Gasolina en Venezuela: un tema inflamable
César Yegres Guarache

Economista. MSc en Finanzas. Profesor universitario. Director Ejecutivo de la Cámara de Comercio de Cumaná. Mención especial, Concurso Internacional de Ensayos: Juan Bautista Alberdi: Ideas en Acción. A 200 Años de su Nacimiento (1810-2010), organizado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


@YegresGuarache / cyegres@udo.edu.ve






La Real Academia Española define como inflamable a todo aquello “que se enciende con facilidad y desprende llamas”. En un sentido metafórico, podría decirse que la gasolina en Venezuela comenzó a convertirse en un elemento altamente inflamable cuando la Junta de Gobierno del lapso 1945-1948 le redujo sustancialmente los impuestos al precio final de venta al público del litro de ese combustible, bajo el argumento de ser un país petrolero, cuya población tendría que disfrutar alguna ventaja de ello, es decir, pagar un precio inferior al promedio internacional. De esa manera, el nuevo precio del litro pasó a un monto (3 centavos de dólar) equivalente a la mitad del vigente en EEUU. A partir de ese momento, se gestó una sensación colectiva de haber obtenido un derecho ciudadano, por el mero hecho de haber nacido en un terreno en el que subyace mucho petróleo.  Nunca más podría, un gobierno venezolano pretender acercar o igualar el precio interno de la gasolina al internacional.

Un momento cumbre de aquella metamorfosis ocurrió en febrero de 1989, en el marco de la aplicación de un programa de necesarios ajustes macroeconómicos –de un Gobierno recién estrenado en el mando- que incluía un aumento del precio del combustible en un porcentaje (100%) inédito para ese momento, que ni siquiera lo igualaba con su equivalente en EEUU (17 centavos de dólar frente a 26), pero que llegó en una etapa de confusión colectiva, producto de unos ajustes que muy pocos previeron y que contrariaban la esperanza de una próxima etapa de bonanza económica luego de una década de estrecheces. El incremento desproporcionado y unilateral de las tarifas del transporte público por parte de algunos choferes en la ciudad capital fue el detonante de una serie de disturbios públicos que se salieron de control y dejaron un saldo lamentable de fallecidos, heridos y pérdidas materiales. Desde el punto de vista de la propaganda política, se etiquetó inmediatamente al programa de ajustes como causal de esos sucesos.

Allí comenzó la   erosión del capital político de las mayores organizaciones políticas nacionales, que se habían alternado en el poder desde la reinstauración de la democracia en 1958, y abrió paso a una nueva camada de liderazgos que emplearon a su favor esa consternación colectiva para proponer con éxito un mensaje de ruptura con el viejo sistema. Lo que tampoco imaginó nadie en aquellos confusos días era que dicha vuelta de timón conduciría, con el tiempo, a una crisis catastrófica, que no resiste comparación con alguna otra padecida por la sociedad venezolana.

Una nación que afirma poseer las mayores reservas probadas del mundo, que llegó a contar con una empresa petrolera ubicada entre las 5 mejores -un raro ejemplo de empresa estatal eficiente-, considerada una protagonista de peso en el mercado petrolero internacional, ahora se encuentra sin combustible para mover sus vehículos, barcos y aviones. La condición “inflamable” de la gasolina en Venezuela ha alcanzado cotas inéditas y varios datos permiten corroborarlo.

En primer lugar, nunca antes, un venezolano había tenido un acceso tan restringido a la gasolina, tanto en términos de poder adquisitivo de su ingreso como en disponibilidad. En efecto, la producción doméstica del combustible es intermitente y cubre apenas un tercio de los requerimientos diarios de una economía en recesión desde hace 7 años. El salario mínimo actual permite comprar una cantidad mensual de litros de gasolina que oscila entre 1,6 y 80, dependiendo de las condiciones de pago, nada comparable a las de 1989 (909) y 1996 (155), momentos de incremento oficial en el precio.

Por otra parte, el costo de oportunidad para la nación de haber mantenido el precio de combustible a un nivel subsidiado y artificialmente barato durante tanto tiempo ha sido muy alto. Mientras la cotización del barril de petróleo en los mercados internacionales se mantuvo elevado, era fácil tapar las ineficiencias del sistema. Sin embargo, desde 2005, Petróleos de Venezuela (Pdvsa) comenzó a experimentar pérdidas en la producción y distribución interna de la gasolina, que se compensaba con las exportaciones. Considerando el lapso de 2005 a 2019, el monto dejado de percibir por Venezuela al haber vendido el combustible en ese monto bajo y no en el vigente en EEUU, alcanza la cifra de 163.261 millones de dólares. En una simulación que suprime el efecto del impuesto que aplica el Gobierno norteamericano sobre el precio (40%), la cifra sería de 96.008 millones de dólares, ambas superiores al producto interno bruto venezolano de la actualidad. Lógicamente, una gasolina tan barata originó sobreconsumo, despilfarro, contaminación ambiental e incentivos para el contrabando, sin aliviar la inflación.

Y, por último, el desmantelamiento paulatino de la otrora sobresaliente industria petrolera nacional. Venezuela posee refinerías petroleras en su territorio con una capacidad nominal instalada para procesar 1,3 millones de barriles diarios de crudo y convertirlos en diversos productos derivados (gasolina/nafta, fuel oil, diésel, kerosene…). Desde 1980, esa capacidad ha sido empleada a un nivel promedio del 60% anual, generando una producción suficiente para satisfacer el consumo interno y destinar el remanente a la exportación. No obstante, eso comenzó a cambiar bajos las administraciones de Chávez y Maduro. Tal capacidad instalada comenzó a deteriorarse por la insuficiente inversión; disminuyó el porcentaje de uso de dicha capacidad; se redujeron las exportaciones y se comenzó a importar desde EEUU diferentes compuestos y aceites para la refinación y en una etapa posterior ya se trataba de la gasolina en sí, que se detuvo por las sanciones aplicadas por el Gobierno de EEUU a Venezuela por motivos políticos.

El panorama actual es el resultado de no frenar a tiempo tales tendencias: Venezuela ahora emplea de forma intermitente menos del 10% de la capacidad instalada de sus refinerías internas; no cubre el consumo doméstico (déficit de 65.000 a 90.000 barriles diarios, que origina largas colas en las estaciones de servicio) y no exporta gasolina ni ningún otro derivado del petróleo. Una irresponsabilidad acumulada por tanto tiempo hizo de la gasolina algo que desprende llamas con facilidad. 

 

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