cobrando su salario, su puesto no corre peligro alguno, no hay ningún competidor que pueda desplazarlos y ni siquiera ajustan sus ingresos a la nueva realidad. Hasta los sindicatos han mostrado flexibilidad frente a la emergencia. La clase política no solo no contribuye ajustándose como el sector privado, sino que además pretende aumentar los impuestos y exacciones al sector privado, como única propuesta inteligente para pasar la crisis vigente.
 
 
Los “aportes” del estado
Mucha confusión también existe con los variados aportes del estado a paliar la crisis económica y las necesidades inmediatas de personas y compañías. Se venden como entregas generosas de la clase política a la sociedad entera, como si existiera alguna riqueza extra a repartir y que no fuera, o sea, o vaya a ser creada por el esfuerzo del sector privado. No hace falta ser economista para darse cuenta que la riqueza no puede salir de la nada, y tampoco puede salir del reparto de dinero a través de subsidios, de préstamos o regalos. Es imposible resolver las necesidades y la pobreza de esta forma. De lo contrario no existirían países pobres, o personas pobres, o compañías fundidas y porque no la necesidad de trabajar. Todos estos repartos se tendrán que pagar oportunamente según sea la forma de financiarlos que se elija. Sera con emisión de deuda que pagaremos con nueva riqueza (de existir) a crear a futuro, será con déficit fiscal e inflación futura (¿o hiperinflación cercana?), o será con la creación de nuevos y mayores impuestos y porque no también con un ajuste de gastos de la clase política y reducción del sector público.
 
Y esta visión equivocada aparece popular en muchos países también. Pareciera creerse que el estado ha venido a salvar al sector privado y a los ciudadanos y que gracias a su generosidad y aporte llevaremos adelante esta crisis. Como ya lo explicamos en el párrafo anterior, solo la creación de riqueza por el sector privado a futuro podrá pagar estas erogaciones.
 
 
Innovación privada para erradicar el virus
Y lo mismo estamos viendo con una posible vacuna que erradique o al menos controlo el virus. Es el sector privado el que está trabajando a toda velocidad y el que seguramente nos acerque una solución. O al menos es el que mejor preparado esta para su logro.
 
Toda clase de predicciones escuchamos en este momento, que el mundo no será igual, que el estado será más relevante, que es el que nos sacara de esta emergencia y todos agradecidos. Yo creo y espero que así no sea, ya que tarde o temprano volveremos a darnos cuenta que estaremos cada vez más pobres, con menos ingenio e inventos y con peor calidad de vida. La única forma de crear riqueza es trabajando, y la riqueza solo es producida por el sector privado que debe financiarse a sí mismo y financiar a la vez al sector público.
 
 

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