Antirracismo racista
Karina Mariani
Directora del CLUB DE LOS VIERNES Argentina.



En política el arte de la oportunidad lo es todo. Claro que algunos manejan este arte con chapucería cósmica, trazando lazos de causalidad tan falaces que se vuelven mofa. Sin ir más lejos, esta semana, el aprovechamiento procaz del hecho luctuoso que puso en el tapete la discusión sobre el racismo en EEUU, fue rápidamente utilizado por el oficialismo para instalar la discusión en Argentina.
¿Por qué? Porque tuvieron necesidad de abroquelarse a una agenda que les parece provechosa, porque vieron la oportunidad de reforzar su narrativa atándola a temas coyunturales o sencillamente porque lo que es moda no incomoda. A veces la explicación más sencilla, aunque sea la más pavota, suele ser la acertada. Así, el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo, conocido como: INADI, lanzó una campaña contra la discriminación racial mezclándola con la cuestión de la salud pública, el transporte público, el lenguaje y ya que estamos, con el coronavirus. Un engrudo argumental insostenible y maniqueo, tan carente de sentido como la existencia misma de la institución. Veamos:
La campaña que lanzó el INADI rezaba:
“La salud pública argentina garantiza el igual acceso para todxs los habitantes de nuestro suelo. Queda demostrado en el mundo que la única forma de combatir la pandemia es con un Estado presente. La pandemia no discrimina, no discrimines vos, es racismo pensar que hay ‘ciudadanos de primera’ y ‘ciudadanos de segunda’ o creer que el acceso a la salud no es para todxs por igual”.
En todos los gráficos de la campaña, el INADI diferenciaba a “los discriminadores” como personas de piel clarita y carita de malos, y a los “discriminados” como personas de piel oscurita y carita de buenos. El organismo que debería luchar contra los estereotipos, avanzó un poco más en el fango de su propio estereotipado negativo diciendo: “La pobreza es un blanco de racismo específico en este tiempo, especialmente con la llegada de la pandemia. Es urgente trabajar en la concientización de este tipo de violencia para terminar con el racismo estructural que afecta a los más vulnerables”. 
Vale decir que, para no ahorrar en grotesco, señalaban a los oscuritos como aquellos que no pagan impuestos, que necesitan asistencia caritativa para vivir y que no son capaces de tener educación superior o empleos bien remunerados. En la cosmogonía del gobierno, se refuerza la idea de que todos los “oscuritos” del país sufren discriminación racista estructural en manos de los “claritos”. El hashtag que el Instituto Nacional usaba era #EsRacismo

La creencia

¿Qué es el racismo? Se define como “La creencia de que la raza es el principal determinante de los atributos y capacidades humanos, y que las diferencias raciales producen una superioridad de una raza particular”. 
Dado que no existen leyes que hagan diferenciación alguna por raza, la denuncia de racismo que esgrime el INADI debería basarse (como dice la misma definición) a una creencia. Pero al mostrar al racismo como atributo de una estructura social y de un determinado grupo de personas con piel clarita, el INADI está diciendo que esa “creencia” racista no es algo de las personas sino del grupo. Si el racismo es algo que supera la capacidad de las personas para pensar de una u otra manera, entonces tenemos a un organismo público de orden nacional hablando de racismo como una cualidad adherida a la piel: como un atributo de la raza. O sea, que el antirracismo que esgrime es redondamente racista.
El INADI denuncia, y se toma el trabajo de graficar ¡incluso con una paleta de colores! a toda la gente “clarita”, como poseedora de un conjunto de atributos asociados a su color de piel, de los cuales ninguno de sus miembros puede escapar. Estamos ante el racismo más recalcitrante y coprológico posible, que nos obliga a definirnos por nuestras características genéticas comunes. 
Cada uno de los claritos, como miembros de una raza (?), posee todas las características despreciables. Y cada uno de los oscuritos es inferior económica e intelectualmente y por tanto necesita asistencia estatal que lo defienda de todos los claritos. Esta fantochada no pertenece exclusivamente al gobierno argentino, ojo. Hemos visto esta semana a funcionarios y jefes de Estado hincarse de rodillas y pedir perdón por su condición de “superioridad”. ¡Vale decir que piden perdón por pertenecer a un grupo humano del que no pueden escapar! ¿Cuán racista es esto?
Vayamos más lejos: Si el racismo es un conjunto de atributos propio de una raza, entonces los miembros de esa “raza” no pueden luchar contra esto. De hecho, cuando se argumenta en este sentido, se ponen ejemplos relacionados con el esclavismo o la conquista que ocurrieron siglos atrás. Qué responsabilidad le cabe a todos los “claritos” el abuso sufrido por todos los “oscuritos”? Bueno, la pertenencia a su raza. Se trata de una culpa hereditaria y estamental, inmanente y estructural. Ahhhhhh...hete aquí la madre del borrego, no se trata de individuos la cosa, sino de estructuras. Conclusión? Si todo es estructura y está impregnado de racismo hay que terminar con todo. El “sistema”, las leyes, el lenguaje, las formas constitutivas de la sociedad, lo que nos permite vivir en común, debe ser modificado porque #EsRacista.
El fenómeno de la manipulación oportunista de los hechos no es patrimonio del INADI, está claro. El tratar de asociar coronavirus-racismo-paternalismo estatal es un intento más, uno entre tantos. Los oficialismos políticos necesitan modelar la narrativa para que sea reproducida no sólo por políticos, sino por periodistas, expertos en cosas, artistas y opinadores varios. Son como un adolescente hiperkinético que se aburre rápidamente de un tema por el que estaba, hace 5 minutos, fanatizado. Saltan de tema en tema para sostener el protagonismo. Esta semana tocó racismo y soberanía alimentaria. Antes había tocado lawfare, runners, hambre, reforma de la justicia. Van y vienen, tiran y ven si pica.
Desmentir cada uno de sus relatos implica un laborioso proceso, tal vez inútil. Saltarán a otro y a otro. Son astutos, porque saben que un porcentaje de lo que tiren prenderá y de esa forma consiguen que los ciudadanos vean discriminación social donde no la hay, les venden gato por liebre, y culpan a “la sociedad” de pecados que no cometió y, en consecuencia, estigmatizan a los claritos por ser los responsables de que el coronavirus se propague entre los oscuritos que son débiles y pobrecitos y que necesitan de la intervención autoritaria del gobierno. El mensaje que subsiste en las temerarias afirmaciones del INADI es que el racismo de los claritos es una amenaza a la salud pública y al desarrollo de los oscuritos, y esta cuestión que precede y se agrava con el coronavirus.
Al principio era una enfermedad de claritos, ahora es una enfermedad de oscuritos que los claritos, en su enorme racismo no quieren curar. 
Por burdo que parezca, este es el diagnóstico que subsiste en la idea de establecer políticas públicas de “discriminación positiva”. Sistemáticamente, los políticos identifican a un grupo que, según su agenda y sin ninguna relación con los hechos, está siendo discriminado. De esta forma establece un mecanismo de discriminación positiva que enderece el mal que la sociedad de forma estructural comete, erigiéndose como salvador.
Esto derivó en derechos especiales por género, por etnia o por orientación sexual para dar sólo unos ejemplos. No parece un modo serio de compensación subjetiva tirar por la borda siglos de luchas por la igualdad ante la ley, pero es lo que ocurre. El político elige una injusticia subjetiva acorde a sus necesidades electorales y, para remediala, implementa discriminación positiva sin importar cuán negativa sea para otros grupos que seguramente no son sus votantes. 
Con este mecanismo se otorgan cupos y subsidios, se priorizan contrataciones y un sinnúmero de otras desigualdades basadas en los prejuicios como el que el INADI enarboló esta misma semana. La lista de los privilegiados por la discriminación positiva se acomoda, digamo todo, pero lo que subyace, apenas rascando la superficie es la idea filosófica e ideológica de que es el criterio del político el que  determina qué es aquello que constituye un grupo discriminador (esta vez los claritos racistas) y cuál será el grupo víctima (los pobres oscuritos). La elección de los grupos víctimas y victimarios sostiene el principio de que la pertenencia a ese grupo es fija y contiene la totalidad de los atributos que el político les ha designado sean estos positivos o negativos.
Dado que, los temas saltan dependiendo del oportunismo, no existe un criterio objetivo sino que radica en la capacidad de lobby, la moda, la pertenencia política o los acuerdos que se tejan en los subsuelos del poder. Por eso, por ejemplo, el grupo de “los ancianos” puede ser a veces víctima y a veces victimarios sin que nadie se mosquee por las fluctuaciones. 

La razón primordial

Recordemos que la razón primordial, casi exclusiva de que existan gobiernos, es garantizar el orden y el cumplimiento de la ley. Todo lo demás, el INADI por ejemplo, es accesorio, en el mejor de los casos irrelevante y mayormente perjudicial. Si vamos a estar dilapidando el dinero de los argentinos en organismos que animan al racismo y a la división entre individuos, generando resquemores colectivos para justificar su propia existencia, esto sí parece perjudicial para todos.
Hemos de aceptar que, con triste éxito, han logrado usar al coronavirus para afianzar la peor ideología. Una enfermedad cuyas influencia es hoy marginal en términos de salud pública ha dado lugar a una avanzada atroz sobre los derechos y libertades constitucionales y ahora, además, sirve para acusar y estereotipar a los ciudadanos. El miedo, el cansancio y la ansiedad no nos permiten ver esas obviedades. Tal vez por eso es que nos tragamos las contradictorias opiniones de expertos que jamás aplicaron los criterios de cruel encierro a  cualquier enfermedad infecciosa y que hoy nos amenazan desde las pantallas de TV. Científicos que se adaptan a las necesidades ideológicas y políticas, permanentemente cambiantes, de los gobiernos. 
El caso es que, cuando las encuestas flaquean, cuando la tolerancia disminuye y cuando la economía se incendia, entran en pánico. Por eso el oportunismo del INADI, mezclando manzanas con tornillos apenas disimuló su propaganda, más torpe que nunca, y se volvió lo opuesto de lo que debería ser.
“Yo tengo un sueño, que un día en las coloradas colinas de Georgia, los hijos de los ex esclavos y los hijos de los ex propietarios de esclavos serán capaces de sentarse juntos en la mesa de la hermandad”
Martin Luther King soñaba con la igualdad entre individuos, no parece que la exaltación de estereotipos y de prejuicios sea el camino para lograrlo.

Publicado en La Prensa.
 

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