Adiós a las aulas: crónica de la traición a Sarmiento.
Karina Mariani
Directora del CLUB DE LOS VIERNES Argentina.



Exactamente 132 años atrás moría en la misma pobreza en la que había nacido Faustino Valentín Quiroga Sarmiento a quien su madre gustaba llamar Domingo. Pocos próceres argentinos salieron de cuna tan humilde, y esto no es una virtud sino un dato que sirve para entender sus obsesiones y luchas, y en consecuencia su legado, que es lo que importa cuando el hombre se ha ido.
Hoy con las aulas vacías desde hace más de 6 meses, con el año escolar irremediablemente perdido y con un incierto futuro como una losa de cemento sobre la cabeza de los alumnos, la política ha asestado un golpe mortal al sistema basado en la educación popular que diseñó Sarmiento, y por el cual mostró un sobrehumano activismo. El pequeño sanjuanino educado a los ponchazos, medio autodidacta, orgullo de sus ocasionales tutores, soñó un plan de educación tan extenso y ambicioso como decisivo en la construcción de la sociedad argentina.
Sobre la obra de Sarmiento se puede encontrar un frondoso material. Tuvo tantas profesiones y altos cargos, y en tanto rubro destacó que no alcanzarían estas modestas líneas para enumerarlo todo. Pero es la creación del sistema educativo lo que modificó a la Nación. Una tarea titánica de organización de escuelas normales que formaron generaciones de maestros orgullosos y comprometidos, pero además en un número tal que permitió que se distribuyeran por todo el país. Fundó miles de escuelas, su prédica era ideológica pero a la vez instrumental. En Educación Popular vuelca las ideas surgidas de sus evaluaciones de sistemas educativos de distintos países, y con particular minuciosidad escribe:
“Las salas y patios deben ser aseados y barridos todas las mañanas, media hora antes de la llegada de los niños... Cada día antes de llevar los niños a la escuela, los padres les lavarán las manos y la cara, los peinarán y cuidarán de que sus vestidos no estén rotos, descosidos, ni desgarrados... La atención no puede exigirse por la autoridad; no pueden obtenerla completamente las recompensas, ni los castigos hacerla nacer. Es necesario que ella venga de suyo, y que sea sostenida por la curiosidad y el deseo de aprender, que son felizmente disposiciones habituales de los niños”.

Burocracia holgazana

El contraste de la entrega de Sarmiento con la mezquindad de la estructura educativa actual es lacerante. Las familias tienen que soportar el descaro de una holgazana burocracia funcionarial, sumado esto a la permanencia de malos profesionales de la enseñanza cuyos cargos son vitalicios en la práctica, con licencias rayanas con lo delictivo. Uno de los efectos de la cuarentena fue la exposición de las miserias y la falta de preparación docente. Lo que los padres padecían de manera individual, saltó a las redes de forma viral y la falta de idoneidad se hizo palpable.
El maestro probo es la excepción. Pero además se suman los malos planes de estudio con el eufemismo de contenidos mínimos que no son otra cosa que disfrazar la flagrante baja del nivel académico. Además de la pésima logística e infraestructura, con profesionales que no están a la altura del manejo informático más básico a pesar de que su promedio de edad los coloca como nativos en el uso de computadoras y también a pesar de que los sucesivos gobiernos vienen otorgando computadores y haciendo cursos de capacitación pagados por los contribuyentes. La instancia de la inspección educativa funciona como amigo de un sistema fuertemente ideologizado, lo que se añade a la tragedia de que no hay autoridad política que esté dispuesta modificar o a admitir el fracaso de las leyes de educación. No hay un rubro de la administración educativa que no sea una calamidad.
La sobreabundancia de los cargos docentes muestran que el sistema educativo es presa de su uso por y para la militancia política o como subsidio al desempleo. Argentina tiene más docentes por alumno que los países con mejores niveles educativos. Hace años que la estructura política dejó librada a la voluntad de los sindicatos docentes la suerte de la educación, y congruentemente con este retiro de todo control y supervisión, la decadencia de todos los indicadores. No por nada los sindicalistas docentes odian las pruebas, los presentismos, y a la profesión misma. Los niveles récord de paros docentes sirven de prueba de este desprecio.
No se distingue entre el reclamo salarial (siempre acomodado a si los sindicatos gustan del signo político del oficialismo) y el palabrerío ideológico de los mercaderes de la educación. Por lo pronto llevan seis meses fuera de las aulas y ahora ya no hay quien los regrese. Claman a los 4 vientos que sin vacuna contra el covid no habrá clases. Aún así, los protocolos sugeridos son tan irrisorios que harán imposible edilicia y profesionalmente impartir educación privada o pública. Aparentemente son los reemplazantes del poder legislativo, del ejecutivo y del judicial en todos los aspectos relativos a la enseñanza.

Guerra a los niños

A nuestros niños les han declarado la guerra: los estudios sobre las consecuencias educativas de las pérdidas de clases muestran un efecto de un 1% de la desviación estándar en indicadores de aprendizaje, en términos PISA, por cada 10 días que se pierden de clase. ¡Hagamos las cuentas! Esta barbaridad va a tener un efecto grave pero limitado en alumnos de entornos favorecidos, pero ilimitado en más del 50% de los estudiantes argentinos que son claramente desfavorecidos al engordar las filas de la pobreza creciente. Los recursos tecnológicos, las habilidades no cognitivas y los estudios de las familias son diferentes: es difícil ayudar a un hijo en una materia que uno no entiende o si no se tiene el tiempo. Con estos números en la cabeza, volvamos a la importancia de Sarmiento, el primer político en hispanoamérica que pone, ante todo, su condición de pedagogo y el primero que establece que la educación es para todos por igual.
Mientras unos condenan a millones de alumnos a la ignorancia, Sarmiento no dejaba de incluir hombres y mujeres al sistema educativo. Datos, no relato. Pero la capacidad ficcional de los demagogos es inversamente proporcional a la educación de quienes los siguen. Resultará muy actual ver como políticos que se autoproclaman populares, viven en casita de oro, ostentando cero mérito y procurando en su gestión solamente ampliar los privilegios de su caudillaje a costa de los sectores populares que dicen defender. Bueno, lo mismo pasa con Sarmiento acusado de elitista, cuando su obra inmensa muestra a las claras lo contrario.
El padre del aula forma parte del grupo de hombres cuyo ideario es un estigma porque el esfuerzo, el mérito y el desarrollo son un insulto para el resentimiento de los populismos. Su memoria es sistemáticamente humillada, y por dar sólo unos pocos ejemplos: en 2010 quedó fuera de la Galería de los Patriotas Latinoamericanos del Bicentenario. O en 2014 fue morbosamente ridiculizado en el canal infantil de TV Paka Paka. El ensañamiento con su figura es, a esta altura, estructural.

La dimensión del prócer

Sarmiento organizó el primer censo nacional, que arrojaba como resultado que más del 70% de los argentinos eran analfabetos. En su afán promovió leyes que financiaron no sólo la creación de escuelas sino la compra de materiales y libros y logró triplicar la población escolar. Comprender esta epopeya es entender la dimensión del prócer.
Sin embargo, décadas después el cambio de paradigma en las ideas educativas vieron en la meritocracia educacional un resabio burgués y ya antes de que el covid irrumpiera en nuestra vida se suprimió la repitencia o cualquier tipo de exigencia educativa. Plantear un examen de ingreso universitario es una afrenta indigerible para cualquier partido político. La consigna es que el buen alumno no sienta jamás, bajo ninguna circunstancia, orgullo por su condición.
El ideario que guía a la inmensa mayoría de los funcionarios de las instituciones educativas es que el conocimiento tiene un carácter instrumental en el capitalismo, y se toma muy a mal que las instituciones educativas que pagamos todos sirvan para formar cuadros técnicos especializados que sean útiles a la población que los financió. Sumemos además que se promueve la figura setentista del pedagogo integral por encima de la del profesor y las nuevas generaciones son educadas en la cultura del no esfuerzo, incluso en niveles superiores.
El discurso se propagó hasta llegar a nuestros manuales de historia, reflejo del ideario del progresismo tercermundista en el que aún permanece la interpretación del humanismo rousseauniano. Plastificado en naftalina continúa el discurso del buen salvaje que nos advierte que tengamos mucho cuidado en no corromper con la educación al ser popular. No es necesario un esfuerzo deductivo enorme para trazar el paralelismo con la dicotomía de civilización o barbarie sarmientina y de ahí en más elegir barbarie, sin el menor pudor. De esta ideología surgieron mil iniciativas y movimientos de renovación pedagógica de la denominada nueva escuela. Como resultado tenemos el recreo eterno en que se han convertido las aulas.
La decadencia es producto de un sinfín de excusas y justificaciones pedagógicas o ideológicas donde el alumno no tiene la obligación de aprender, y el profesor puede ignorar lo que él mismo enseña.

Frases anacrónicas

Quienes resienten de Sarmiento, repitiendo frases anacrónicas y descontextualizadas, desconocen tanto su historia como el impacto que su prédica tuvo en la sociedad. Hablar de Sarmiento sin distinguir una opinión de un hecho ha logrado que para varias generaciones de estudiantes se ensucie el nombre de un político que transformó Argentina, parte de una generación que la volvió próspera y vigorosa. Hubo entre ellos fervorosas disputas, insultos, cartas que quemaban, lenguas picantes, pero a la vez coincidencia en grandes temas, como la inmigración, la explotación de la tierra, el desarrollo del transporte y las comunicaciones, la institucionalidad y la apertura al mundo. Dentro de ese grupo, que en el mejor de los casos es ninguneado y en el peor embarrado, Sarmiento realizó un aporte tan gigante a la metamorfosis argentina que sin él sería muy difícil imaginar.
La educación popular que le quitaba el sueño iba mucho más allá de la alfabetización o la enseñanza de un oficio, y tal vez esto sea la clave del odio que provoca: para Sarmiento la educación era la llave en que se basaba el crecimiento de la economía asentada (ojo con esto) en el emprendimiento personal. Promulgaba la formación de una sociedad de oportunidades al alcance de hombres y mujeres independientes.
Las décadas que siguieron a la gesta de Sarmiento vieron una Argentina creíble para el mundo y posible para sus habitantes y para los que llegaban en busca de mejora y ascenso. ¿Qué significa esto? Que en una sociedad de caudillos e ignorantes, el instrumento político integrador que fue la educación se tradujo en movilidad donde los hijos estaban mejor que sus padres. Así de simple, nada más nada menos. Algo que nosotros no podemos ni imaginar.
Hoy, las aulas vacías son el colofón de una ideología que cree que el mérito causa discriminación social. Para ejercer verdadera rebeldía, rebatir una afirmación o apoyarla, se requiere práctica y unas mínimas bases de conocimiento. Discutir un razonamiento es  imposible si se carece de educación. Bajo el hechizo del culto a la pereza sólo se consiguen insultos y grieta. Será por eso que con la misma pandemia, bajo las más diversas circunstancias, en todo el mundo se imparten clases, mientras los niños argentinos le dicen adiós a las aulas.


Publicado en La Prensa.

 

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