¿Un ignorante o un cínico?
Carlos Mira
Periodista. Abogado. Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.



El presidente Fernández va camino de ponernos delante de muy pocas opciones para que nos pronunciemos sobre él.

Con cada una de sus declaraciones esos caminos se angostan hasta quedar reducidos a solo unas pocas alternativas; a dos más bien.

O el presidente es un cínico que conoce perfectamente lo que hay en juego y las posibles soluciones o es un hombre muy poco preparado, quizás apto para alguna discusión nocturna, típicamente argenta en algún cafetín de Buenos Aires, pero que está muy lejos de las calidades que se necesitan para gobernar un país.

En su último comentario con un grupo de empresarios dijo que “hay que revisar el capitalismo”.

A ver, ¿el presidente es un cínico o un ignorante?

En la charla virtual, hizo varios comentarios que parecerían acercarlo a esta última opción (aun cuando no sabemos si él sabe la verdad y manda una versión cambiada de los hechos para engañar a incautos).

Porque, en efecto, allí incurrió en una serie de inexactitudes graves que, de nuevo, hacen pensar o bien que es un mentiroso o que es alguien que ni siquiera tiene la información que debería esperarse un presidente tuviera de lo que ocurre en el mundo.

En un caso el presidente dijo que el Estado italiano debió intervenir en Fiat para salvarla.

Todo mal. Ni el Estado intervino, ni Fiat es ya Fiat y ni siquiera Fiat es italiana, es una corporación gigante fruto de la fusión con Chrysler, llamada hoy FCA.

Lo que ocurrió allí es que un banco privado otorgó una línea de crédito que está garantizado por una agencia gubernamental. Pero el Estado italiano no intervino en la empresa.

En otro error más grave aún -que repetimos, no sabemos si atribuir a la ignorancia o al cinismo- el presidente dijo que Alemania había nacionalizado un laboratorio que estaba trabajando en la búsqueda de una cura contra el Covid-19.

Error. En realidad el Estado alemán invirtió 300 millones de euros en CureVac para adquirir el 23% de las acciones pero dejando expresamente claro que de ningún modo se inmiscuiría en la administración cotidiana del negocio que seguiría en manos de su Directorio.

Algo muy similar a lo que ocurrió en Lufthansa y siempre por porcentajes completamente minoritarios del paquete accionario.

Pero más allá de estos errores inexcusables para un jefe de Estado, que lo acercan a esa caricatura de “opinador de cafetín “, existe otra cuestión más grave aún que Fernández parece no advertir.

Desde su petulancia, manda a revisar al capitalismo pero no sugiere ninguna revisión sobre los sistemas de economía planificada, socialistas, comunistas o de fuerte intervención estatal, cuando son los países sometidos a esos sistemas no solo aquellos que sufren los peores niveles de vida de la humanidad sino que son aquellos de los cuales la gente se quiere ir, quiere escapar.

Por otro lado el sistema que el (ignorante o mentiroso) Fernández manda a revisar es el que impera en los países más exitosos de la Tierra, y no solo eso, sino que son esos países a los que la gente se iría a vivir, si pudiera.

Es decir el presidente sugiere que el sistema que la gente voluntariamente elegiría para vivir hay que revisarlo; pero el sistema del cual los pueblos quieren escapar (y de hecho lo hacen, incluso cómo pueden: en balsas caseras, arriesgando su vida; caminando y con lo puesto a través de miles de kilómetros) hay que dejarlo como está.

De nuevo: ¿es un ignorante, poco preparado y al que su formación apenas le daría para discutir con los amigos en un café, o es un cínico que sabe perfectamente cómo son las cosas pero que se mantiene firme junto a un plan de embrutecimiento generalizado que le permita a un grupo de vivos -que él integraría, por supuesto- vivir como reyes mientras el pueblo se debate en la miseria?

El interrogante es por supuesto importante porque la Argentina no puede darse el lujo de tener, en este momento, ni lo uno ni lo otro.

Contar con un aldeano en la presidencia, con un personaje que desconoce los palotes de la escena internacional es de por sí grave. ¿Qué respeto puede tener un país cuyo presidente ignora que Fiat ya no es italiana o que el estado alemán no nacionalizó Lufthansa?

Pero, también, tener un presidente cínico que no ignora nada de eso pero que vende un discurso mentiroso para valerse de él, engañar a la pobre gente y seguir beneficiándose de ello, es bastante poco edificante, más allá de que nada bueno saldrá de allí para el bienestar general.

Por supuesto que Fernández no hará nada para develar la duda. Somos los argentinos los que tendremos que averiguar si es una cosa u otra, aun cuando esa investigación no sea más que un entretenimiento, porque desde el punto de vista de lo que el país necesita es tan grave una opción como la otra.
 

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