Avance del Estado sobre la propiedad privada

Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo
Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.
“Los
estados son ricos por la labor de sus individuos, y su labor es fecunda porque
el hombre es libre, es decir, dueño de sus bienes, de su vida y de su hogar”
(J.B.Alberdi)
Los
responsables de la política actual, al desproteger la propiedad privada, no
están fomentando el crecimiento económico y avivan, como lo estamos observando, la inestabilidad
política, creando un ambiente de
violencia en la sociedad.
La
propiedad existe desde que la gente le
dio valor a las cosas, el derecho de propiedad es expresión y garantía de los derechos
individuales. Los mesías violentos como Juan Graboy que desean la abolición de
la institucionalización de la propiedad privada pretenden que la concentración
del total del capital, que pertenece a
la sociedad civil, pase al grupo que se
posesione del poder, el cual dispondrá
de ese capital según criterios políticos como en Cuba, Corea del Norte y
también en Venezuela, se trasladaría a las manos de los planificadores. Vimos
las consecuencias, la receta marxista fue siempre un fracaso. Termina en no
poder alimentar a la población.
Legitimar
y defender la propiedad privada es fundamental para fortalecer la sociedad
civil frente al Estado, estimular la espontaneidad social, pluralizar sus
poderes y desarrollar su variedad. Con
ello disminuye la posibilidad del
autoritarismo, porque se robustecen los controles sobre el Gobierno y el
Estado.
La
economía capitalista basada en el libre
mercado y en la propiedad privada de los medios de producción, consigue
la coordinación entre las diferentes empresas,
así también, entre ellas y los
consumidores. Dicha coordinación la realizan los precios de mercado que son el
instrumento por el cual se equilibra la oferta y la demanda. En Argentina, con
la gestión del actual gobierno kirchnerista, se está lastimando la condición
previa para que funcione el sistema de precios: el respeto de los derechos de propiedad.
Se está violando la autoridad, dada por
la Constitución, de ejercer la soberanía
sobre los bienes que se poseen legalmente.
Argentina
es un país, en general, anticapitalista, ha sido modelada desde 1943 por ideas
contrarias a la propiedad privada y al mercado. Por eso la política impide la
innovación y el dinamismo propio de países de economía abierta, no hay respeto por la autonomía y libertad de
las personas, y no se crean las condiciones para competir en el mercado
internacional.
La decadencia moral de la sociedad argentina es
resultado de varias décadas de vigencia de un sistema caracterizado por la intervención y
participación del Estado en todas las áreas de la vida de los argentinos. Se
nos ha hecho normal aceptar que el gobierno arregle problemas sociales
adueñándose de recursos de otros sectores, o el apoyo del gobierno a
empresarios o gremialistas, a cambio de
coimas. También la descalificación de quienes son ricos, aunque sea por el
fruto del esfuerzo y el trabajo.
Los
efectos del estatismo son tan destructores como los económicos. Se ha olvidado que las leyes deben proteger
los derechos y libertades, preservar la paz, proteger la vida, la propiedad y la libertad de los mercados que
ofrecen oportunidades para todos. Se han
tornado confusas a medida que quienes legislan
lo hacen para otorgarse favores e impunidad para sí mismos. La sociedad se acostumbró a aceptar leyes
injustas, por eso, en los hechos, terminaron siendo parte del derecho.
El poder político se ha convertido en un arma
utilizado por un grupo que intenta extraer beneficios económicos por medio de
la usurpación y el despojo. La distinción
entre el gobierno y el ladrón se ha diluido, ya no protege a quien debiera. Los
empresarios y trabajadores deben pedir ayuda al Estado para subsistir, dejando a cambio convicciones y valores. No
pueden prosperar a través del trabajo, son obligados a vivir de la caridad del
gobierno, porque las oportunidades del mercado libre están cada vez más
cerradas. Las empresas se aseguran la protección de la competencia extranjera
reclamando controles de precios y salarios.
La mayoría de los políticos, no comprenden que
la economía de mercado promueve incentivos enormes para promover en la gente
virtudes morales de responsabilidad personal, autoestima, y respeto
por los derechos y la libertad de los demás. El progreso del empresario asegura
el progreso de los trabajadores y, la
riqueza, tan vapuleada por el Presidente, promueve el bienestar de toda la
sociedad aunque no logre la igualdad, meta imposible.
El sistema
capitalista origina la cooperación voluntaria, no exigida desde el Estado, como en los regímenes comunistas donde se
trabajaba “al son del tambor”. El socialismo no solo destruye la economía,
destruye a la persona. La Justicia es la única protección efectiva que se tiene
contra las ansias de poder, la cual, en sí, no es mala, depende de los medios que se utilizan para alcanzarlo.
¿Cómo logrará
el Gobierno que los empresarios quieran
aumentar la producción, si hay peligro
de que les roben? Y además, si no tienen
la seguridad de estar protegidos por el sistema judicial, si no se vela por los
derechos de propiedad?
En la
causa Etchevehere la Justicia tardó en disuadir a los usurpadores del intento de robo directo, creando un grave problema
a la actividad privada. En nuestro país el Gobierno no solo no vela por los
derechos de propiedad sino que además él mismo los incumple, disuadiendo, de esta forma, a quienes
desearían ahorrar e invertir en
Argentina. El caso de la cerealera Vicentin, un verdadero amague de
expropiación, y la ocupación de propiedades agropecuarias, lo atestiguan.
Ningún país puede ser próspero si no asegura
la estabilidad política. Para lograrla es condición necesaria que Argentina
cuente, lo antes posible, con un sistema judicial eficiente, funcionarios
públicos honrados y respeto por la Constitución.
La reforma judicial, el retroceso de la
justicia en los casos de corrupción, y
los avances sobre la propiedad privada, indican la firme intención del gobierno de
continuar achicando a la sociedad civil,
y, con ello, aumentar su poder de decisión para apropiarse
de la menguante riqueza de los argentinos, quienes se han esforzado ahorrando y
produciendo por muchos años. El campo ha sido siempre el chivo expiatorio de
los errores de los políticos. El
gobierno kirchnerista, cada vez que tuvo la dirección del Estado, trató de
utilizarlo para extender sus funciones, tratando de acallar a las asociaciones
voluntarias, intimidar o exterminar todo tipo de poder espontaneo que intentara
competir con él como centro de lealtades.
La
democracia fue impuesta por la sociedad civil y fue posible cuando la propiedad
privada pudo convertirse en un centro de poder alternativo, autónomo, frente al gobernante. Es fruto de una transacción vacilante, porque en
el Estado alienta la fuerza de dominación. Es por eso que deben respetarse las
instituciones que no permiten que se extralimite en sus funciones.
La
economía de mercado si bien ha revolucionado las expectativas y
posibilidades de la gente, esconde un
problema, ha creado a sus mayores enemigos, variados intelectuales, erradicados del poder político
y económico, que por envidia y resentimiento se vuelven contra el sistema,
actuando peligrosamente con la intención de alcanzar por la vía rápida el
poder.
Para
jóvenes como Juan Grabois, la lucha
política por los rieles democráticos es tediosa, lenta, odian la democracia que
demanda paciencia, diálogo, y acuerdos, con los que piensan diferente. Tienen la mentalidad
del guerrillero de los 70. Arman grupos, ahora, lamentablemente, con la ayuda
del Estado, para coaccionar a los empresarios ligados por las relaciones de
producción connaturales a la propiedad privada.
El
sistema de libertad económica, sin ser la panacea, ha llevado bienestar a los países
donde se instaló, impulsando la acción humana, que no es lo mismo que brindar
felicidad. Los problemas básicos de nuestra existencia no pueden ni podrán ser
resueltos por el Estado porque las necesidades de las personas son infinitas y
lo que solo puede dar el Estado es creación y obra de la sociedad civil.
Nunca sabremos, cómo será nuestro futuro, ya
que las situaciones inesperadas e imprevistas son la condición de la vida pero,
podemos aventurar, que estamos en peligro cuando el monopolio de la fuerza se une al monopolio
institucional y económico, con el fin de
coaccionar a la sociedad civil para que haga lo que ambiciona el Gobierno.
La oposición debería explicitar en voz más
alta los riesgos que conlleva votar a gobiernos que amparan un sistema
destructor de las garantías políticas, económicas e institucionales que asegura
la Constitución. Es imperioso que la sociedad rechace cualquier oferta política
que menosprecie las instituciones democráticas y republicanas.
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