La responsabilidad individual
Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo
Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.
Aún
hoy los detractores de la democracia y el capitalismo se esfuerzan en mostrar que todo pasado fue mejor. Rescatan
de las sociedades tradicionales la
seguridad y el arraigo que, ciertamente, brindaban a la gente. La responsabilidad consistía en cumplir,
estrictamente, con lo prescriptivo. Eran
muy diferentes de las sociedades abiertas actuales, donde las personas son libres de elegir entre
alternativas. Ello torna la vida, si bien placentera, también inquietante, porque uno debe ocuparse a cada minuto
como actuar; al dejar la sujeción colectivista
del pasado se eleva en muchísimos grados la responsabilidad personal la cual
nos lanza a un mundo de zozobra e inseguridad.
Pero,
la contracara, es el goce de la libertad
que nos ha permitido mejorar enormemente el nivel de vida, desarrollar
intensamente la creatividad personal y social, como también experimentar una
más rica vida espiritual y material, prolongando nuestra existencia sobre la
tierra.
En
cuanto al conflicto político, ya no depende su resolución, solamente de una
elite. Con la democracia ampliada son varias las oligarquías que compiten y es
la mayoría de la población quien elige representantes revocables. Participan
todos los estratos sociales y se explicitan los conflictos permitiendo,
de este modo, ordenar la lucha por el poder, evitando, como ocurría en el
pasado, la destrucción de bienes y personas.
Si
observamos la historia de Rusia, el país desde donde se exporto el comunismo y
sus variantes, podemos notar, claramente, que la experiencia socialista de
Lenin, Stalin, y sus sucesores, detuvieron
el proceso de modernización que comenzó con Pedro El Grande. Los comunistas utilizaron elementos modernos que los países
occidentales exportaban al mundo entero, pero, si bien ayudaron a mejorar, no implicó un rumbo hacia el progreso sino a fijar
un sistema que los mantuvo fuera del increíble desarrollo que se dio en varios países europeos destruidos por causa
de la segunda guerra mundial. Un trabajador, con su esfuerzo, puede
beneficiarse con mejor medicina, longevidad, recreación, servicios,
comodidades, y puede gozar de una cultura superior, entre tantas otras cosas.
El Gobierno
argentino pretende regresar a los tiempos históricos antiguos, cuando, quien se enriquecía, lo hacía mediante el robo y la violencia y no
por la producción y la productividad como se hace, actualmente, en los países
demo-capitalistas,
Aquí no se busca igualdad jurídica, sino igualdad en la pobreza. Lo ha demostrado la larguísima
cuarentena. No se ha confiado en la responsabilidad personal, la iniciativa
individual, la capacidad de innovación y el conocimiento, herramienta indispensable
para el progreso. Quitaron a la gente el derecho a decidir su vida controlando
e interviniendo la economía y las decisiones personales.
Se
aumentó la incertidumbre y el miedo
porque nos mantuvieron viviendo con
permiso durante cuatro meses. La
responsabilidad individual la tuvimos que meter en el bolsillo. Y aún no se avizora
un programa de medidas que nos ayuden a pasar la tormenta, en la que sin duda
nos estamos introduciendo.
Con la
crisis encima, pasan por alto que el
mercado es saludable si se vela creando
las condiciones por su correcto
funcionamiento. Debilitaron la actividad
privada olvidando que siempre es la
primera en responder cuando surgen problemas económicos. El Estado enormemente desarrollado, una vez más,
está revelando su inoperancia, como, así también, el intervencionismo. Pero no se vislumbra un
cambio. La interna feroz que se percibe,
claramente, en el gobierno, pone por delante del presidente Alberto
Fernández a Cristina Kirchner. Ya conocemos sus intenciones.
La interferencia
del Gobierno bloqueará la competencia y la iniciativa empresarial. Es probable,
que inspirado desde las sombras por la ex presidente, intente ampliar aun más
su poder controlando la propiedad, la
familia, y la religión, además de las ideas de cualquier tipo que tengan las
personas. Prometerá terminar con la incertidumbre y los problemas, apelando a
soluciones definitivas, que llevan a un “mundo
feliz”. Estamos viendo como gestiona
poderes especiales para avanzar sobre la sociedad civil, afectar los derechos
individuales, e intervenir en la dinámica de los mercados, privilegiando intereses
de personas, corporaciones y grupos de presión. Su posición es nacionalista,
proteccionista en lo económico y también en lo cultural, estatista es el rumbo
general. Procura aumentar la autoridad del estado.
El
resultado será el de siempre: la teoría dice que todo es de todos, pero el
socialismo real muestra que todo es del gobierno. En la práctica,
no cumple con la teoría: burocratiza
todo lo existente, hasta la cultura, extermina las vías de la creatividad, profundiza el dominio del gobierno, concentrando
el capital y el poder.
¿Qué
quedará cuando fracase? Administrar la
pobreza y el atraso por no haber elegido
poner al país a la altura de su tiempo,
como lo hicieron en Argentina, los Padres de la Patria. La libertad fue el combustible que permitió tener la base de
sustentación del desarrollo económico del
siglo XIX, que perduró hasta casi mitad del XX, cuando la iniciativa individual fue el resorte del
progreso agrícola-ganadero y de la producción industrial. Las comunicaciones modernas permitieron
exportar nuestros productos e importar los que necesitábamos. La estructura
institucional se complejizó y creció la importancia práctica y teórica de la
actividad científica y tecnológica. El trabajador progresó y vivió mejor. El adelanto
no fue solo económico sino político y ético.
No
aprendimos de este buen ejemplo. Hoy, en Argentina, no solo está en juego la
economía sino que existe la posibilidad
de ir hacia un régimen político autoritario si no se organizan las fuerzas
políticas sintetizando aspiraciones, intereses e ideas, en alguna propuesta realista que ofrezca una salida esperanzadora en la ciudadanía. No se debería desconfiar de la responsabilidad personal
partiendo de la base equivocada de que con controles cada vez mayores se puede
manejar la sociedad. La URSS nos mostro el fracaso de esta política. No logro la meta de crear el
paraíso en la tierra: destrucción del estado,
del ejército, elecciones libres en todos los poderes, abolición de las
clases sociales, posibilidades de vida iguales para todos. Por el contrario, el proyecto ideado por un grupo de
intelectuales no solo fracasó, produjo
un inmenso costo de vidas humanas.
Necesitamos gobernantes que batallen
por reforzar el sistema de partidos, la opinión pública y la sociedad
civil. Y que dejen atrás las ideas locas
de querer ir hacia sociedades donde los
ciudadanos cumplen las órdenes de un poder autoritario del que depende la vida
de todos. Reemplazar la economía capitalista por la economía planificada
implicaría perder la libertad, aceptar solo órdenes de un gobierno que
controlaría nuestra vida y actividades.
El trabajador se debería conformar con los salarios que ordenaran quienes
gobiernan, se consumiría según los precios que
impusieran. Dejaríamos de ser los dueños de nuestro destino, el futuro
dependería de las ordenes de las autoridades, que nos dirían cómo y qué producir monopolizando las decisiones. La estamos
aspirando de a poco, junto con la pandemia, ayudados por la crisis que ha aumentado
peligrosamente la larguísima cuarentena.
Las
circunstancias actuales muestran, a
quienes rechazan al sistema económico capitalista, que la tecnología aplicada a
la actividad de la medicina, que hoy está a punto de terminar con la pandemia,
es uno de sus grandes aportes. Luis D’Elìa. uno de ellos, maestro y dirigente
político, con Covid- 19 la está
aprovechando en el Instituto del Diagnóstico.
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